"Me aburro" es la frase que más activa a los padres. En cuanto un niño o un adolescente dice que se aburre, la familia entera se pone a buscar la alternativa que logre sacarles de ese estado, en principio, indeseable. ¿Por qué? Porque un hijo aburrido es más demandante que uno entretenido y porque el aburrimiento no tiene buena prensa: "El hombre ha nacido para vivir entre las convulsiones de la inquietud o en la letargia del aburrimiento", escribió Voltaire en el siglo XVIII. Aburrimiento, igual a letargo.
Sin embargo, la neurociencia lo desmiente. La revista Forbes acaba de publicar una entrevista con la neurocientífica Alicia Walf, investigadora del Departamento de Ciencias Cognitivas del Instituto Politécnico Rensselaer, en Estados Unidos. “Aburrirse mejora las conexiones sociales. Los neurocientíficos sociales han descubierto que el cerebro tiene una red de modo por defecto que se activa cuando nos desentendemos de hacer cosas. De hecho, el aburrimiento puede fomentar las ideas creativas, rellenando las reservas y proporcionando un periodo de incubación para que nazcan ideas de trabajo embrionarias”.
Walf añadió que esos momentos que pueden parecer aburridos, vacíos e innecesarios dan paso a estrategias y soluciones que cobran vida después de estar en estado embrionario. La historia de la literatura parece darle la razón: algunos escritores famosos han afirmado que sus ideas más creativas les llegan haciendo tareas aburridas y nada estimulantes. Son los famosos momentos de inspiración 'insight'.
Como es sabido, el cerebro no descansa: produce más de 60.000 pensamientos al día y esa actividad extenuante puede pasar factura en forma de estrés o cansancio. El aburrimiento es un oasis entre tanta actividad cerebral.
Entre los principales beneficios que proporciona el aburrimiento a nuestro cerebro, hay que mencionar los siguientes: