A lo largo de nuestra vida cultivamos dos tipos de inteligencia, la 'fluida', que alcanza su pico a los 20-30 años y tiene que ver con la memoria, la resolución de problemas o los reflejos, y la 'cristalizada', que tiene que ver con la experiencia y la sabiduría, según explica Arthur Brooks, profesor de la Harvard Business School y experto en bienestar emocional. La clave está en saber "pasar de liana", es decir, pasar de un tipo de inteligencia a otra, para reinventarse con éxito en la madurez.
Brooks propone en su libro 'From Strength to Strength: Finding Success, Happiness, and Deep Purpose in the Second Half of Life' (2002) dos claves para abordar la segunda mitad de la vida con una actitud que favorezca nuestra felicidad. Para ello invita a fijarse en la filosofía oriental y en la vida del compositor Ludwig van Beethoven.
Según el autor, el pensamiento oriental y el occidental difieren sobre lo que es el arte. En Occidente tendemos a pensar en ello como un lienzo en blanco que debe ser afanosamente rellenado hasta que casi no quede espacio, mientras que en Oriente se ve al contrario: como la roca o el tronco de un árbol que contienen una piedra preciosa o un tesoro oculto que debe ser descubierto o desvelado. Una metáfora que se puede aplicar a la felicidad de la vida.
Mientras en Occidente pasamos la primera mitad de la vida acumulando éxitos y experiencias, en Oriente la vida es un proceso en el que vamos quitando capas ( lo que los demás piensan de nosotros, el ego, nuestra educación, los mandatos familiares...) de modo que solo en la segunda mitad llegamos a lo que realmente somos, a la piedra preciosa oculta. El propio Brooks reconoce que, desde hace tiempo, tacha cada año en su lista de asuntos pendientes, en lugar de agregar nuevos.
El experto de Harvard tiene otra analogía dedicada a a hacer de las propias debilidades una fortaleza. Para ello utiliza el caso de Beethoven. "Durante mucho tiempo, se enfureció contra su decadencia, insistiendo en actuar, con resultados cada vez peores. Para poder oír su propia forma de tocar, golpeaba los pianos con tanta fuerza que a menudo los dejaba destrozados", explica Brooks. Sin embargo, paradójicamente, sus mejores obras las compuso al final de su vida, cuando estaba completamente sordo.
El autor sostiene que la Novena Sinfonía fue posible justamente porque Beethoven fue capaz de formularla en su cabeza sin distracciones externas. "La sordera le liberó como compositor porque ya no tenía la banda sonora de la sociedad en sus oídos. Quizás ahí radique una lección para cada uno de nosotros. Lo sé, lo sé: tú no eres Beethoven. Pero al leer las líneas anteriores, tal vez puedas relacionarte con la pérdida del gran compositor de alguna manera", explica.
"¿Has perdido algo que definía tu identidad? Tal vez tenga que ver con tu apariencia. O tu prestigio social. O tu relevancia profesional. ¿Cómo podría esta pérdida liberarte?", cuestiona en su libro Brooks, para concluir que "es posible que finalmente te definas a ti mismo de nuevas maneras, libre de los límites que te pones en función de las expectativas de los demás".