En España casi 41.000 estudiantes están reconocidos como de altas capacidades, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, lo que supone un 0,5% del total de alumnos matriculados en enseñanzas no universitarias.
Detectar a tiempo las capacidades excepcionales de estos alumnos, que hace años eran conocidos como superdotados, se ha convertido en un factor estratégico para que su potencial no acabe en fracaso escolar, pese a que pueda parecer paradójico. ¿Qué señales nos indican que estamos ante un niño con altas capacidades? Este es el reto al que se enfrentan numerosos centros escolares. Según los expertos, las altas capacidades comienzan a aparecer en la gestión emocional. Estas cinco capacidades, según los expertos, son las más relevantes.
Es algo innato: los niños con altas capacidades son capaces de interpretar el lenguaje no verbal y las expresiones faciales de quienes les rodean. Por esta razón, saben si el ambiente es propicio para algo y son capaces de razonar con una profundidad difícil de ver en el resto de los niños.
Esta habilidad, sin embargo, puede fomentarse si los padres o los adultos relevantes tienen conversaciones reflexivas sobre el día día con los más pequeños. Preguntar cómo se han sentido ante algo, cómo creen que se sintieron los otros niños ante ciertas situaciones o, simplemente, preguntarles cómo ha ido la jornada puede ser de gran ayuda.
Si la empatía es reconocer las emociones de los demás, la compasión va un paso más allá: es sentirse conectado y asumir una parte activa en el bienestar propio y en el de los demás. Los niños con altas capacidades emocionales son capaces de ofrecer ayuda cuando ven que los demás la necesitan. Antes, habrán tenido que escuchar de manera activa qué demandas existen ante un problema, lo que significa que estos niños saben prestar atención a los demás.
Por su parte, los padres pueden fomentar este comportamiento mostrándose empáticos en la vida diaria; es decir, interesándose por los suyos y estando disponible para ellos. Y, por supuesto, practicando esa escucha activa.
Lograr reconocer las emociones es el desafío de la inteligencia emocional. Cuando conseguimos expresar los sentimientos de manera concreta, podemos intervenir en el desarrollo de un hecho o de un conflicto. Para los pequeños es algo complicado porque su capacidad del lenguaje aún está inmadura. Sin embargo, ir aprendiendo a catalogar sus emociones les hace comprenderse mejor a sí mismos y a los demás.
Los niños con alta inteligencia emocional son precoces ey, en cierta medida, facilitan que se hable de ellos. En casa, esta habilidad puede trabajarse normalizando las conversaciones que traten de sentimientos o debatiendo de manera tranquila sobre ellos, ya sea en juegos, cuentos, películas u obras de teatro. De esta manera, crearemos un espacio de seguridad donde los niños puedan hablar de lo que es emocionalmente importante para ellos sin miedo a la crítica.
Las personas que saben gestionar sus emociones de manera inteligente pueden encarar circunstancias complejas con serenidad. ¿Cómo? Adaptándose a ellas, pensando en alternativas positvas, sin dejarse vencer por los problemas. Para ello, son capaces de pensar de manera creativa, intentando convertir la adversidad en una oportunidad.
Los niños con altas competencias emocionales también hace esto a su escala. Fomentar los comportamientos flexibles, en los que se dé un refuerzo positivo, puede hacerse en casa mostrando actitudes positivas ante los cambios y enseñando a transformar en oportunidades los retos menos favorables.
Los niños con alta inteligencia emocional pueden pueden controlar sus impulsos, ser menos reactivos y mantener la calma en situaciones difíciles. De nuevo, el ejemplo es la mejor herramienta para que los más pequeños logren esa autorregulación. Enseñarles a centrar la atención en la respiración, uno de los recursos habituales del Mindfulness, y enseñarles a comprender de manera amable que la vida es un camino de enseñanzas en el que todos somos aprendices puede facilitar la tarea. Es importante saber reconocer estas señales para que estos niños puedan desarrollar todo su potencial. De lo contrario, algunos podrían quedarse atrás y otros, acabarían desmotivados y perdiendo el interés por el aprendizaje.