¿Cuánta gente conoce la regla del silencio incómodo? El silencio es eso que hay cuando no hay ruido o no hablamos. Sin embargo, también es un poderoso recurso de Inteligencia Emocional. Para hacernos una idea, pensemos en esta anécdota: Steve Jobs fue insultado mientras daba una conferencia. Cuando lo escuchó, detuvo su discurso y dejó que el silencio invadiera la sala. ¿Cuál era su objetivo?
Como decimos, la regla del silencio incómodo es una herramienta de inteligencia emocional que utilizan magnates como Jeff Bezos y Tim Cook, además del propio Steve Jobs. En cuanto a su autoría, el concepto se lo debemos a Justin Bariso, autor del libro 'EQ Aplicado, Guía para la Inteligencia Emocional en el Mundo Real'.
Aunque hacer que el silencio se imponga en una reunión o en un auditorio puede generar cierta desconfianza, lo cierto es que es una herramienta de gran utilidad. No solo se trata de un arma eficaz para ganar control y confianza en cualquier evento, sino que permite que las personas sean mucho más asertivas en aquello que quieren comunicar.
Como su propio nombre indica, la regla del silencio incómodo consiste en permanecer callados más tiempo del habitual en los momentos en que se espera que hablemos, por ejemplo, antes de responder a una pregunta o de seguir una presentación. Este mecanismo captura la atención de los demás y ayuda a expresar mejor, de manera más clara y contundente, las ideas que queramos compartir. Además, en el caso de reuniones incómodas, sirve para que la otra parte sea consciente de lo oportuno de sus palabras.
¿Cuánto dura este silencio incómodo? En un discurso o en una conversación, lo normal es que no haya pausas de más de cuatro o cinco segundos. En el silencio incómodo, las pausas duran de 10 o 20 segundos, incluso más.
¿Por qué resulta incómodo? Nuestro cerebro está adaptado para tener una interacción casi automática en el marco de una conversación. Lo normal es casi quitarnos la palabra. De hecho, mientras un interlocutor habla, el cerebro del otro ya está preparando una respuesta, algo negativo desde el punto de vista de la escucha activa. También es habitual que no intervengamos hasta que hemos entendido que la otra persona ha concluido lo que quería decir.
Sin embargo, en los silencios de los que hablamos el hablante deja su discurso en un punto que no solemos asociar con el fin, sino que más bien es indicativo de que seguirá hablando. Por otra parte, este silencio incómodo también puede producirse cuando uno de los interlocutores termina su discurso de manera implícita y le cede la palabra al otro, lo que crea cierta inseguridad en ese interlocutor.
Lo verdaderamente valioso de la regla está en que ofrece la posibilidad de organizar mejor las ideas, en lugar de ceder al primer impulso de respuesta. En ese sentido, es un antídoto contra la impulsividad, en este caso referido a la comunicación.
Como explican algunos expertos, hacer una pausa larga permite mejorar el discurso. Ese pequeño lapso permite procesar la información mentalmente y ofrecer una comunicación más clara y directa. Además de esto, esta regla ofrece los siguientes beneficios:
Como con cualquier recurso comunicativo, es importante saber elegir el momento en que vamos a utilizarlo. En circunstancias cotidianas, el silencio incómodo puede producir rechazo. El sentido común nos hará ver si es oportuno hacer uso de él. Ante la duda, si lo que se va a decir no mejora el silencio, mejor seguir callados.