El cerebro es más básico de lo que creemos. No distingue entre realidad o ficción. Se angustia igual si algo ha ocurrido solo en nuestra cabeza o en el mundo real. Al mismo tiempo, señales que no son ciertas también pueden impactarle. Algunos estudios indican ya que el cerebro empieza a segregar hormonas del bienestar cuando nuestra cara hace un gesto de sonrisa, aunque no haya nada que nos haga gracia ni sintamos una alegría real.
En esta percepción entra en juego el sentido número siete: la propiocepción, el que nos indica cuál es nuestra postura y cómo se interpreta en el campo de las emociones. Para aquellos que no les salgan la cuentas sensoriales: a los tradicionales cinco sentidos, se han añadidos otros dos: la interocepción, el sentido que permite valorar lo que sucede dentro de nuestro cuerpo (¿Tenemos hambre, sed? ¿Algún órgano está funcionando mal?) y la ya mencionada propiocepción.
¿Tan importante es la postura como índice de salud? Para el cerebro, la postura del bienestar es aquella en la que estamos erguidos, dignos, con presencia, pero sin rigideces, algo parecido a la postura meditativa. Cuando andamos, esta posición es también la más adecuada. Así es como el cerebro interpreta que estamos bien.
Por su parte, la tristeza y el abatimiento se relacionan con posturas corporales encorvadas. "Si nos quedamos sentados, agachados, con la espalda curvada y mirando hacia abajo, nuestro cerebro interpreta que estamos mal", asegura la neurocientífica Nazareth Castellanos en muchos de sus cursos, publicaciones y directos de Instagram. Sus 26 años dedicados a la medicina, la neurociencia y al impacto de las actividades contemplativas en el funcionamiento del cerebro y la salud emocional reafirman la conclusión.
Según argumenta Castellanos, con una postura encorvada 'por defecto' podemos perder capacidad de memoria y aumenta el sesgo negativo, el que viene de serie con la especie: el mismo que nos hace ver peligros de manera constante y nos mantiene en un estado de alerta crónica. El sesgo negativo fue muy útil para asegurar la supervivencia de la especie, pero en el siglo XXI no nos asegura pervivir, sino vivir con el cortisol -la hormona del peligro- en niveles tóxicos.
Para la científica, el cerebro actuará de una forma u otra según la postura corporal. Un estudio publicado en Nature muestra la relación entre las funciones cognitivas y la inclinación de la espalda en un grupo de 400 personas de entre 50 y 89 años. Los resultados mostraron que hay una correlación entre la función cognitiva y la inclinación de la espalda: a mayor inclinación y curvatura, mayor deterioro, especialmente en la edad madura.
La científica va más allá: "una mala postura conlleva estados mentales inadecuados", asegura. En buena lógica, es más fácil corregir la postura que un trastorno mental.
La postura encorvada, con los ojos bajos, la clásica de cuando estamos mirando el móvil, no solo es mala para nuestro cerebro y nuestra auto-imagen, sino que también afecta a cómo nos ven los demás. A su vez, si proyectamos una imagen de malestar, la percepción que nos van a devolver los otros es ese mismo malestar; en suma, una mala noticia para la auto-estima.
Al margen de la espalda, para el cerebro, la parte del cuerpo más importante es nuestro rostro. Cuidarlo en todos los aspectos, física y emocionalmente, por ejemplo, con una sonrisa, es importante para poder gestionar nuestras emociones y preservar la salud mental. Si queremos cambiar de actitud, lo primero que tenemos que hacer es cambiar el gesto y, sobre todo, cuidar de nosotros mismos... y de nuestra postura.