Con cada Año Nuevo se repite el mismo ritual. Voy a empezar a ir al gimnasio. Voy a dejar de fumar. Voy a adelgazar. Pero más del 66% de las personas que se marcan unos propósitos para los siguientes doce meses ya ha desistido de cumplirlos en febrero. Y en muchos otros casos esos loables objetivos ni siquiera pasan del ámbito de la fantasía. No, no tenemos precisamente una voluntad férrea. Y en gran medida se debe a que esas metas que nos marcamos suelen ser demasiado inconcretas, demasiado optimistas y poco medibles.
"El propósito es algo muy personal, y debería haber tantos propósitos como seres humanos, porque cada persona es distinta, pero a menudo nos planteamos propósitos inapropiados. Cuanto más genérico sea nuestro propósito, más probabilidades tiene de fracasar", explica Enric Soler Labajos, psicólogo relacional y tutor del grado de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Para evitar que un propósito termine convirtiéndose en un despropósito cada vez gana más adeptos el concepto del antipropósito. Este término hace referencia a aquellas acciones y planificaciones concretas destinadas a abandonar un hábito concreto o una rutina que no produce satisfacción o positivismo a la persona.
Soler Labajos lo define así: "Es un propósito que una persona se hace a sí misma con licencia para incumplirlo. Se podría considerar el antipropósito como el propósito de dejar de hacer algo que venimos haciendo toda la vida, sin saber ni por qué ni para qué, pero que no nos resulta gratificante".
Efectivamente, los expertos coinciden en señalar que es más fácil liberarse de rutinas ya conocidas que no te aportan nada que adquirir otras nuevas. Principalmente, porque sin la asunción de un nuevo reto o meta al que una persona no se ha enfrentado nunca no se puede conocer el esfuerzo necesario para su logro.
Se trata de identificar comportamientos no deseados en lugar de establecer metas específicas. Así, en lugar de fijarte el vago objetivo de perder peso, un antipropósito podría ser dejar de consumir zumos envasados. De esa forma dejarás de ingerir grandes cantidades de azúcar y lo notarás en la báscula.
A la hora de lograr los antipropósitos marcados, es fundamental que los objetivos estén bien definidos, que sean realistas y mesurables. También es necesario el establecimiento de una estrategia, aunque sea mínima. Una vez fijada, se requiere un acto de voluntad y esfuerzo para ponerla en marcha. "Con el objetivo de facilitar el cumplimiento de las intenciones marcadas, los antipropósitos actúan como una forma de evitar el estrés autoimpuesto adicional al del propio propósito, en el que cada año tropiezan muchas personas", aconseja el experto de la UOC.
Soler Labajos propone el siguiente decálogo para desarrollar esta estrategia que nos ayude a cumplir nuestros antipropósitos de Año Nuevo: