Te ocurre más a menudo de lo que te gustaría admitir. Te pones a ver una película de terror junto a tu pareja y lo pasas fatal, no solo durante el tiempo que dura, sino que después se te queda un mal cuerpo horrible con el que te vas a la cama. Mientras, ella permanece imperturbable, como si ninguno de los sucesos espantosos que se suceden en la pantalla tuvieran el más mínimo efecto sobre ella. ¡Incluso puedes ver cómo sonríe! ¿Qué pasa ahí? ¿Por qué yo apenas puedo soportarlo y ella luce tan cómoda? ¿Por qué reaccionamos de forma tan distinta a situaciones inusuales? ¿De qué depende que una película provoque miedo a unos y no a otros?
Muchas preguntas y una certeza: el nivel de terror que te produce una película depende más de tu personalidad que de la película en sí. Esa es la conclusión a la que llegó Frank McAndrew, del Knox College de Estados Unidos, en un artículo publicado en la revista 'Psychology Today'. Todo depende de tu grado de comodidad ante la incertidumbre. Es decir, lo que experimentas con una película de miedo no es pavor en sí, no es saberte amenazado, es no saber qué va a pasar después, y por tanto no poder trazar una estrategia de defensa efectiva.
Según su razonamiento, si asustarse es el resultado de algún tipo de incertidumbre, entonces las personas que más incómodas se sienten ante la incertidumbre son también las más propensas a experimentar miedo. Para comprobar si esta deducción es correcta, McAndrew diseñó junto a su equipo un experimento en el que 278 personas completaban unos test de personalidad que medían su tolerancia a la ambigüedad. Para ello se les pedía que evaluaran 25 imágenes de personas, lugares y cosas tanto "normales" como espeluznantes y confusas.
Los resultados, publicados en 'The Journal of Psychology', confirmaron lo que McAndrew ya sospechaba: los individuos menos tolerantes a la incertidumbre se confundían y se asustaban más fácilmente ante las imágenes estremecedoras. El estudio también reveló que las mujeres, en general, se asustaban más fácilmente que los hombres.
El experto confía en que estas conclusiones tengan posibles aplicaciones en la vida real para comprender la psicología que hay detrás de lo espeluznante. Dado que lo que para algunos es aterrador para otros puede ser muy disfrutable, las nuevas tecnologías como la realidad virtual podrían evolucionar hacia sistemas personalizables en cuanto a su grado de terror, dependiendo del objetivo de la experiencia.
"El descubrimiento de que la propia personalidad es un determinante importante de la facilidad con la que uno puede sentirse confundido o incómodo sirve como recordatorio de que un enfoque único para las nuevas tecnologías puede no funcionar tan bien", explica McAndrew. Lo mismo se puede decir del diseño de espacios. Aquellos que están diseñados para niños y personas mayores deben ser acogedores y tranquilizadores, y eso pasa por entender qué características arquitectónicas asustan a las personas y por qué.