La trabajadora social clínica y psicoterapeuta Amy Morin no ha tenido una vida fácil. Se convirtió en viuda antes de los 30 y supo de primera mano, y de manera muy seguida, qué significaba perder a sus seres más queridos. Podía haber elegido recordar su tragedia personal una y otra vez. Pero, en vez de eso, decidió hacer de la desgracia el motor de su éxito. ¿Cuá sería ese éxitol? Ayudar a otras personas a ser mentalmente fuertes ante las adversidades. El resultado es '13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen' (Grijalbo), un libro cuyo objetivo es dar al lector las herramientas necesarias para lograr aquello que nos propongamos.
Con más de 1.000.000 de ejemplares vendidos, la obra de Morin, inspirada en una popular charla TEDximpartida por ella misma, nos enseña a recuperar nuestro poder, aceptar el cambio, afrontar los miedos y a entrenar el cerbro para alcanzar el éxito y la felicidad. 'Solo' hay que evitar las 13 cosas que no hacen las personas mentalmente fuertes.
Las personas mentalmente fuertes no destinan su tiempo a compadecerse de su situación o de cómo les han tratado otras personas. En vez de eso, entran en acción; antes, piensan en cómo solucionar el problema y trazan una estragegia para poder actuar. No pierden mucho tiempo en lamentarse, sino que se responsabilizan de las circunstancias teniendo claro que la vida no siempre es fácil ni cómoda.
Normalmente, no permiten que los demás controlen su vida y, por tanto, no le dan poder a nadie para que eso ocurra. No dicen cosas como "Mi jefe me hace sentir mal" porque entienden que cada persona está al mando de sus emociones y que tienen capacidad de agencia: pueden elegir de qué manera responden a ciertas situaciones.
Vivimos en un entorno cambiante y vulnerable. Las personas mentalmente fuertes lo asumen y asumen que solo podemos adaptarnos a ese tipo de entornos a través del cambio. Por tanto, no eluden los cambios; al contrario, los integran de manera positiva como una oportunidad para crecer y ser flexibles. Cambiar es inherente a la vida (cada 21 días cambian hasta nuestras células), así que lo más práctico es tener la habilidad de adaptarnos.
Nunca oiremos a una persona mentalmente fuerte quejarse de cosas ajenas a ella. No se enfocan en lo que no pueden controlar, sino en lo que pueden mejorar. ¿Cuántas cosas son esas? Muy pocas, realmente. No podemos controlar el tráfico o que suba el IVA de los alimentos. Lo que sí podemos controlar es la actitud que mantenemos ante los desafíos de la vida.
No podemos gustarle a todo el mundo. Si todos somos conscientes de esta realidad, las personas mentalmente fuertes hacen de esta frase su mantra. Su manera de expresarlo es no tener miedo a decir no o a poner límites cuando es necesario. Eso no significa que sean maleducados o poco amables, pero saben manejar los compromisos. Si esos compromisos no van a hacerles más felices, no los llevan a cabo.
No son personas irresponsables; por tanto, no incurren en riesgos innecesarios. Sin embargo, no les asusta asumirlos de manera calculada si hay algo importante en juego. Ante una decisión compleja, las personas mentalmente fuertes dedican tiempo valorando los riesgos y beneficios. Otra característica es que se informan muy bien antes de decidirse por una opción.
Quedarse anclado en el pasado, pensando qué pudo haber cambiado si las cosas hubieran sido diferentes no es propio de las personas mentalmente fuertes. No es que lo rechacen, lo agradecen como una oportunidad de aprendizaje, pero no se quedan anclados en él. Tampoco se recrean en las malas experiencias o en los días de gloria. Viven el presente y tienen planes de futuro.
Aceptan la responsabilidad que tienen en sus acciones y reconocen los errores del pasado. En consecuencia, no suelen repetir los mismos fallos una y otra vez y tienden a tomar mejores decisiones. En suma, el pasado no les limita, pero sí les enseña.
Las personas mentalmente fuertes saben que en la vida hay sitio para todos. No perciben a los demás como amenazas, así que no les importa reconocer el éxito de los demás. No saben lo que es sentir celos o envidia. Su manera de celebrar el éxito de los demás es reconocer el trabajo que hay detrás de él. Precisamente, toman nota de las estrategias que han llevado a ese éxito y se ponen manos a la obra.
A estas personas no les da miedo el fracaso. Para ellos, no es una razón para dejar de intentar algo. En vez de eso, ven el fracaso como una oportunidad para crecer y mejorar. No les importa intentarlo una y otra vez hasta tener éxito.
Las personas con buenos recursos mentales no tienen miedo de vivir en soledad ni temen el silencio. Estar a solas con sus pensamientos no les produce angustia; de hecho, a veces buscan esos momentos de soledad para reflexionar y ser más productivos. Son felices en su propia compañía y no dependen de las otras personas para sentirse felices. Pueden sentirse bien estando consigo mismos.
Algunas personas se conducen como si el universo les debiera algo, cuando, en realidad, tampoco han hecho nada para que el mundo esté en deuda con ellos. Las personas mentalmente fuertes no son así. No tienen la mentalidad de que son los demás los que tienen que procurar su felicidad. Se enfocan en buscar las oportunidades que pueden llevarles a una vida mejor, basándose siempre en sus propios méritos.
Ya sea en nuevos proyectos profesionales o personales, especialmente en lo que tiene que ver con su salud y bienestar, las personas mentalmente fuertes saben que los resultados de algo importante nunca son inmediatos. Para perseverar en su objetivo, trabajan su voluntad, para muchos psicólogos, la 'joya de la corona' de la personalidad. Se emplean a fondo para ser tenaces y si fallan, no abandonan. Lo toman como un pequeño contratiempo antes de seguir. Eso lo consiguen gracias a otra habilidad que no siempre aparece en los manuales de psicología, pero que es clave: hablarse con amabilidad. Como nos tratemos a nosotros mismos importa. Para las personas mentalmente fuertes, ¿qué sentido tendría tener una mala relación con la persona (nosotros mismos) con la que vamos a estar siempre?