El 25 de abril Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, hizo algo insólito: anunciar que se tomaba cinco días para reflexionar sobre su futuro. Ningún primer ministro en el entorno europeo había hecho algo parecido. Los analistas políticos explicaron entonces que Sánchez era un líder del siglo XXI, aunque hubiera decidido comunicar su retiro con un elemento tan poco tecnológico como una carta.
En estos días, se han sucedido conjuntamente las muestras de apoyo y las de rechazo a su figura. Con el país en estado de shock, Sánchez ha agotado el plazo y, después de comunicárselo al rey y a su equipo de confianza, ha desvelado finalmente su decisión: "Voy a seguir. Con más fuerza, si cabe".
La literatura nos ha enseñado que detrás de cada héroe hay un talón de Aquiles y una fuente de fuerza suprema. Superman se refugia en la kriptonita; Obélix, en la marmita de la poción mágica; Sansón, en su formidable melena... La nómina de héroes sería larga. Pedro Sánchez no es un héroe. Lo que ha demostrado en estos días, precisamente, es que es tan humano como cualquiera, con el punto débil de casi todos: el entorno personal, la familia; en última instancia, la pareja.
Cuando se decide "volver con más fuerza, si cabe", ¿de qué se está hablando? Para Guillermo Fouce, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras, se trata de una decisión llena de coraje. "Probablemente, van a insistir más en aquello en lo que vieron que podía debilitarle. Debe prepararse para soportar más de lo mismo", asegura este psicólogo.
Recuperar el entusiasmo cuando te han quebrado no es tarea fácil, especialmente en una personalidad tan poliédrica como la del presidente del Gobierno. "El retrato emocional de Pedro Sánchez es difícil de precisar. Me parece una persona emocional, que acusa el impacto de las cosas que le ocurren a él y a su entorno, pero es bastante impredecible. Parece ser que todo lo que ha hecho lo ha hecho solo, sin consultar a nadie más que a la propia familia", señala Fouce. Para el experto, recuperarse de una situación crítica requiere de una estrategia que se vertebra en tres competencias:
La campaña contra Begoña Gómez ha sido el detonante de la crisis de gobierno. ¿Hasta qué punto cuenta la familia en la decisión de mantenerse como primer ministro? "El apoyo de la pareja y la familia es fundamental. Se puede recuperar el entusiasmo porque somos más fuertes de lo que creemos. De hecho, somos capaces de superar situaciones dificilísimas", asegura Fouce, antes de lanzar una advertencia: "Si lo que le ha quebrado a Pedro Sánchez es el acoso a la familia, para salir hacia delante y reconvertir la situación, sobre todo si se quiere hacer bien, es necesario un acuerdo familiar porque lo más probable es que el acoso siga y las noticias sigan. Este puesto es de exposición constante frente a la opinión pública y, además, hay una voluntad de quebrar", asegura Fouce.
Durante todos estos días, entre la adhesión de los suyos y la crítica de la Oposición, el debate de fondo ha sido el de vida pública frente a vida privada. Si cualquier ciudadano anónimo tiene el derecho de establecer una frontera entre su faceta profesional y su entorno personal, parece razonable que quien ostenta la mayor representación de un país, después del Jefe del Estado, tenga unos límites aún más claros. "Una persona pública debería tener derecho también a su vida privada, aunque se tenga la mayor exposición. En cualquier caso, lo privado se puede volver político y público si hay por ejemplo un delito, pero, si no hay nada así, la intimidad debería preservarse", afirma Fouce.
Para el experto, este debate se ha hecho más virulento con la llegada de las redes sociales. "Las redes sociales han puesto en la agenda la necesidad de reflexionar sobre los límites entre lo público y privado. Con ellas, los límites cambiaron y se difuminaron incluso sin darnos cuenta: colgamos casi todo en redes o al menos más de lo que deberíamos o de lo que somos conscientes". En opinión de este experto, la capacidad de las redes para mostrar casi en tiempo real sentimientos y opiniones, de las más tibias a las más polarizadas, es uno de los principales vectores de la crispación.