Hablar de niños o chicos difíciles o rebeldes supone lleva a pensar en desobediencia, rabietas, malas formas, agresividad e incluso, violencia, algo que puede acarrear incomprensión y etiquetas de “malo” por quienes le rodean. Expertos en infancia y adolescencia, quienes aseguran que hay mucho más detrás de esas actitudes y que los padres juegan un gran papel en todo esto, explican qué indicativos o motivaciones los llevan a hacerlo.
Para que un joven presente esos compartimientos existe una necesidad y también malestar. Solos, los niños no pueden gestionar ciertas emociones por lo que se expresarán como sepan o puedan en ese momento. En ese punto, los padres se pueden sentir agotados y angustiados, perder la paciencia, sentir que la educación de sus hijos les sobrepasa y necesitar asesoramiento profesional.
La rebeldía es un fenómeno que se da en algunos niños y jóvenes, sobre todo en la etapa adolescente y forma parte de un proceso en el cual el chico necesita afianzar su propia identidad e individuación y, además, trabajar por lograr cambios positivos en el mundo. “Puede decirse que es algo normal ya que se encuentran en un momento de búsqueda y afortunadamente, los jóvenes siempre han querido cambiar el mundo y hacernos cuestionar el conformismo y el inmovilismo adultos con el orden establecido”, afirma José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo especialista en Psicología Clínica, psicoterapeuta infantil y de adultos, miembro de la Red APEGA de profesionales y docente.
El autor de 'Cuando mi corazón calma' (Marcombo, 2020) o 'Construyendo puentes' (Desclee de Brouwer, 2013), entiende que la rebeldía bien canalizada puede ser positiva y precisa que los adultos enseñen a los jóvenes a modularse y respetar las normas y cauces de convivencia si no lo hiciesen. De igual modo, añade que siempre ha de validarse su propósito y deseo universal y legítimo de contribuir a que el mundo se rija por principios más justos y humanos, que es lo que alienta la rebeldía.
“También están los rebeldes sin causa aparente; los que son contestatarios y díscolos y pueden desafiar (a veces con agresividad) las reglas y normas de convivencia en el mutuo respeto”, expresa Marrodán, quien detalla diversas causas de fondo:
El docente del Postgrado en Traumaterapia infantil-sistémica de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan refiere que nunca se debe de actuar solo a nivel de castigos y/o reconvenciones, más bien preguntarse qué puede ocurrir dentro de la persona menor de edad y en su entorno familiar para tener esos comportamientos y qué pretende comunicar. Además, es posible que existan de base otros problemas o trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
“Los chicos necesitan ser validados en su experiencia interna, sin dejar los adultos de ser firmes con las conductas intolerables, y, sobre todo, tomarlo como un indicador de que algo puede que no vaya bien en sus vidas y nos lo comuniquen con la rebeldía. Para poder detectarlo, es importante que la familia reciba la ayuda especializada que precise”, subraya el también experto en educación.
Como remate, este profesional expresa la conveniencia de ayudar a los jóvenes a manejar su rebeldía y enseñarles a relacionarse de un modo sano y a aceptar su persona porque pueden ser rechazados afectando a su autoestima. Marrodán comparte una exposición de Maryorie Dantagnan, psicóloga y pedagoga, la cual dicta: "Sí a la persona, no rotundo a sus conductas, las cuales conllevan daño a sí mismo o a los demás".
Alejandro Schujman, psicólogo especialista en familias y director de la Red Asistencial de Psicología asevera que el problema de la tiranía o rebeldía en los hijos tiene relación directa con la ausencia de una firmeza amorosa del lado de los adultos. “Los niños pequeños reclaman de manera pequeña y los grandes de manera grande. Cuando más van entrando los hijos en la adolescencia más compleja es la posibilidad de volver a los límites que los adultos no pueden poner”.
Para el autor de 'No huyo, solo vuelo: El arte de soltar a los hijos' (Hojas del Sur, 2020), 'Es no porque yo lo digo' (Lumen Humanitas, 2013) o 'Herramientas para padres' (Lumen Humanitas, 2015) con Walther Guedin, con esa rebeldía enmascarada en travesuras, desobediencia a las indicaciones de los adultos, con malas notas en el colegio y lo que el profesional denomina “exogamia rigosa” ya en la adolescencia, esto es, consumo de sustancias, trastornos de alimentación, conductas de riesgo..., la tiranía se va tornando más ardua.
El escritor refleja la importancia de retomar el control con los hijos y la empatía. “Los niños necesitan adultos en bloque firmes, afectuosos, que los contenga, que les den resguardo, que les den calma, que les den la tranquilidad de saber que están en buenas manos. Cuando la tiranía se instala, lo que los hijos están pidiendo es que los adultos recuperen el lugar de auto herida amorosa que han perdido, que vuelvan a sentarse frente a ellos y no los dejen solos. Piden límites, amor, cuidado, contención o amparo siempre a través de la rebeldía”.
Como recomendaciones a las familias, este experto en adolescencia apunta que, al diálogo asertivo, afectivo, dejando de lado el interrogatorio, no presionar en exceso a los jóvenes con el orden o las calificaciones, sino más bien dar significación al compartir y pasar tiempo de calidad padres e hijos, tal como divulgaba María Elena Walsh, escritora y cantautora: "Quiero tiempo, pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor".
“Los progenitores han de poner atención para hallar las señales (cambios abruptos en la personalidad, en el modo de vestirse, hábitos alimentarios...) que los niños y jóvenes ofrecen respecto de cómo se sienten, mirarlos a los ojos. Esto puede ser una pista sobre que algo no funciona bien. Lo último y esencial es mantener la asimetría. Somos padres, no pares, no iguales a ellos”.