Virginia Woolf lo advirtió en 'Una habitación propia': "Los ojos de los demás son nuestras cárceles, sus pensamientos nuestras jaulas". El grupo Mecano, de una manera más prosaica, insistió en ello: "Lo que opinen los demás está de más". Y, por aquello de que volvemos a tropezar una y mil veces con la misma piedra, María de Mondo dedica su último libro a subrayar lo que debería ser uno de los mandatos más básicos para alcanzar la felicidad: 'La opinión de los demás está de más'.
Así es como ha titulado esta divulgadora de la salud mental y el desarrollo personal esta guía para aprender a prescindir de las críticas y pensamientos ajenos y seguir lo que nos dicte el corazón y la intuición. Nos habla de amor propio, de escucharnos a nosotros mismos, de entendernos y mantener el ego a raya o de algo tan simple e inexcusable como es dormir en paz sabiendo que somos fieles a nosotros mismos. Todo eso que nuestro particular Pepito Grillo nos lleva diciendo desde hace años, pero sin darnos una idea exacta de cómo conseguirlo. Preguntémosle a María.
¿Por qué nos importa tanto el qué dirán?
Nos importa porque somos seres sociales y hemos alimentado nuestro ego a partir de la influencia de la familia, los amigos, el entorno. Valoremos cuántos de nuestros deseos, actitudes, creencias, gustos, necesidades o decisiones son realmente nuestros. Es decir, que no vienen condicionados por la necesidad de encajar y responder a las expectativas que esperan de nosotros.
¿La pregunta clave sería qué haríamos hoy si supiésemos que nadie nos juzga o nos mira?
Así es. Lo que ocurre es que vivimos en piloto automático sin darnos de que cuenta de todo aquello que ha tomado el control de nuestra vida. Responder a esta pregunta nos daría una idea de todas esas cosas que hacemos y dejamos de hacer, decimos o dejamos de decir para no provocar un pensamiento negativo en aquellos que tenemos delante.
¿Realmente somos tan críticos con los que nos rodean?
La crítica existe, es cierto, pero deberíamos tener en cuenta que no es nada personal. Es uno de los mantras que yo aplico en mi vida e intento que lo fijen también las personas a las que atiendo. Es muy liberador ser consciente de esto porque vas a restar importancia a esa opinión que recibes.
Si no es nada personal, ¿qué hay detrás de esa tendencia a opinar y juzgar?
Es un mecanismo de defensa por parte de quien lanza esa crítica. Generalmente lo que hay es inseguridad, baja autoestima, necesidad de posicionarse por encima del resto. Insisto en que no es un ataque personal. Detrás suele haber mucho dolor.
Todo ello se magnifica si ocurre en las redes sociales. Ahí entramos todo un universo pendiente del like o del comentario.
El hater es el mismo, alguien inseguro y con dolor que critica para desviar la atención hacia afuera. Hay personas con muchísima facilidad para mostrar su opinión detrás de la pantalla y ocultándose bajo un nombre ficticio. Tú decides, por tanto, qué peso quieres darle a esa crítica que recibes.
¿Por qué una sola crítica después de mil halagos puede hundirnos tanto?
Por esa falta de seguridad en uno mismo, pero aún estamos a tiempo de tomar consciencia de que no es nada personal.
¿Cómo deberíamos responder?
No es cómo respondes, sino cómo reaccionas. Lo que yo propongo es validar nuestras emociones cuando recibimos esa opinión que nos disgusta. Hay frases que tocan una fibra sensible, por lo que debemos aceptar cómo nos hacen sentir, pero valorando quién emite esa crítica y si hay en ella algo constructivo de lo que podamos notar nota.
¿Cómo nos perjudica estar pendiente de lo que opinen los demás?
Nos perdemos una vida basada en la autenticidad, en nuestros propios valores y gustos. Significa dejar pasar la vida sin querernos lo suficiente, sin darnos un tiempo para valorar qué deseamos, con qué disfrutamos, quién queremos que nos acompañe en este camino y de quién deberíamos alejarnos. Es más doloroso traicionarnos a nosotros mismos que no gustar a todos.
¿Pasados los 50 aún podemos desprendernos de esta carga?
Es un excelente momento. No por los cambios de década, sino por los recursos que acumulamos para valorar qué nos gusta, qué y quién nos hace felices, con qué disfrutamos, qué nos da la paz. Es el momento de plantearse vivir sin estar pendiente de complacer y agradar a los demás. Prestar atención a todo esto es nuestra gran revolución vital. Ganamos alegría, bienestar, paz interior y la tranquilidad de dormir sabiendo que vivimos de acuerdo con nosotros mismos.
¿Qué propones para liberarnos de ese miedo al qué dirán?
En primer lugar, tendremos que asumir que no podemos agradar ni gustar a todo el mundo. No pasa nada. Ese pensamiento que nos llega de parte de alguien refleja más sobre él que sobre nosotros. Por otra parte, deberíamos pensar con detenimiento el motivo por el que ese juicio de valor nos hiere tanto. ¿Qué es exactamente lo que tememos del qué dirán? Si reparamos en ello, veremos que no es tan terrible. Por último, hay que pasar a la acción. No vale con identificar todo esto y darse cuenta de que, efectivamente, no pasa nada. El siguiente paso es actuar de acuerdo con nuestra autenticidad y un primer avance será emitir nuestra opinión en grupo o poner límites a esas personas que los traspasan.
Cada día aumenta más el raudal de terapias, técnicas y libros de autoayuda. ¿Cómo sabemos qué nos conviene para liberarnos de estas conductas que tanto condicionan nuestro bienestar?
Este acceso ilimitado a la información y su masificación desde las redes sociales e internet nos puede abrumar y confundir. Es infoxicación. Frente a esta saturación, aconsejo tomar como brújula nuestra intuición para crear nuestra vida a partir de nuestros valores, necesidades y sistema de creencias. Si lo hacemos, nos convertimos en gurús de nosotros mismos. ¿Quién puede tener más autoridad que uno mismo para marcar nuestro camino?