Cómo convivir en paz con tu mente: "Debemos aceptar ser mediocres de vez en cuando"
No podemos controlar nuestra mente: la clave para escapar a la rumiación es conversar de manera amable con nuestros pensamientos
Luis Miguel Real, psicólogo: "Los pensamientos no nos controlan porque no somos nuestros pensamientos, no debemos identificarnos con ellos"
"Es necesario cambiar la idea de que hay que ser siempre productivos, pero también es necesario pararles los pies a las personas que nos exigen demasiado"
Pese a la teoría imperante de que somos lo que pensamos y de que los pensamientos pueden ejecutar las coreografías que nuestro cerebro les demanda, la realidad es más decepcionante: no podemos controlar nuestra mente. Los pensamientos vienen y van, se meten en nuestra cabeza y no hay forma de sacarlos de allí. Si no lo crees, haz esta prueba: trata de no pensar en un oso verde. Verás que el oso verde aparece y no hay receta que lo haga desaparecer.
'No pienses en un oso verde' (Penguin) es, precisamente, el título del primer libro del psicólogo Luis Miguel Real, una guía para convivir en paz con nuestra mente. A lo largo de sus páginas, el lector comprenderá, entre otros argumentos, que la clave para escapar a la hiperactividad mental es conversar de manera amable con los pensamientos inoportunos.
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Tu libro parte de esta premisa: “No podemos controlar nuestra mente”. Si no podemos controlar nuestros pensamientos, ¿los pensamientos nos controlan a nosotros?
Los pensamientos no nos controlan, porque no somos nuestros pensamientos. En mi libro hago mucho hincapié en lo importante que es dejar de identificarnos con los pensamientos e imágenes mentales que vienen a nuestra mente. Los discursos motivacionales y de gurús del coaching han hecho mucho daño, porque la mayoría de la gente de verdad cree que los pensamientos se pueden controlar solo con la voluntad. La realidad es que no podemos elegir qué pensamientos vienen a nuestra mente. Por ejemplo, si hay una crisis económica y ha habido despidos en mi empresa, no podré evitar preocuparme un poco, esos pensamientos vendrán de manera automática.
¿Cómo actuar, entonces?
Lo que podemos hacer es aprender a reaccionar de manera diferente a esos pensamientos. Muchas veces, cuando nos viene a la cabeza un pensamiento molesto o desagradable, reaccionamos intentando eliminarlo, bloquearlo, o diciéndonos a nosotros mismos que deberíamos pensar más positivo y aprender a controlar nuestra mente. Curiosamente, esa estrategia suele empeorar nuestra preocupación y hasta provocarnos ansiedad.
Es importante aceptar que no podemos controlar qué pensamientos aparecen en nuestra consciencia y cuáles no (si intentas no-pensar en un oso verde, ya estás pensando en un oso verde), pero recordarnos que nuestros pensamientos tampoco nos controlan a nosotros. Podemos elegir poner el duda el contenido de ciertos pensamientos, darles menos importancia, o recordarnos que esos pensamientos son bastante normales dada la situación. Al enfocarlo así, esos pensamientos, aunque siguen dando vueltas por ahí, nos causan menos angustia, casi por arte de magia.
Tenemos más de 60.000 pensamientos al día, ¿Cómo podemos gestionarlos para que no nos perturben con su ruido?
A veces explico a mis pacientes de terapia que los pensamientos son como coches que van pasando por una carretera. A veces hay más tráfico (momentos en que tenemos la mente más ajetreada) o menos tráfico (momentos en que nos sentimos más calmados o concentrados en lo que estamos haciendo). El 'truco' es aprender a observar esos pensamientos, verlos pasar sin implicarnos demasiado con ellos.
Por ejemplo, a lo mejor me sigue preocupando la posibilidad de que puedan despedirme del trabajo porque la situación económica no es la mejor. Puedo dejarme llevar y empezar a imaginarme mil escenarios catastróficos en que estoy en el paro, mi familia me abandona porque me considera un fracasado y al final tengo que trabajar de lo que más odio en el mundo... o puedo recordarme que es solo un pensamiento, que ahora mismo tengo trabajo y que si alguno de mis miedos se hiciese realidad, entonces me pondría manos a la obra a buscar soluciones. Pero no antes. Y seguir haciendo mis cosas.
¿Lo que propones es observarlos sin hacerles mucho caso?
Aunque el pensamiento siga dando vueltas de vez en cuando, debo recordarme que ya le he dado una respuesta y no necesito darle más atención de la necesaria. La cuestión es que no estamos obligados a hacerle el mismo caso a todos esos pensamientos, y cualquiera puede aprender a dejarlos fluir sin dejarse llevar. Esto es algo que algunas personas practican con diferentes ejercicios de mindfulness, que es una práctica que puede aportar beneficios, pero que no es milagrosa; de hecho, critico los enfoques más extremos a lo largo del libro.
La sociedad actual premia las agendas llenas, la actividad excesiva, el ir a mil… ¿Es necesario cambiar este chip? Si es así, ¿por qué?
Es necesario cambiar el chip, pero también es necesario pararles los pies a las personas que nos exigen demasiado. La obsesión por la productividad y dar más y más y más es uno de los ingredientes principales de muchos de los problemas de ansiedad o "burnout" que están tan extendidos. Pero esa obsesión por la productividad tiene dos partes.
Por un lado, lo que yo me exijo a mí mismo. A lo mejor quiero ser muy productivo porque quiero demostrarle a alguien (y a mí mismo) que soy el mejor, o que soy una persona valiosa. Pero si me dejo llevar demasiado por la ambición, me acabaré quemando, es cuestión de tiempo. Y para evitar eso, tendré que aceptar que ser mediocre de vez en cuando no está tan mal, y que sigo siendo una persona valiosa a pesar de no dar lo mejor de mí el 100% del tiempo. Igual soy mucho más feliz dándolo todo solamente el 10 o 20% del tiempo, y yendo mucho más relajado el resto.
Por otro lado, están las exigencias externas. El trabajo, los estudios, la pareja, la familia... todos nos exigen, todos nos piden que demos lo mejor todo el tiempo. Bueno, a lo mejor necesitamos decirles que no puede ser, que podemos dar mucho, pero no tanto. Y es posible que se enfaden, se decepcionen, o incluso nos amenacen con despedirnos... pero si no ponemos límites, ¿quién lo va a hacer por nosotros? Muchas veces, el precio de la salud mental es no cumplir con las expectativas de otras personas. Y necesitamos normalizar eso.
Saltar de manera incesante de pensamiento en pensamiento se conoce como ‘mente mono’. ¿Qué perjuicios para la salud mental o incluso física puede tener vivir instalados en esta ‘mente mono’?
Lo principal es que nos vemos sobrecargados más rápidamente. Uno de los mayores mitos de este siglo es el del 'multitasking', la creencia de que podemos hacer varias cosas a la vez de forma eficiente... Y no es posible. Es una ilusión. Cuando pensamos que estamos haciendo varias tareas a la vez, en realidad estamos saltando de una tarea a otra. Y pagamos un precio muy alto. Porque al ir interrumpiendo constantemente esas tareas, vamos perdiendo capacidad de concentración, y por tanto bajamos nuestro rendimiento.
Es decir, esa 'mente de mono' también nos hace menos inteligentes y menos productivos, a pesar de creer que estamos siendo más productivos por pensar en muchas cosas en poco tiempo.
¿Qué otros efectos negativos ves?
Al no dedicarle suficiente tiempo de reflexión a cada pensamiento, nos cuesta mucho más valorar la información disponible o los pros y contras de una decisión. Y nos cuesta mucho más buscar y encontrar soluciones para nuestros problemas y preocupaciones. Por eso explico en mi libro que es importante dedicarle algo de atención a aquellas cosas que nos preocupan, porque nuestra 'mente de mono' está intentando encontrar una solución a aquello que nos preocupa, por eso nos lanza la pelota de esos pensamientos tan a menudo. No hay que pensar menos, sino pensar mejor.
Nuestro cerebro puede intentar modular los pensamientos y hacer que vayan a nuestro favor. ¿Y al revés? ¿El cuerpo puede hacer que nuestra mente esté más tranquila?
Pues sí. Una de las cosas que más nos ayudan a estar más tranquilos es hacer ejercicio. Personalmente, me encanta salir a correr por las mañanas, y eso ayuda a que mi mente vaya mucho más despacio. Sin embargo, también me ayuda a tener más ideas de calidad, a ser más creativo, a encontrar soluciones para mis preocupaciones más fácilmente. Porque me ayuda a pensar más despacio sobre las cosas. Y a mí me gusta correr, pero a lo mejor a otras personas les gusta salir en bici, ir al gimnasio, o simplemente pasear mientras escuchan música. Cualquier actividad física ayuda, la cosa es movernos, y de forma que lo disfrutemos.
Una buena alimentación, el descanso y hacer algo de deporte nos puede ayudar para estar bien física y mentalmente. Aparte de estos, ¿qué otros hábitos de estilo de vida nos pueden ayudar?
Además de comer mejor, dormir bien y movernos más, suelo recomendar a la gente que hable más con quienes les rodean. Vivimos en una sociedad cada vez más individualista y encerrada en nuestras pantallas. Paradójicamente, las redes sociales nos aíslan más que nunca. La soledad es muy mala para la salud mental. Por eso es tan importante pasar más tiempo con nuestros seres queridos. Y permitirnos desahogarnos un poco y hablar de las cosas que nos preocupan. Porque eso nos ayudará a sentirnos más apoyados, a ordenar nuestros pensamientos y a encontrar soluciones que no nos habíamos planteado.
Muchos estudios de longevidad hablan, precisamente, de la red social o de la comunidad como índice de bienestar...
Socializar es importantísimo para nuestra salud mental, no estamos diseñados para ser ermitaños, sino parte de una tribu.
En tu libro dices que la clave no es luchar contra la rumiación o los pensamientos incesantes, sino llevarse bien con ellos. ¿Cómo podemos lograrlo?
Suelo explicar a mis pacientes de terapia que pelearnos contra los pensamientos es como cuando Hércules le cortaba cabezas a la hidra y no paraban de crecerle más. Suelo recomendarles que dejen de luchar contra su mente. Que dediquen un poco de tiempo a 'conversar' con el pensamiento, hacerle preguntas. ¿Qué es lo que realmente me preocupa? ¿Por qué me preocupa tanto? ¿Mis miedos son completamente realistas? ¿O tal vez estoy exagerando un poco? ¿Tengo pruebas de que las cosas van a salir tan mal como me temo? ¿Y si las cosas saliesen mal? ¿Cómo me apañaría con los recursos que tengo? ¿A quién podría pedirle ayuda? ¿Qué fortalezas tengo para afrontar esta situación? Son solo algunos ejemplos de preguntas útiles que nos pueden ayudar a 'conversar' con esos pensamientos molestos, para cambiar el encuadre de forma que podamos navegar mejor por las situaciones complejas del día a día.