José Abel, de 57 años, lleva un tiempo que, sin saber cómo, se ve involucrado en discusiones peregrinas con gente que ni apenas conoce. Aplica tanta vehemencia que siempre acaba malparado. Y cuando dice malparado es, literalmente, a punto de llevarse una buena zurra por parte de los adversarios. Todo esto ocurre en su mundo onírico y en el momento culminante, el despertador o la propia turbación le devuelven a la realidad. No son más que sueños, pero le inquieta su frecuencia y que sea capaz de recordarlos nítidos y con todo lujo de detalles. ¿Cambian nuestros sueños a medida que vamos cumpliendo años? Lanza la pregunta a un reducido grupo de amigos con los que comparte una soleada mañana de cerveza y aceitunas.
Ninguno de ellos posee el arte de adivinar a partir de los sueños, pero el asunto les resulta fascinante y comienzan a divagar sobre su significado. José Abel insiste: ¿Nuestro mundo onírico es diferente a partir de los 50? Preguntamos a José Antonio García Higuera, psicólogo clínico y experto en interpretación de los sueños, y enseguida encuentra una razón a las noches tan agitadas de José Abel: "Lo que ocurre es que, según vamos cumpliendo años, nos despertamos más frecuentemente y por eso recordamos mejor lo soñado. En cuanto nos despertamos y ponemos los pies en el suelo, los sueños entonces se van a la tierra". Con esta metáfora lo que quiere decir es que los olvidamos a toda velocidad si no hacemos un esfuerzo por recordarlos. Son elementos volátiles, que desaparecen antes incluso de abandonar la cama y, sin embargo, solo con proponérnoslo, como está haciendo nuestro protagonista, conseguimos recuperar mucho más.
En cuanto a su contenido en la madurez, García Higuera explica que los sueños están hechos de nuestros propios episodios vitales. "Dependen de las experiencias de vida actuales y antiguas, tales como recuerdos, emociones o miedos, y van variando según vamos avanzando en nuestro proceso vital". Es algo que se observa en los sueños eróticos, tanto en su frecuencia como en el contenido. "Están también condicionados por nuestras experiencias vitales del momento. Nuestra actividad sexual a los 60 o 70 se distancia de la que teníamos con 20. Inevitablemente, esto se refleja en los sueños". En edades jóvenes, uno de cada cinco sueños tiene al menos un elemento erótico, pero hay estudios que revelan que los hombres de 70 a 90 años continúan disfrutando de sueños eróticos que incluso les provocan la erección. Y eso a pesar de que la fase REM, en la que ocurren los sueños, pasa de ocupar la mitad del tiempo de sueño en un recién nacido a solo el 15% una vez cumplidos los 50 años. Lo que demuestra es que la actividad y el interés sexual no se apagan con la edad.
El sueño como descanso es una función psicobiológica necesaria porque nos permite recuperarnos psíquica y físicamente, pero con testimonios como el de José Abel no parece que la noche le coloque en una situación demasiado reparadora. ¿Por qué son tan caóticos y carentes de sentido? La opinión de García Higuera es que, a pesar de que nuestra mente sigue trabajando y reproduciendo nuestro mundo y nuestro comportamiento usando las mismas imágenes, palabras y sensaciones que en estado vigilia, hay estructuras que se desactivan y causan ese desorden. Por eso, sería complicado tratar de dar un significado.
Un equipo de científicos de Italia y Reino Unido ha constatado mediante una herramienta de Inteligencia Artificial que los sueños son una extensión de nuestra vida en vigilia. No hay significados ocultos en ellos. Es la llamada hipótesis de la continuidad, confirmada con una base de datos de más de 24.000 informes sobre sueños de personas de 7 a 74 años de edad. En sus conclusiones, los autores destacan que los hombres generalmente tienen sueños más violentos que las mujeres y que, efectivamente, cambian a medida que las personas envejecen, de manera que los adolescentes sueñan más con interacciones sociales negativas que los de más edad. Para los veteranos de guerra, sin embargo, la violencia y la agresión continúa siendo recurrente en sus sueños. Esto explicaría el trajín onírico de José Abel, que trabajó un tiempo como corresponsal de guerra en Sarajevo, oficio que abandonó a causa de una fuerte crisis de ansiedad.
"Hay indicios de que los sueños nos brindan una oportunidad de superar nuestros miedos", advierte el psicólogo. Aunque los métodos de interpretación no son fiables, puesto que no producen un resultado único, puede reservarse su uso para casos en los que el paciente concede gran importancia a los sueños o cuando son pesadillas recurrentes con un impacto importante en su bienestar. Él aplica una técnica de superación que tiene su origen en el método de Senoi, un pueblo mítico de Australia que cada día, al salir el sol, se reunía alrededor del fuego para contar las pesadillas de la noche y enfrentarse a esos miedos causantes de sus malos ratos. Igual que hacía esta gente, en lugar de la huida, García Higuera propone confrontación del peligro y un movimiento hacia las experiencias placenteras del sueño o incluso plasmar creativamente las imágenes recordadas. "Esta incorporación consciente al sueño nos permite continuar durmiendo", asegura. Algo importante teniendo en cuenta que dormimos peor a medida que envejecemos.