Es probable que te haya ocurrido en alguna ocasión. Eso de enviar un audio por WhatsApp a algún amigo o familiar y, al escucharlo después, sentir cierto desagrado al oír tu voz grabada. ¿De verdad cada vez que hablas se te escucha así? Esa es la sensación que tienen múltiples personas, que tienen una percepción propia de su voz que cambia cuando la escuchan por alguna otra vía, como pueden ser los audios. ¿Por qué ocurre esto?
“¿De verdad hablo así?”, es la reacción que muchas personas tienen al escucharse en un audio o un vídeo. Lo cierto es que existe una cierta lógica para que esto nos ocurra que tiene que ver con cómo llega a nuestros oídos el sonido de nuestra propia voz, tal y como Ashish Shah, audiólogo de The Hearing Care Partnership ha explicado al diario Mirror.
Según este experto, “cuando hablamos, el sonido de nuestra voz se transfiere a nuestros oídos de dos maneras: externamente por conducción aérea e internamente a través de nuestros huesos. La conducción ósea transfiere frecuencias más bajas que el sonido transmitido por el aire no puede, por lo que da a nuestra voz el tono más bajo al que estamos acostumbrados”.
Mientras tanto, cuando hablamos con otras personas, lo cierto es que “solo se escucha nuestra voz a través de un sonido transmitido por el aire, por lo que nos escuchará en una frecuencia más alta, igual que cuando escuchamos nuestra propia voz a través de una grabación”, explica Shah.
Por tanto, cuando nos escuchamos a nosotros mismos en cualquier grabación “no tenemos el sonido de conducción ósea para agregar las frecuencias más bajas, así que nos escuchamos a nosotros mismos de una manera que no estamos acostumbrados a escuchar”. Además, la sorpresa por escuchar nuestra voz viene en parte porque no solemos analizar las voces de los demás, por eso el juicio sobre nosotros mismos cae en que puede que no sea lo que esperamos, así que puede resultar incómoda al estar acostumbrados a escucharla desde dentro.
No solo eso, la experta en voz Rebecca Kleinberger también señaló hace años que existe el llamado filtro neurológico, que cuando abrimos la boca para hablar nuestra corteza auditiva se apaga. “Oímos nuestra voz, pero el cerebro nunca escucha su sonido”, explicó. “Sabemos cognitivamente cómo vamos a sonar, por lo que no necesitamos gastar energía en analizar la señal”, sostiene.
Además, en un estudio de 2013 se le pidió a sus participantes que calificasen las voces en función de su atractivo, con la trampa de que no sabía que entre ellas estaban las de ellos mismos. Lo interesante fue ver cómo preferían sus voces grabadas frente a las de otras personas, pero si conocían que su voz estaba entre la muestra, los resultados sobre ellos mismos no eran tan positivos.