Supo sobreponerse a la largada sombra de su padre, el célebre psicoanalista austriaco Sigmund Freud, para convertirse en pionera del psicoanálisis infantil. Al contrario que sus cinco hermanos, Anna Freud decidió seguir los pasos de su padre en el estudio de la mente y, aunque su legado no ha sido tan reconocido, dejó importantísimas aportaciones teóricas y clínicas en su campo. Repasamos a una historia injustamente olvidada.
Anna Freud Bernays nació el 3 de diciembre de 1895 en Viena. En su niñez, Annerl, como era llamada coloquialmente por los suyos, no sintió un gran vínculo emocional con sus progenitores, especialmente con su madre Martha, que delegó su cuidado en una niñera. La pequeña siempre vio a sus hermanos como personas extrañas y creció un tanto aislada, motivo por el que convirtió la lectura en la mayor de sus pasiones.
En su juventud tuvo varios problemas de salud (depresión, anorexia, tuberculosis) que agudizaron su carácter solitario e incluso huraño. Quizás por no haber pasado una infancia demasiado feliz, decidió volcarse profesionalmente hacia la ayuda y apoyo de los más pequeños y entró a trabajar en una escuela. Atraída por los estudios científicos de su padre, Anna inició su carrera en el psicoanálisis, especializándose en la rama infantil.
Una de sus principales aportaciones al psicoanálisis infantil y la psicología del yo fue su definición de los mecanismos de defensa o la lucha psicológica del ser humano ante hechos dolorosos. Algunos de ellos eran la represión, la regresión, la anulación, la vuelta contra uno mismo o la transformación en lo contrario.
El ascenso del nazismo obligó a los Freud a huir a Londres. Allí Anna se hizo cargo de Sigmund cuando este enfermó de un cáncer de paladar y cuidó de él hasta el final de su vida. Durante la Segunda Guerra Mundial, centró sus esfuerzos en organizar un centro en el que acoger a niños desamparados y darles atención psicológica para sobrevivir en un mundo que no entendían. De la observación de esos niños surgirían una serie de estudios sobre el psicoanálisis infantil y varios de los libros más relevantes de esa materia.
Nunca se casó, aunque vivió en pareja con Dorothy Burlingham, una norteamericana madre de cuatro hijos, perteneciente a la rica familia propietaria de Tiffany & Co, que había viajado hasta Viena para que Anna psicoanalizara a sus hijos. Una de sus principales ocupaciones en sus últimos años fue evitar distintas publicaciones sobre su padre no autorizadas por ella y que algunas de sus cartas personales salieran a la luz.
Dorothy murió en 1979 a los ochenta y ocho años, lo que la dejó muy deprimida. En 1982 padeció un ataque cerebral que afectó su motricidad y habla, aunque no a su lucidez mental. Murió mientras dormía en la madrugada del 9 de octubre de ese año.