En ocasiones nos vemos involucrados en encuentros, conversaciones o interrogatorios en los que no nos encontramos nada cómodos, pero tampoco queremos que nuestro interlocutor se dé cuenta de ello. Podemos elegir tanto lo que decimos como lo que callamos, incluso podemos emplear una gama de gestos durante nuestro discurso de forma consciente para transmitir algo. Pero resulta más difícil controlar esas expresiones corporales y gestualizaciones que emitimos de manera involuntaria y que revelan nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos.
La experta en Sinergología y especialista en comunicación no verbal Eva García Ruiz nos enseña a ocultar nuestra incomodidad con ciertas situaciones en una nueva entrega de 'Todo lo que dices (sin darte cuenta)'. Para ello, su primera recomendación es tener mucha precaución con fingir o evitar gestos, porque todo lo que pensamos produce una activación cerebral que produce una descarga eléctrica en los músculos, con el resultado de que inevitablemente nuestro cuerpo se va a mover.
Una cosa es intentar reducir los movimientos que hacemos deliberadamente o de forma semiinconsciente, como pueden ser los de las manos, pero no podemos evitar que sigan apareciendo los no conscientes. Por ejemplo, una dilatación en la pupila, un movimiento muscular fugaz o una contracción. Si tratamos de forzar mucho la corporalidad, nuestro interlocutor va a percibir falta de autenticidad, incluso sin necesidad de ser ningún experto.
¿Qué podemos hacer para no delatarnos? Pues algo que todo el mundo tiende a pensar que es síntoma de ocultar algo o directamente mentir es el gesto de rascarse la nariz. Otro hábito que deberíamos intentar evitar es el de la microlimpieza. Es decir, ese gesto de quitarnos una pelusilla de la ropa mientras nos habla alguien y que denota una evidente falta de interés por nuestra parte.
Otra situación en la que el lenguaje no verbal es importante es cuando queremos saber si le gustamos o le caemos bien a alguien. Hay personas que son muy poco sutiles a la hora de transmitir el desagrado que sienten con una situación, pero otras no muestran de forma tan directa cómo se sienten y hay que fijarse en ciertos detalles. Por ejemplo, si detectamos que el párpado inferior desciende, dejando visible la parte blanca del ojo, eso es una señal de malestar. O si le preguntamos si le gusta la comida que hemos cocinado y notamos que la boca se repliega, es síntoma de que no quiere ser sincero.