Los cuatro hábitos para ser más optimista, según Harvard
Según varios estudios, las personas optimistas tienen más salud física y emocional, y mayor esperanza de vida
Ser optimista se puede lograr a través de ciertos hábitos, ya que más del 70% depende de variables que no son genéticas
¿Llegarán a prescribirnos en los centros de salud optimismo como hoy ya se hace con el ejercicio físico?
El optimismo es un protector de la salud. Psicólogos, psiquiatras y expertos en neurociencia hablan de los beneficios de tener una mente positiva. Pero esa sensación de que no nos va a ir mal y que, si eso sucede, podemos superarlo -la esencia del optimismo- va ligado a nuestras expectativas en la vida, que a su vez, el veredicto interior que elaboramos sobre algo basándonos en nuestras experiencias pasadas y a nuestro pronóstico de lo que está por venir.
Los beneficios de ser optimista son muchos. El principal es que gozan de mayor salud física y emocional. Un estudio realizado con 99 estudiantes en la Universidad de Harvard mostró que las personas positivas a los 25 años gozaron de mejor salud entre los 45 y los 60 años, frente a los que eran pesimistas. No solo eso, sino que las personas optimistas tienen más esperanza de vida y suelen pasar de los 90 años, independientemente de su raza. ¿Llegará el momento de que en los centros de salud nos prescriban ser optimistas? Ya ha empezado a hacerse con el ejercicio físico. Hasta que llegue ese momento, es buena idea empezar a cultivar el optimismo de manera individual. Y, para eso, debemos saber antes en qué estadio nos hallamos.
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¿Eres una persona optimista?
De una u otra manera, todos sabemos si somos optimistas. Las circunstancias también tienen que ver: cuando se vive un periodo tranquilo y armónico, solemos sentirnos confiados ante el futuro, aunque también exista el miedo a perder ese tiempo de bienestar. Mucho más difícil es mostrarse optimista ante circunstancias adversas. Los optimistas 'de serie' se caracterizan por los siguientes rasgos:
- Piensan que el futuro depara cosas buenas, aunque ese momento sea malo.
- Creen que pueden superar ese bache con éxito.
- Están seguros de que las experiencias negativas son útiles porque permiten aprender.
- No se dejan atrapar por la inacción: buscan siempre oportunidades.
- Asumen sus errores, aprenden y no se dejan atrapar por ellos.
- Se enfrentan a los retos con energía y sin dramatizar.
- Son conscientes de la responsabilidad que tienen ante los desafíos: no todo es controlable.
- Agradecen los logros, propios y ajenos.
Hábitos del optimismo
Ser optimista es también una cuestión de temperamento. La capacidad de ver la botella medio vacía o medio llena viene escrito en nuestros genes. Pero no debemos pensar por eso que el optimismo es algo solo genético. Para Laura Kubanzky, codirectora del Centro Kum Sheung para la Salud y la Felicidad de la Escuela TH Chan de Salud Pública de Harvard, el optimismo tiene importantes beneficios y puede cultivarse. "Ser optimista hace posible que las personas sean capaces de regular tanto sus emociones como sus hábitos. La gente más optimista tiene menos probabilidades de fumar y de tener un consumo abusivo de alcohol, además suelen practicar actividad física. Por otra parte, creemos que también comen de manera más sana, aunque para esto todavía no hay datos suficientes", explica en una publicación de esta universidad americana.
Según la experta, entre el 20 y el 30% de la actitud optimista se hereda, lo que implica que más del 70% depende de otras variables, algunas objetivas (ingresos económicos, educación, entorno o estatus social) y otras subjetivas. Ahí es donde entran los hábitos ese comportamiento que, cultivado de manera sostenida, pueden lograr el cambio. ¿Cómo? Harvard establece cuatro puntos fundamentales.
Utiliza tus puntos fuertes
Incluso en el peor momento de la vida, todos tenemos aspectos de nuestro carácter que nos permiten salir del atolladero. Esos son nuestros puntos fuertes. La propuesta de Harvard es que se identifiquen antes de que pase nada malo.
El catálogo de aptitudes es extenso: bondad, capacidad de acción, sensatez, capacidad de trabajo, sentido del humor, empatía... Una vez identificados, pensemos en actividades en las que tengamos que hacer uso de esas capacidades. Una vez localizados y enumerados, hagamos una segunda lista de actividades que giren en torno a ellas. La idea es que todas las capacidades vayan rotando y que cada logro sea el combustible del optimismo interior. Cuando nos proponemos hacer algo y lo conseguimos, el reconocimiento interno -la sensación del trabajo bien hecho- es un activador del optimismo.
Agradecer siempre es una buena idea
A veces, el pesimismo asoma porque no somos conscientes de lo afortunados que somos en la mayoría de los ámbitos de nuestra vida. Valorar quiénes somos, lo que tenemos y cuál es nuestro entorno disipa muchas dudas. Agradecer de manera frecuente esa fortuna es uno de los hábitos más útiles. Harvard aconseja tener un diario de gratitud para tener clara nuestra posición vital. Releerlo cada día nos alejará de la tristeza.
No depender de factores externos
Lo decíamos al principio: ser optimista cuando todo va bien es fácil. Casi una obligación. La cosa se complica cuando no todo va como debiera o nos gustaría. Unas expectativas desproporcionadas son el origen de muchas decepciones. En el budismo, las expectativas están relacionadas con el apego: las generamos porque nos sentimos vinculados a alguien o a algo. Los budistas abogan por el no apego para evitar sentirnos defraudados. Sin llegar a tanto (al fin y al cabo, esperar también es ilusionante), no debemos dejar que lo externo, que escapa a nuestro control, dirija nuestros proyectos vitales. El optimismo se crea a partir de muchos planes B, con la convicción interior de que podemos cumplir nuestros propósitos de una u otra forma.
Saber qué nos hace felices
Es la pregunta del millón: ¿qué nos hace felices? Los expertos aconsejan reflexionar sobre cuál es nuestra idea de felicidad. Según estemos más o menos alejados de ella, así estarán nuestros valores de optimismo. Las preguntas que nos ayudarán a saber en qué punto del camino estamos es saber qué es lo más importante para nosotros y por qué, qué tipo de vida nos ayudaría a sentirnos plenos y en qué punto estamos de ese ideal. ¿Cuánto diferimos, cuanto estamos de cerca o de lejos?
A diferencia del mensaje imperante de que podemos conseguir cualquier cosa casi sin esfuerzo, el optimismo requiere trabajo interior. No siempre es apetecible examinarnos de nuestra propia vida porque el resultado puede ser decepcionante cuando no estamos alineados con nuestros valores. Pero merece la pena: saber que ese no es el camino es una noticia, buena y necesaria, para emprender el rumbo que realmente nos alienta.