"La psicóloga me dijo que expresara a mis amistades que no estoy bien, para tener su apoyo. Lo hice. ¿Respuesta? Han desaparecido de mi vida. Una de ellas es psicóloga, con sus redes sociales repletas de mensajes animando a normalizar la salud mental. La hipocresía". Cdecan (nombre de usuario en Twitter) publicó este mensaje antes de fin de año. De inmediato, se llenó de likes, comentarios y retuits y, sin esperarlo, su tuit se viralizó.
También llamó nuestra atención y contactamos con ella para saber qué le llevó a compartir su decepción. Cdecan, que prefiere mantenerse en el anonimato, sufre desde hace años fobia social. "Tras la pandemia -cuenta- perdí mi trabajo y el aislamiento hizo que mis problemas de ansiedad se agravaran. Hace unos meses sentí que había tocado fondo y quise expresar cómo me sentía, aunque quedó más bien en un intento".
La reacción en su círculo de amistades al conocer su situación, sus miedos y su soledad fue aconsejarle que no se preocupase, que iría a mejor. Nada más. Descubrió que ya no contaban con ella y, aunque trató de restarle importancia, insistió y de nuevo les habló de sus dificultades para seguirles el ritmo y del empeoramiento de su estado. Una vez más, mostraron absoluta falta de empatía. El mayor gesto de generosidad por su parte fue algún emoticón llevándose las manos a la cabeza. Mientras tanto, no tenían empacho en subir al grupo de WhatsApp fotos de sus divertidos momentos y comentarios de lo mucho que estaban disfrutando.
Se nos llena la boca a la hora de decir que hay que dar visibilidad a la salud mental, pero ¿esta es la manera más corriente de actuar o lo que está viviendo Cdecan es excepcional? Para salir de dudas no hay más que leer la lluvia de comentarios y reacciones a su tuit. La gran mayoría relata vivencias muy similares a la suya. Nunca habrían imaginado tal repercusión.
"Llevaba días sin parar de pensar en todo el dolor que me producían la pérdida y el abandono, así que conté en cuatro frases lo que me había sucedido, pero pensando que nadie me leería". De repente, dejó el móvil unas horas y cuando volvió a Twitter vio una notificación que le decía que su tuit se estaba haciendo viral.
A partir de ahí empezó a sumar comentarios, corazones, retuits y mensajes privados. "Mi mensaje estaba llegando a miles de personas, incluso de otros países, que se sintieron identificadas conmigo y que vivían sus problemas de salud mental en soledad. No daba crédito. Eran personas que me hablaban de sus trastornos de ansiedad, de personalidad, depresión, ataques de pánico, intentos de suicidio, víctimas de violación, abuso infantil o maltrato. No pude parar de llorar pensando en su dolor". En casi todos se aprecia la misma sensación que describe Cdecan: "indiferencia, invalidación y abandono".
Su conclusión es que está de moda dar una imagen de empatía, inclusión y apariencia de buena persona. "De nada vale si todo es una fachada". Al menos, el apoyo recibido en redes le ha servido para convencerse de que no es malo compartir lo que sientes ni buscar comprensión en los seres queridos. "Contar lo que sentimos no nos hace personas tóxicas. Ahora sé que no estoy sola, aunque tengamos que gritar para encontrarnos".
La opinión de la psicóloga: hablar de ello todavía causa respeto
Cdecan abrió un hilo en redes del que siguen tirando miles de usuarios, casi siempre de forma anónima. Ahora bien, cuando nos concierne a nosotros de una manera más directa, la cosa cambia. ¿Tanto nos cuesta?
Regina Insa Martínez, psicóloga de mundopsicologos.com, confirma que ha habido algunos eventos que han ayudado a normalizar que hablemos de bienestar emocional, ansiedad u otros trastornos. La pandemia ha sido uno de ellos, pero también el retiro de la medallista olímpica Simone Biles, que marcó un antes y un después en la relación entre deporte y salud mental. En España, el reciente suicidio de Verónica Forqué encendió el debate en los medios de comunicación.
"Aun así -dice- hablar de salud mental es hablar de algo desconocido y que ciertamente, causa respeto y cierto miedo. Miedo por no saber qué decir, cómo actuar, cómo tratar a esa persona que tiene una enfermedad mental y también, aunque nos cueste reconocerlo, miedo por nuestra integridad física si esa persona no puede controlar sus impulsos o si la enfermedad dirige sus acciones y pensamientos. A la sociedad en general nos falta mucha información sobre la enfermedad mental".
La persona que padece una enfermedad mental tiene miedo, según la psicóloga, a ser diagnosticada y etiquetada y, por consiguiente, estigmatizada y excluida socialmente. Un error porque "el diagnóstico lleva asociado un tratamiento que permite su inserción en sociedad. Este es el gran avance". Teniendo en cuenta estos argumentos, Insa comparte algunas pautas tanto para hablar de lo que nos pasa como para escuchar a quien le está pasando de modo que el resultado sea provechoso.
Céntrate en aquellas personas que puedan darte apoyo y comprensión y con las que esté comprobada la confianza. En segundo lugar, habla a quien necesite saberlo para actuar en caso necesario. Por ejemplo, algún compañero o superior en tu ámbito laboral, algún familiar o aquellas amistades consolidadas. No es necesario que todo tu entorno conozca tu intimidad.
Transmite información real sobre el diagnóstico y el tratamiento que hayas contrastado con profesionales de la salud mental: psicólogo, psiquiatra o doctor. Recuerda que en esto puedes recibir pautas profesionales sobre cómo comunicar. Es mejor que introduzcas que vas a hablar de un tema personal y delicado para ir preparando el terreno, pero sin crear expectación ni alarma.
El diagnóstico y el tratamiento es menos importante que transmitir en qué te puede ayudar la persona con quien compartes tu intimidad. Explica para qué lo compartes, si es para expresarte y desahogarte, e informa que no esperas más que escuchar y aliviar el dolor. Si necesitas apoyo emocional o algún tipo de asistencia, pídeselo abierta y claramente dejando claro que no es una obligación, que puede elegir libremente no hacerlo.
Suele suceder que hay una intención de ayuda por parte del que recibe la noticia. Tus amigos son amigos y no profesionales, por lo que si no pides qué necesitas, te darán lo que ellos consideren mejor darte. Los hay que te explicarán que tienen un conocido al que le pasa lo mismo, que una vez en algún lugar escucharon o leyeron un remedio; otros se pondrán a llorar o los hay que desaparecen.
Aunque nos falta información y manejo sobre la enfermedad mental, escuchar sin más es una gran ayuda. "Tú puedes ser ese amigo que está, sin presionarte a hacer nada más que estar al lado del que sufre. Observa sus reacciones y elige cuál es tu mejor manera de ser amigo", concluye Insa.