Mientras en los pueblos afectados por la DANA comienzan los trabajos de recuperación, queda una parte invisible y más costosa de recuperar. Los trastornos emocionales y el riesgo de estrés post-traumático comienzan a instalarse en buena parte de los afectados. Saber acompañar a estas personas para que no acusen los peores efectos de la tragedia puede ser tanto o más complejo que otras labores de reconstrucción. Si el paisaje físico está arrasado, el paisaje interior también necesita ayuda. Pero no de cualquier forma.
Como explica Patricia Gutiérrez Albaladejo, psicóloga, profesora universitaria de la Universidad Autónoma de Madrid y creadora del proyecto 'Familiando', la clave es saber a quién estamos acompañando. "No es lo mismo acompañar a personas mayores que ya han vivido experiencias adversas, situaciones de pobreza o de mucha vulnerabilidad que acompañar a niños que no han conocido situaciones así y no saben cómo explicarlas", afirma la experta.
Precisamente es esa falta de capacidad expresiva la que hace de los niños un colectivo aún más vulnerable. "Los adultos tenemos que hacer una labor de pedagogía. No les explicamos nada porque creemos que no nos van a entender y, al mismo tiempo, hay una sobreprotección. Pero, en realidad, explicar las cosas a su escala sirve para amortiguar la situación y para minimizar la posibilidad de que haya un estrés post-traumático. ¿Cómo se logra eso? Preguntándoles cómo se sienten, cómo están viviendo la situación y haciéndoles ver que están ante algo excepcional. Por ejemplo, se les puede explicar qué es una gota fría y cómo se forma", asegura esta psicóloga.
Si hablar puede ser terapéutico, eliminar el miedo a la pérdida aún lo es más. En una catástrofe natural como la de la DANA, niños y adolescentes pueden hacer asociaciones peligrosas. "No estamos preparados para ese miedo. Si, por ejemplo, los más pequeños se han ido a dormir y al despertarse han visto que faltan sus padres o alguien de la familia, pueden relacionar dormir con perder un ser querido", afirma Patricia Gutiérrez. La situación puede ser aún más grave si ese miedo no se comparte o si los padres no hablan de esa situación por miedo a preocupar aún más a sus hijos.
Para las personas de más edad, la estrategia es distinta. En su caso, la rutina funciona como un bálsamo. "La rutina es factor importante en el bienestar de los mayores. Necesitan anticipar cómo van a ser sus días. Los adultos jóvenes no necesitan de la anticipación, pero los mayores necesitan saber quién les va a atender. Eso les da seguridad, así cuanta más información les demos, siempre que sea posible y no haya afecciones neurológicas, mejor", asegura la experta, quien alerta de un hábito frecuente consistente en despersonalizar a los mayores. "A veces les tratamos como no-individuos, como si no contáramos con ellos", asevera.
Para todos, más jóvenes o más maduras, hay un recurso que permite acompañar, ayudar y restablecer la armonía perdida tras la catástrofe. Ese recurso es simple y efectivo: se trata de pasar a la acción.
Como señalan numerosos expertos, entrar en acción es un factor de protección contra el estrés. Patricia Gutiérrez lo confirma: "Las personas funcionamos mejor en la acción que en la imaginación. Todo lo que el cerebro no ve se lo inventa. La imaginación es poderosa". En esa lógica, si estamos aislados, sin objetivos concretos y dejando que nuestra mente vague, anticiparemos los peores escenarios, además de no poder hacer algo fundamental para evitar traumas, como es reprocesar la información. "Si participas en algo, si haces algo, estás tomando el control de la situación y ganando seguridad", señala la experta.
Esa toma de control tiene efectos terapéuticos entre los afectados por cualquier tragedia. "En esos casos es importante estar convencidos de que suceda lo que suceda, tenemos la capacidad de generar cambios, al tiempo de entrar a formar parte de un sistema de valores compartidos", explica la psicóloga. Es, precisamente, la acción en comunidad lo que mejor nos puede proteger del trauma.
Aún es pronto para conocer las consecuencias emocionales de esta DANA devastadora, pero, aún así, podemos poner en práctica las actitudes que mejor pueden protegernos de los peores efectos de la tragedia. Para la psicóloga Patricia Gutiérrez, hay seis valores que deberíamos incorporar a nuestros procesos:
¿Dónde queda aquí la confianza? Confiar en que tenemos una red de apoyo que funcionará ante un problema también es un factor protector del trauma. En este caso, para la psicóloga, "la confianza está quebrada". La indignación de los ciudadanos de hace solo unos días era muestra de ello. "La confianza solo puede reconstruirse a través de los hechos. Cuando las acciones y la verbalización de esas acciones vayan de la mano. Si no, solo habrá incredulidad e incomprensión", concluye esta experta.