¿Cómo reaccionarías si tu mejor amigo te contase que está saliendo con una joven 32 años menor? La pregunta arranca a partir de una escena de la serie de Netflix 'El método Kominsky' en la que Norman (Michael Douglas) se entera de que su hija Mindy (Sarah Baker) se ha enamoriscado del septuagenario Martin (Paul Reiser). Para Antonio, Aurelio y Pepe, publicitario, empresario y periodista de entre 51 y 57 años, no es un asunto que, al menos en principio, despierte en ellos ningún desconcierto. Si acaso, alguna sonrisa de beneplácito. "¿Qué importa la edad? ¿No estamos estupendos para enamorarnos de quien nos dé la gana y dar la talla en cualquier situación?", se pregunta entre risas Pepe desatando una conversación acerca de edadismos y prejuicios.
Sin embargo, el interés de Uppers va más allá y cierra aún más el interrogante: ¿Y si fuese tu propia hija la que te sorprendiese saliendo con alguien de tu edad? Aurelio, publicitario de 56 años y padre de dos chicas, de 25 y 23 años, carraspea, se aclara la garganta, resopla… La pregunta le ha borrado de repente su anterior expresión pícara. ¡Me dejaría al borde del infarto!, grita haciendo un aspaviento. De los tres, es el único que puede sentir en carne propia esta posibilidad. Los hijos de Pepe y Antonio son varones y les divierte la reacción de Aurelio. Con sentido del humor, relajan la conversación y enseguida empiezan a bromear desviándola hacia todos esos pormenores sexuales que trae el paso del tiempo.
El actor Paul Reiser también bromea cuando le preguntan acerca de los desafíos que enfrenta su personaje Martin en 'El método Kominsky' a causa de su noviazgo con Mindy. "Nadie -responde- quiere sentirse menos ágil que hace diez años, nadie quiere despertarse para orinar con más frecuencia". Pero, como él dice, no es el único que lidia con estos problemas. "Divirtámonos un poco con eso", añade. Nuestros tres uppers no encuentran motivos para lo contrario. "Si quieres envejecer bien, tienes que tomarte ciertas cosas con temple y buen humor. La joven deberá afrontar situaciones que le sorprenderán, pero también habrá cosas magníficas que derivarán de ese noviazgo desigual", asegura un pragmático Antonio mientras dirige su mirada socarrona a Aurelio.
El propio Reiser, que en la vida real tiene 65 años, asegura que se ve espectacularmente joven y brillante cuando se desprende del maquillaje y la calvicie postiza con los que caracteriza a su personaje setentón en 'El método Kominsky'. La serie deja claro que el humor es la clave de la vida, más aún cuando se habla de envejecimiento de un modo tan digno y real. No revelaremos cómo encaja Sandy, su suegro en la ficción, la tozudez de su hija con respecto a la relación, pero sí se puede adelantar que a los actores les ha servido, según han declarado posteriormente, para explorar el amor desde una óptica muy diferente.
"La atracción no sabe de edades -razona Antonio. Uno puede ser tan encantador y atractivo como a los 20 y enamorarse de una chica joven. No hay en ello nada fuera de lo normal". Otra cosa diferente y más compleja es la relación entre suegro y yerno. "Ellos no se eligen nunca entre sí. Es un vínculo que te viene dado, aunque admito que está en nuestras manos decidir qué tipo de relación deseamos, si cordial o de continuo refunfuño", acaba reconociendo Aurelio. Sus amigos le reconfortan con una palmadita en la espalda. El psicólogo Jaume Guinot, que se ha encontrado con situaciones similares tanto en su vida profesional como personal, asegura que la clave está en el respeto y en asumir el rol que corresponde a cada uno. "Suegro y yerno deben saber que a cada uno le corresponde un papel bien diferente y, a partir de ahí, construir una relación de cordialidad".
Guinot es consciente de que la diferencia puede suponer un choque inicial que se agrava o causa más disgusto según en qué contexto ocurra. "En el ámbito rural y en ciudades más pequeñas está peor asumida que en entornos más urbanitas", explica. Cuando la distancia es demasiado llamativa, enseguida viene a la cabeza el llamado síndrome de Lolita, un fenómeno estudiado a fondo por la antropología. Es esa tendencia psicobiológica a buscar, por parte del hombre, una mujer saludable que le garantice descendencia y, por parte de la mujer, alguien que le proporcione protección y satisfaga sus necesidades y las de sus hijos. El nombre tiene su origen en 'Lolita', una novela de Vladimir Nabokov que generó mucha repulsión en una parte de los lectores. Su protagonista es una niña recién entrada en la pubertad que trata de compensar con un hombre mayor algunas de sus carencias y ausencias. En culturas como la nuestra estas relaciones están condenadas penalmente y no es el caso que nos ocupa.
El debate que nace de 'El método Kominsky' se centra en ese tipo de prejuicios o edadismos que ocurren en nuestra sociedad en los que la diferencia generacional lleva a divagar sobre posibles intereses económicos, deseos de rejuvenecer por parte de él, un futuro de infidelidades o la búsqueda de un padre ausente. Desde fuera, siempre habrá alguien que encontrará una razón que empañe ese amor. "¿Por qué no nos quedamos con simple atracción, con que en esa pareja confluyen todos los requisitos emocionales, físicos o químicos para enamorarse? Pueden tener un esquema vital similar, ganas de compartir o entender la idea de pareja del mismo modo y, por supuesto, descubrir un grado muy alto de compatibilidad sexual", razona Pepe.
Tanto Guinot como estos tres tertulianos coinciden en que sí observarían con cautela si ese nuevo amor maduro le hace a la hija alejarse de sus metas profesionales, de sus aficiones y amistades o si pone en riesgo su felicidad. En cualquier caso, siempre queda el derecho a equivocarse y rectificar. "Antes que luchar contra la situación, es mejor que la hija te vea como una figura de confianza y abierta siempre a la comunicación", opinan. Después de una hora debatiendo entre risas, pero con la prudencia que merece el tema, Aurelio, el mismo que empezó diciendo que un noviazgo así para su hija le dejaría al borde del infarto, reconoce que, aun siendo difícil que las expectativas de los progenitores coincidan con los criterios que siguen los hijos para escoger pareja, no le quedaría más remedio que trabajar una relación cordial con su yerno y descubrir dónde encajaría él exactamente en ese nuevo espacio, "si es que tengo alguno", concluye con ironía.