Pilotar helicópteros o tirarse en vuelo libre: qué perfil siente placer donde la mayoría ve peligro
Accidentes como el del expresidente de Chile Sebatián Piñera o John F. Kennedy plantean la cuestión de si existe un tipo de personalidad al que no le incomoda asumir riesgos
Lara Ferreiro, psicóloga: "Podemos hablar de un perfil arriesgado, el de aquellas personas que buscan la adrenalina del desafío"
Los perfiles que aman el riesgo pueden venir de entornos sociales privilegiados o, por el contrario, muy desfavorecidos
En la tarde del martes 6 de febrero el helicóptero Robinson R44, pilotado por el expresidente de Chile Sebastián Piñera, despegó desde la casa de José Cox, íntimo amigo y socio en algunos de sus negocios, en la ribera del lago Ranco. La intención de Piñera era volver a su casa, ubicada en Bahía Coique, al otro lado del lago. La lluvia era incesante y la oscuridad del cielo nublaba el horizonte. Algunos de los asistentes al encuentro expresaron sus dudas. Con ese tiempo, era mejor no salir, pero el exmandatario tenía prisa: conocía el trayecto, de apenas siete minutos, y estaba decidido a hacerlo. A 400 metros de la orilla, por causas desconocidas, perdió el control del helicóptero, devorado por las aguas. Tres de los tripulantes que lo acompañaban lograron salvarse, al contrario que el empresario, cuyo cuerpo fue encontrado a 28 metros de profundidad.
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De Sebastián Piñera a John F. Kennedy
No es el primer caso en el que un accidente de estas características acaba con la vida de una celebridad. En otra tormenta, esta vez ocurrida en la noche del 16 de julio de 1999, el avión Piper Saratoga II volaba sobre el océano Atlántico, cerca de la isla Martha's Vineyard, en el noreste de Estados Unidos, refugio habitual de la clase alta americana.
El piloto era John F. Kennedy Jr., de 38 años, el prometedor hijo del presidente de los Estados Unidos asesinado en Dallas. Junto a él viajaban su esposa Carolyn Bessette y su cuñada, Lauren. Los tres acudían a la casa familiar, donde al día siguiente se celebraría una boda. El avión de John John nunca llegó a su destino. Hacia las 9:41 de la noche, se estrelló en el mar y sus tres ocupantes murieron. Sorprende que en ambas tragedias los responsables fueran personas conocidas, de buena reputación, adineradas y con cotas de poder. Lo cierto es que asumir riesgos, ya sea pilotando aeronaves o haciendo actividades arriesgadas, como el vuelo libre o las pruebas físicas extenuantes, comparten conductas y motivaciones. La psicóloga Lara Ferreiro desgrana los claroscuros de las personalidades más audaces.
Perfiles amantes del riesgo
La primera cuestión que surge es si realmente existen perfiles más propensos a vivir el riesgo. "Sí, podemos hablar de un perfil arriesgado, el de aquellas personas que buscan la adrenalina, la hormona del riesgo", confima la experta, quien va un paso más allá: "Este tipo de personas en una situación de riesgo sienten placer, no miedo. La dopamina estimula su circuito de la recompensa".
Es relativamente fácil detectar esta clase de perfiles: "Suelen ser personas muy impulsivas, que se aburren fácilmente y que necesitan grandes retos. Al final, cuando te expones al riesgo en este tipo de perfiles arriesgados, la dopamina, la hormona del placer, siempre está activada", señala Ferreiro
Búsqueda constante
Para esta psicóloga la clave de estas personalidades es su altísima tolerancia al riesgo. "Se sienten atraídos por lo que otras personas verían como peligroso. Están en constante búsqueda de emociones nuevas, de salir de la rutina... Es una conducta muy adictiva que, además, entraña muchísimos riesgos, pero la clave es que ellos no ven esos riesgos, los minimizan. Solo ven el placer, como les pasó a los viajeros del submarino Titan. Minimizan los riesgos y piensan que a ellos nunca les va a pasar nada", asegura la experta.
Esa búsqueda de adrenalina, animada por experiencias que han salido bien y con una posible emulación de otros perfiles familiares también amantes del riesgo, hace que nada de lo que hacen, por desafiante que pueda parecer, sea suficiente. "Los perfiles arriesgados buscan emociones en mayúscula. A veces no las encuentran en otras actividades más seguras y recurren a las más peligrosas", afirma la psicóloga.
Vivir en una continua escalada de experiencias estimulantes entraña peligros. El más evidente: arrastrar a otras personas en esa vorágine, pero hay más: "Viven en un grado alto de insatisfacción, una especie de anorexia vital que les hace ver que ningún riesgo es suficiente. Suelen asumirlos buscando el reconocimiento social, el efecto 'waw, qué valiente'. También quieren evadirse de la presión. Son perfiles que lidian con el estrés, la ansiedad y la insatisfacción de una manera extrema", explica Ferreiro.
Educación y nivel económico
Pero lo que quizá impacta más en el desarrollo de las personalidades arriesgadas es el tipo de crianza. "La educación tiene un papel básico en la vida. Si nunca te han puesto límites, puedes creer que lo puedes hacer todo. Y si en la infancia y en la adolescencia no los has tenido, es muy difícil que los tengas después. También puede pasar lo contrario: que te hayan puesto demasiados y que quieras salir de esa asfixia familiar a través del riesgo", plantea la psicóloga.
Lara Ferreiro también ve un vínculo entre las conductas más arriesgadas y los recursos financieros. "La posición económica, indudablemente, influye. Por ejemplo, el caso del Titan, los viajeros eran millonarios. Con más recursos financieros, más posibilidad de tomar decisiones arriesgadas porque tienes con qué afrontarlas", explica. Sin embargo, el extremo contrario también es propicio para los comportamientos arriesgados. "Es cierto que estas personas suelen tener un perfil socieconómico bueno, pero también pueden venir de entornos vulnerables. Hay gente con bajos recursos que son muy arriesgados porque no tienen nada que perder, no tienen miedo a nada", concluye la experta.