“No sé si el juego es más peligroso que las drogas o el alcohol, pero hace el mismo daño. Me da miedo que mis hijos sufran lo mismo que yo. Empecé a trabajar y a ganar dinero muy joven. Al mismo tiempo, comencé jugando a lo grande al bingo y a las tragaperras. Calculo que en estos años me habré deshecho de unos 300.000 euros. He llegado a robar a mis hijos el dinero que les regalaban por sus cumpleaños o sus comuniones. También he robado en mi empresa, cometí un desfalco de más de 6.000 euros. Me daba cuenta de que no podía seguir, pero era superior a mí: podía estar seis horas seguidas jugando, sin que nadie me dijese nada. Y todo eso sigue igual. La gente joven tiene ahora más opciones que nunca, en el ordenador o por la calle. ¿Cómo vamos a evitar que caigan?”.
Quien comparte esta experiencia es Martín, un hombre de 65 años que vio cómo el juego empezó a tomar las riendas de su vida. “Lo peor de la adicción es el daño moral que ocasiona. Es algo que te come a ti y a las personas que te rodean. Llevo varios años sin jugar y ya no tengo miedo a caer, pero sé que la adicción sigue ahí”.
Martín, que sigue acudiendo a grupos de apoyo, conoce bien el mecanismo de la adicción. “La adicción es una enfermedad y no se cura. Podemos controlar los impulsos que nos hacen beber o jugar en exceso, por poner dos ejemplos, pero la adicción, como tal, es una enfermedad crónica que siempre hay que tratar. Hay que tener en cuenta también que las adicciones no suelen darse solas. Hay una primaria y una secundaria. En el caso, del juego, la secundaria suele ser el alcohol, lo que complica el problema extraordinariamente. Pero podemos parar la cadena de adicciones intentando controlar el impulso. Una vez superado, funcionan muy bien los grupos de seguimiento en los que se comparten experiencias”, explica Antonio López Culebras, psicólogo y terapeuta de la Fundación Recal, centro de rehabilitación ubicado en Madrid.
El miedo de Martín a que sus hijos se conviertan en ludópatas es una angustia compartida con la mayoría de padres de hijos adolescentes. Y hay momentos de especial complejidad. “En la adolescencia ocurre un hecho trascendental: se produce una transferencia de responsabilidades de padres a hijos. Hasta ese momento los padres se ocupaban de todo: alimentar a los hijos, cuidarlos, trasladarlos a donde sea necesario. Cuando son adolescentes comienzan a asumir algunas de estas obligaciones y esa transferencia no siempre se hace bien. A veces es porque los padres son demasiado posesivos o, al contrario, están ausentes o no han impuesto límites. Lo que sí sabemos es que esa etapa en la que los padres comienzan a delegar responsabilidades y los hijos, a asumirlas está relacionada con el desarrollo de un perfil adictivo”, afirma el psicólogo.
Desde 1995 el Plan Nacional sobre Drogas realiza cada dos años una Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España para la población de 15 y 64 años. Son más de 20.000 entrevistas que revelan la fotografía de las adicciones en nuestro país. Como novedad, el último estudio realizado, correspondiente a los años 2017-2018, introduce nuevas adicciones, entre ellas, la ludopatía. El caso del juego especial respecto a otras adicciones: mientras que en el resto el pico de consumo afecta a los más jóvenes y suele desaparecer con la edad, en la ludopatía el consumo es ascendente. El consumo se inicia desde joven y se prolonga hasta la edad madura. O visto de otra manera: entran nuevos ludópatas jóvenes y se mantienen los maduros. “El perfil del jugador online y presencial es diferente: el juego presencial está más extendido y alcanza mayores prevalencias a mayor edad. Sin embargo, el juego online es un fenómeno más frecuente en edades más jóvenes y muestra importantes diferencias por sexo, siendo además el tipo de juego mayoritario las apuestas deportivas”, explica Azucena Martí, delegada del Plan Nacional sobre Drogas.
Según su última encuesta, en 2017 un 60,2 % de la población de 15 a 64 años ha jugado juegos con dinero, ya sea presencial u online. El grueso del juego online se concentra en los jóvenes, mientras que el juego presencial es más frecuente entre las personas de mayor edad. En juego presencial, lo más frecuente son las loterías, quinielas y rascas, aunque un 10,6% de los jugadores hombres realizan apuestas deportivas presenciales. En cuanto al juego online, las apuestas deportivas son el juego más habitual en la población (64,9%), seguido de juegos de cartas con dinero (17,2%) y de los videojuegos (15,9%).
La última encuesta arroja, además, una nueva variable: los más jóvenes empiezan a jugar también de manera presencial. “En el juego presencial, la prevalencia es mayor entre mayores de 45 (de 45 a 54 años, 68,1%; de 55 a 64 años, 73,6%), aunque también hay un consumo notable entre los menores de 44 años. De hecho, parece la única adicción cuyo consumo no decrece por la edad”, resume Azucena Martí. La existencia de este fenómeno reciente obedece a la proliferación de las casas de apuestas, para las que, a diferencia de los casinos, no existe ninguna regulación en cuanto a distancia de poblaciones urbanas. Suelen estar situadas en lugares de mucha densidad y rotación. Y si hay un lugar con una afluencia excepcional son los colegios e institutos.
“La proliferación de casas de apuestas son peligrosísimas: es como si a un heroinómano lo sitúas en pleno mercado de drogas. Me atrevería a decir que el 90% de los clientes de este tipo de establecimientos son ludópatas”, afirma Antonio López Culebras. Otros especialistas explican lo peligroso de mezclar algo potencialmente adictivo con otras actividades de ocio. “En muchos casos, combinan las apuestas con una oferta de restauración muy barata. Todos hemos visto a las nueve de la mañana casas de apuestas abiertas que ofrecen un precio irrisorio por desayunar o bingos en los que comer es increíblemente barato. Una vez dentro, estos locales siempre están decorados con el fin de anular cualquier presencia del mundo exterior para que los jugadores pierdan la noción del espacio y del tiempo”, explican desde LARCAMA (Ludópatas Asociados en Rehabilitación de Castilla La Mancha).
En este contexto, ¿qué hacen los reguladores? El gobierno aprobó en marzo de este año una modificación de la Ley 13/2011 de Regulación del Juego. La nueva normativa no contempla la reivindicación histórica de las Asociaciones de jugadores rehabilitados de incluir en cada modalidad de juego el aviso de que se trata de una actividad adictiva, al igual que se ha hecho con el tabaco. Sin embargo, la ley sí contempla la obligatoriedad de verificar la identidad del usuario a través de la comprobación de su documento de identidad. No cumplir con esta obligación puede suponer multas de hasta 100.000 euros. Pese a las sanciones, la realidad es que el control es escaso. El sector factura al trimestre una media cercana a los 4.200 millones de euros, según datos del Ministerio de Hacienda. En el otro lado hay personas que juegan todos los días al menos 60 euros, la cantidad que, según el Ministerio de Sanidad y Consumo, indica un comienzo de trastorno ludópata. No hay economía media que resista este gasto. ¿Cómo es posible seguir jugando sin dinero? La respuesta está en los microcréditos. La mayoría de los expertos coincide en que acceder de manera fácil y rápida a grandes sumas favorece la adicción al juego. El nuevo ludópata quizá no pide tanto dinero a su familia o conocidos, pero contrae más y peores deudas que nunca.
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