"Un hombre bueno, buen padre, buen amigo, incapaz de hacerle daño a nadie". Estas palabras, dedicadas por Isabel Preysler a Carlos Facló tras morir al principio de la pandemia o la tierna imagen publicada por Josep María Mainat tras la muerte de Rosa María Sardá hace pocos días, son solo una muestra de que, pese al desamor que pueda haber en una pareja en un momento dado de la vida, el vínculo que nos une a nuestros ex es fuerte. Cuando el ex fallece, se desatan sentimientos complejos que nos siempre es fácil gestionar.
Rosalía tiene 48 años y se separó de su marido hace cinco. Con poco más de 40 se encontró de golpe sin pareja, con dos hijos adolescentes y deudas. Muchas deudas. Esta es su historia, la de una mujer que, en cierta forma, descubrió a su ex cuando murió.
"Cuando conocí a Rafa, descubrí a una persona con muchas ganas de comerse el mundo, de prosperar, de vivir bien… Y a mí eso me gustó". Se casaron en una boda por todo lo alto y ambas familias se volcaron con los recién casados. "Mi familia nos ayudó mucho: a mí con la farmacia y a Rafa en su negocio, una fábrica de ropa de trabajo. También nos ayudaron en la compra de nuestra casa". Rafa y Rosalía vivían en un lujoso chalet a las afueras de Madrid. Al poco nacieron sus dos hijos y la vida fluía apaciblemente, pero la crisis económica acechaba.
A partir de 2008, la farmacia de Rosalía comenzó a registrar menos ventas. La fábrica de su entonces marido también empezaba a dar pérdidas. Y los gastos de la familia continuaban. "Todo eso, mantener algo que era imposible de mantener, empezó a pasarnos factura. Queríamos aparentar que nos iba bien, sobre todo por los niños, pero esa doble vida nos agotaba".
En plena crisis, Rafa malvendió su fábrica e intentó algún negocio hostelero. Fue el principio del fin. "Nos divorciamos. Vendimos la casa y me fui con mis hijos a casa de mis padres. Rafa pasó de ser el yerno modélico al apestado. No quería saber nada de él. Le comían las deudas y quería mantenerme al margen", señala la empresaria. "Dos años después, supe que Rafa se había asociado con alguien y que estaba al frente de un hotel pequeño en Baleares. Mis hijos, poco a poco, fueron retomando la relación con su padre", explica. Las cosas comenzaban a ir bien.
En octubre de 2019 recibió una llamada: Rafa había muerto en el incendio del hotel que regentaba cuando trataba de salvar a un empleado, atrapado entre las llamas. "No podía reaccionar. Era el padre de mis hijos y había muerto de una forma horrible por salvarle la vida a otra persona. Aún hoy pienso que quizá no lo conocía lo suficiente. Quizá lo presionamos todos y quizá, si hubiéramos vivido sin pensar tanto en las apariencias, nuestra historia hubiera sido distinta", señala. En su voz hay nostalgia y cierta desgana. “En estos años claro que he conocido a hombres y he estado a punto de rehacer mi vida. Ahora no puedo ni soñarlo. No dejo de pensar en mi exmarido".
La historia de Rosalía resume algunas de las sensaciones que pueden darse ante la pérdida de una persona que ha sido importante en nuestra vida. Conocerlas y saber cuáles son sus dinámicas es importante para poder superar una situación tan compleja. Para ello, hemos entrevistado a Luis Fernández, coach Ejecutivo y de Equipos por la International Coach Federation (ICF) y experto en Comunicación No Violenta.
Cuando fallece una antigua pareja con la que hemos compartido muchos años de convivencia, ¿qué sentimientos suelen aparecer?
Desde un punto de vista general, entramos directamente en la primera fase del duelo y los sentimientos que suelen aflorar son de negación, una mezcla de sorpresa, incredulidad, rabia, derrota, traición, decepción e impotencia. Es importante recordar que sea la emoción que sea, no debemos juzgarnos por ello. Forma parte del proceso, es lo normal y es necesario permitir que esos sentimientos afloren, que salgan a luz y que podamos compartirlos. Si tenemos suerte, podremos hacerlo con nuestra pareja, un amigo o alguien que haya pasado por una situación similar.
¿Tendemos a idealizar a la expareja fallecida?
Claro, y aparece muchas veces un sentimiento de culpabilidad, culpabilidad por no haber perdonado en vida, por no haber tomado decisiones que ahora vemos equivocadas y nos olvidamos del contexto en el que se produjeron.
¿Influyen factores como la existencia de hijos?
Sí, por supuesto, y está bien poder apoyarse en ello, compartir el dolor. Sentirse acompañado es muy importante porque nos permite poder expresarlo. Si hay hijos en común, sentimos ese acompañamiento de una manera más cercana porque todos compartimos la pérdida y no necesitamos las palabras. Es importante ser conscientes de que cada uno lleva el duelo a su manera, no necesitamos comprenderlo, es suficiente con no juzgarlo y permitir a tus hijos que expresen lo que sienten, aunque duela. Los hijos suelen sentirse culpables por la separación de sus padres y también pueden culparte por ello.
Si hay una nueva pareja, ¿cómo debemos actuar?
Con nuestra pareja actual, es importante una comunicación clara, expresando cómo nos sentimos y lo que en esos momentos necesitamos. La escucha es un regalo, una escucha limpia, sin juicios, sin palabras. Un abrazo largo es suficiente.
¿Influye en el ánimo la calidad de la relación en el pasado y en tiempos recientes?
Indudablemente. Aquí volvemos a entrar en los posibles sentimientos de culpabilidad que pueden aparecer por no haber perdonado, por sentirse aliviado con la pérdida o por haber tomado decisiones en el pasado que ahora pueden parecernos equivocadas y surge una impotencia muy grande al sentir que ya no podemos repararlo.
¿Pueden quedar recuerdos traumáticos? ¿Qué señales nos deben poner alerta?
Esto está relacionado con no poder salir de alguna de las fases del duelo, sobre todo de la última, que es la aceptación, aceptar que esa persona ya no está con nosotros y que tenemos que seguir viviendo, que no sobreviviendo, con la pérdida. En estos casos es necesario buscar la ayuda de un profesional que nos acompañe en el proceso.
¿Cuáles son tus recomendaciones para superar la pérdida de una antigua pareja?
Lo primero es entender que un proceso de duelo es eso, un proceso por el que tenemos que pasar después de una pérdida. Este camino nos puede llevar por sus diferentes fases a diferentes velocidades y es posible que demos saltos hacia atrás en algún momento. Como coach, mi tarea es acompañar a la persona procurando que sea consciente de cuál es la fase en la que se encuentra, cómo se siente. También tener una escucha limpia y compasiva, sin juicios, buscando que la persona tenga cierta sensación de control y viendo que aún en esta situación hay cosas que puede hacer, con sus hijos y con ella misma.
Para este profesional, también experto en empoderamiento femenino y liderazgo social y educativo, la clave para transitar serenamente por un duelo es atravesar todas las fases naturales y, en ningún caso, bloquearlas.