Desde Woodstock en el 68: ¿por qué los conciertos te hacen sentir tan bien?

España (ay) no es Tomorrowland, pero cuenta con casi un millar de festivales de música y una industria del directo que en 2023 ingresó 579 millones de euros. Esto supone casi un 26% más que el año anterior, según el Anuario de la Música en Vivo. No es poco. ¿A dónde van todas esas canciones? Para alivio de muchos festivaleros, van directo a nuestra salud mental.

La asistencia a los festivales es un fenómeno que marca la agenda cultural y social de miles de personas y que abre, también, muchos interrogantes: ¿qué huella puede dejar en la sociedad esta cultura de los festivales de música? y, sobre todo, ¿cómo influyen las experiencias vividas en los mismos a los asistentes? Como casi todo, este tipo de eventos de diseño tiene también su lado oscuro.

¿Diseñados para crear emociones?

Una investigación publicada en abierto ha buscado comprender cómo las emociones que despiertan los festivales de música desencadenan, dan forma, refuerzan e influencian los procesos de identificación cultural. Partiendo de la premisa de que los festivales juegan con las emociones para atraer al público y ofrecer una experiencia única, los autores sostienen que "si una persona va a un festival y escucha a su grupo favorito o a cualquier otro que le gusta, va a sentir emociones positivas importantes y se va a identificar con su manera de tocar, de hacer música y de vestirse, así como con las personas que tiene a su alrededor. Si esto pasa una vez, a lo mejor no es importante, pero si pasa muchas veces o se repite en muchos festivales, se generan unos procesos de identificación que pueden determinar la identidad cultural", explica Jordi Oliva, la Universitat Oberta de Catalunya, uno de los autores del estudio. "Los festivales más grandes o mainstream, por ejemplo, venden un espacio de felicidad, donde vas a encontrar a gente como tú, donde te vas a sentir como si estuvieses en Woodstock en el año 68. A partir de las emociones, se genera todo un proceso que llama mucho la atención y que hace que quieras ser parte de ello", añade. 

Estas emociones tienen un impacto. Los festivales de música están destinados a crear una experiencia única entre los asistentes y, de este modo, influyen notablemente en diferentes procesos de identificación cultural. Puede manifestarse en una influencia en los gustos musicales, en el refuerzo de una identidad regional o en un aumento del sentido de comunidad. De acuerdo con las conclusiones de Oliva, esta influencia aumenta cuanto más intensas son las emociones que se viven durante el festival. 

La importancia de la música clásica

Sin embargo no todo lo que brilla es oro. Oído a la música: la investigación de Oliva confirma también que los festivales tienen la capacidad de determinar las identidades culturales a partir de los contenidos que ofrecen. Pero hay que tener en cuenta que los más masivos y mainstream tienen intereses económicos y buscan identificar al consumidor con la marca. Esto hace que congreguen a grandísimas cantidades de personas, lo que tiene un impacto tanto en el ámbito cultural como en el sector de la música en directo. Y no siempre es positivo. "Aumenta la euforia de los festivales, pero, al mismo tiempo, las salas de conciertos están muriendo, la gente consume música solo por listas, y muchos productores ya fijan sus objetivos teniendo en cuenta lo que piden los festivales. En el mundo de la música mainstream, todo está muy determinado", explica Oliva.

Por ello para el investigador, "los festivales de música clásica son diferentes, en ellos hay diversidad de intenciones, porque tienen la finalidad de cultivar a la audiencia. No se centran solo en el enriquecimiento económico, en gran parte porque están más financiados", explica. Para él, "las empresas que se dedican a los festivales son cortoplacistas, con objetivos más centrados en el beneficio económico de la próxima edición. El interés en todo caso debería venir de la Administración, para entender qué estamos dejando a la sociedad con este boom de los festivales", explica el investigador de la UOC. 

Para llegar a estas conclusiones, el investigador se centró en el festival de música clásica Quincena Musical de San Sebastián. Después de cada concierto, realizó encuestas en las que evaluaba qué sentimientos había despertado la música, con qué intensidad se habían presentado las diferentes emociones y cómo esto determinaba la identidad cultural de los asistentes. 

 "Mi principal conclusión es que las emociones positivas y la identidad cultural se correlacionan positivamente. Cuanto más intensa es una emoción positiva derivada de la música, más crece el sentimiento de identidad cultural", concluye.