El psicólogo Rafael Guerrero vive su cruzada particular: "sensibilizar y concienciar a la gente de que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) existe, que también existe una corriente negacionista, y que hay que comprenderlo". Con este objetivo acaba de reeditar el libro 'TDAH: entre la patología y la normalidad' (Libros Cúpula), "una guía escrita con mucho cariño para mamás, papás, profesores y profesionales para que entendamos qué es el TDAH eliminando muchos mitos y podamos desarrollar estrategias para poder ayudar en ese largo camino a nuestros hijos y nietos, además de a nuestros alumnos o pacientes", explica durante la entrevista que ha mantenido con Uppers.
En España, esta patología afecta a un 5% de la población infantil, pero no se queda en esa etapa del desarrollo, sino que puede ser un trastorno limitante con una comorbilidad grave en la edad adulta: las personas con TDAH pueden desarrollar depresión y ansiedad, y tienen más probabilidades de morir en un accidente, romper su pareja o perder su empleo.
¿Qué es el TDAH?
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo, forma parte de un grupo donde incluimos, además del TDAH, el Trastorno del Espectro Autista (TEA), la discapacidad intelectual y los trastornos específicos del aprendizaje. Lo que tienen en común es que el cerebro se desarrolla de una manera más lenta de lo que, estadísticamente, es habitual. Como consecuencias, en el caso del TDAH, esa inmadurez cerebral presenta como síntomas, aunque no siempre concurren, problemas para concentrarse, la hiperactividad y la impulsividad. Luego hay otros síntomas que también son relevantes como son la dificultad para planificarse, problemas para regular las emociones, a veces también cursa con dificultades a nivel social.
¿Qué consecuencias tienen estos síntomas para la persona que tiene un TDAH?
Las implicaciones conductuales y sociales pueden llegar a ser bastante limitantes y conllevan un sufrimiento, tanto para la persona que lo padece como para su entorno. Al final, en la sociedad, todo lo que es diferente no encaja y genera mucho rechazo. Los síntomas del TDAH son observables, se perciben desde fuera, y a la gente le chocan, le sorprenden y generan mucha discriminación.
¿Has vivido esto como profesional?
Siempre digo que a la gente no se le ocurre criticar a un invidente o a alguien con Síndrome de Down ni a una persona que vaya en silla de ruedas, pero con el TDAH sí nos tomamos esas licencias. Nos permitimos criticarle a alguien por sus síntomas. Al invidente no le dices que es torpe porque es invidente. Pero a un TDAH sí le dices que no para quieto, que no se entera de nada, que es un vago... Es como reírte de una persona que tiene diabetes porque no puede comer dulces. Con el TDAH no tenemos la sensibilidad que tenemos con otros trastornos.
¿El TDAH es un trastorno crónico?
Sí. En la presentación del libro algún asistente me preguntaba si el TDAH desaparece. No, no desaparece nunca. Se pueden amortiguar los síntomas. Si hacemos un buen trabajo con niños, adolescentes y adultos, los síntomas pueden ser más leves, pero es un trastorno crónico como todos los trastornos del neurodesarrollo. El Trastorno del Espectro Autista no desaparece, la dislexia no desaparece ni el Síndrome de Down ni la discapacidad intelectual desaparecen. Son trastornos crónicos.
¿Cómo se puede atenuar?
Sobre todo, con aceptación y con mirada incondicional por parte de su entorno. La clave en el TDAH nunca está en el menor, siempre está en su entorno, en su mamá, en su papá, en sus profesores, en sus adultos significativos. Mirarles incondicionalmente es una de las claves, conociendo qué es el TDAH: no es que sean vagos, no es que sean tontos, no es que sean maleducados, sino que tienen un trastorno del neurodesarrollo, y aportándoles estrategias, 'muletas' metafóricas, recursos para ayudarles a concentrarse y a concentrar sus impulsos desde el cariño y la aceptación. Son los vehículos fundamentales. El adulto tiene más claves, más estrategias que el niño.
Parece difícil de aplicar, ¿cómo sería de forma practicar?
No hay que poner el foco en el paciente diciendo frases como, por ejemplo, "¿te quieres concentrar?". Seguramente se quiere concentrar, pero no puede. El foco lo tenemos que poner en nosotros, en las personas que estamos llamados a ayudarles y a acompañarles. Mucho acompañamiento, amor, cariño, mirada incondicional...
Como dices, es fundamental conocer de qué trastorno se trata...
Sí, es fundamental. Si no lo sabemos, se convierten en grandes incomprendidos. "Eres vago, inmaduro, no se te puede sacar de casa..." No, no lo son. Tienen un trastorno en su neurodesarrollo.
¿Cómo suelen reaccionar las familias?
Hay familias que son más conscientes porque saben más o son mamás o papás que son profes o están bien asesorados. En este caso, la detección y el diagnóstico son bastante rápidos y, en otros casos, les ponen una etiqueta de que son maleducados etcétera no buscan ninguna ayuda. Lo que estamos haciendo ahí es prolongar ese sufrimiento y perpetuar esa situación. Hay quien actúa de manera precoz y otros no. En este caso, ese niño o ese adolescente crece pensando lo que dice su padre o el entorno: que es tonto o que no es capaz de hacer nada.
¿Lo ideal es la atención temprana?
Hasta cierto punto. Tendemos a decir cuánto antes se diagnostique, mejor. ¡Cuidado!, en la etapa de Infantil (de tres a seis años), que se están diagnosticando TDAHs, a mí me parece una auténtica aberración. Diagnosticar TDAH en un niño de cuatro o cinco años, o de tres, es una aberración porque aun no estamos en disposición de confirmar si estamos ante un TDAH o es un problema de inmadurez lógico. Por eso el TDAH se debe diagnosticar a partir de Primaria. Hasta los seis años no debemos hacerlo.
¿Y si vemos que hay algunos indicios de TDAH?
Una cosa es el diagnóstico y otra que no podamos hacer nada ante ciertos comportamientos. Se puede estimular y trabajar ciertas cosas desde que son bebés, pero buscar el diagnóstico a los tres años es prematuro.
¿Los abuelos qué papel desempeñan?
Con las dinámicas que tenemos y cómo está montada la sociedad, los abuelos son fundamentales. Y a veces están hasta esclavizados. Son fundamentales porque no existe una conciliación y tenemos que tirar de abuelos, cuidadores, vecinos o tíos. El niño o adolescente con TDAH tiene un extra y es que tiene un trastorno incapacitante, según la gravedad, pero puede llegar a ser muy disfuncional y que implique mucho sufrimiento, con lo cual, el papel de los abuelos es fundamental.
¿Te has encontrado mucho negacionismo hacia el TDAH?
Sí, y me duele mucho por las familias y por los afectados. Que tengas un padecimiento y que te digan que te lo estás inventando o que no existe con el dolor que genera... Todo eso provoca un sufrimiento muy grande.
¿Ese negacionismo se da también en el entorno familiar? A veces son los propios abuelos los que no terminan de aceptar el diagnóstico. ¿Qué hay que hacer en esos casos?
Sí, lo que hay que hacer es informarles bien, decirles que el niño tiene un problema. Si está diagnosticado, explicarles el diagnóstico para que sepan que hay que ayudarle, hay que acompañarle en este camino. Lo que los profesionales llamamos la 'psicoeducación', explicar lo que les pasa a nuestros alumnos, hijos o nietos, es fundamental. Por eso me gusta desarrollar recursos psicoeducativos. Para el caso del TDAH, escribí un cuento llamado 'La vida de José Luis' con el objetivo de que el niño con TDAH se sienta comprendido y pueda comprender sus síntomas. Eso que hacemos con los niños hay que hacerlo con todo el entorno, en concreto con sus abuelos. Hay que educar a los abuelos. Igual que les pedimos que no les den tantos azúcares, hay que explicarlos que los nietos hacen algunas cosas no porque quieren, sino porque tienen un trastorno, y por eso se está yendo al psicólogo, al neurólogo o al pediatra.
¿Cuál es la reacción de los abuelos cuando reciben esta noticia?
Siempre habrá mayor o menor implicación o comprensión, pero mi obligación como padre o como madre consiste en respetar, defender y proteger a mi hijo.
¿El TDAH correlaciona con algún trastorno en la edad adulta?
Es uno de los trastornos más comórbidos, es uno de los que está más asociado a más patologías y más trastornos. Hay estudios que dicen que un 85% de los TDAH tiene al menos otro trastorno asociado, desde dificultades de aprendizaje (dislexia, discalculia, bajo rendimiento) y también dificultades sociales, dificultades en la gestión de las emociones, depresión, ansiedad, trastornos del sueño... y adicciones.
¿Por qué ocurre esto?
¿Por qué un TDAH tiene bastante más probabilidad de caer en una adicción que un no TDAH? En un TDAH el problema está en el desarrollo y madurez del cerebro, en concreto en la corteza prefrontal, que es la que gestiona y dirige, el director de orquesta del cerebro, voy a tener más posibilidades de caer en una adicción, respecto al que tiene cierta organización y control cerebral. Yo, como TDAH, es más fácil que me deje llevar por una adicción, ya sean alcohol, drogas, videojuegos o redes sociales, respecto a la persona que no lo sufre.
¿En qué otros aspectos de la vida puede incidir un TDAH?
Una persona con TDAH tiene más probabilidades de tener una muerte prematura. Por ejemplo, tiene más probabilidades de tener un accidente de coche porque al no tener un cerebro organizado, al no tener un buen desarrollo ejecutivo, la probabilidad de accidente es mayor. La probabilidad de separación o divorcio también es mayor en los TDAH y también la probabilidad de perder un trabajo. El TDAH toca todos los ámbitos porque una mala organización y una mala gestión, una inmadurez en tu desarrollo cerebral te toca todos los entornos. Es TDAH las 24 horas del día y eso impacta en todo: el ámbito social, el laboral, el académico, el familiar...
¿Vivimos en una sociedad que nos empuja a vivir de manera hiperactiva?
Desgraciadamente, es así. Estamos sobre-estimulados e híper-estimulados. Hay anuncios, estímulos, colores, gritos en todas partes. La vida en sociedad se ha convertido en algo híper-estimulante. Como sociedad, nos hemos diferenciado mucho de lo que aporta la naturaleza, que es la tranquilidad, la calma... y que las cosas llevan un proceso para poder llevarse a cabo, pero hemos creado una sociedad inmediata. Eso genera mucha hiperactividad, impulsividad, estrés y tensión. Esto no quiere decir que la sociedad genere TDAHs, pero sí puede provocar síntomas aislados. Una persona que necesita jugar constantemente a un vídeo-juego o comprobar los likes de sus redes es que necesita ir al mecanismo del cerebro que da placer y eso puede dar lugar a síntomas como la hiperactividad, la irascibilidad, dificultades para concentrarse o estar en la vida, pero eso no quiere decir que un videojuego o que las redes sociales provoquen TDAH.
¿Qué recomiendas para escapar de las consecuencias de esta exposición constante a estímulos?
A los chicos con TDAH hay que alejarles de esa híper-estimulación, de todo lo que sea inmediato. El TDAH ya vive en un mundo de inmediatez, lo que hay que hacer es tratar de enseñarle a dejar para luego y a gestionar su rabia y su frustración, a que no todo es para ahora, sino para mañana... Todo lo que sea fomentar la consciencia y la voluntad, el sacrificio y la perseverancia es bueno. Pero tenemos una sociedad que, lejos de ser un aliado, tiende a perpetuar todo lo que el TDAH no necesita.
¿Qué piensas de la meditación o el mindfulness para aprender a desconectar, a postergar lo inmediato?
Cualquier técnica, y ni siquiera hace falta que sea una técnica, cualquier momento que sirva para ser consciente de lo que haces o dejas de hacer es fantástico. Todo lo que sea parar y pensar es fantástico. En el caso del TDAH, todo lo que sea explicar y hacer consciencia es bueno.