'Palabra de boomer'. Así se llama la sección que Joana Bonet lidera en 'Uppersgram', porque en ella desfila cada semana un protagonista upper que tiene mucho por contar todavía. En esta ocasión, para llenar de color y sabor el frío comienzo de año, Ramón Freixa ha sido el elegido para charlar en directo con la periodista en nuestra cuenta de Instagram. [Dale al play al vídeo para ver la entrevista completa]
El chef Ramón Freixa, con dos estrellas Michelin, hace alarde de una creatividad que ha volcado en los fogones y en toda una forma de entender la gastronomía y de acompañarla con un sentido de la estética muy personal. Nieto de panadero e hijo de cocinero, nació en Castellfollit de Riubregós, un pueblo marcado por las tradiciones relacionadas con el paladar, y se crio en el restaurante Racó d'en Freixa.
Todo ese bagaje personal y familiar le ha predestinado, de alguna manera, a tener ese ADN gastronómico que le ha llevado a cosechar una carrera profesional exitosa en su sector: "A mí mi padre nunca me llevaba al fútbol, me llevaba a restaurantes. Yo de pequeño jugaba con la harina y con las pastas, y al primero que cociné fue a mi gato".
La carta de presentación de Ramón es una mezcla rural y cosmopolita, de locura y sentido común. "Son contrastes que he vivido desde muy pequeñito. He vivido una parte de mucha locura y una parte muy tradicional. Mi padre fue quien emprendió esa nueva cocina catalana. Yo veía esa parte de cocina tradicional, pero renovada completamente".
Cercano a la expresión artística -quería ser cantante-, Ramón entiende su cocina como una expresión de color, no quiere ofrecer platos en blanco y negro: "Mi manera de expresarme es hacer feliz a la gente. Hay que poner color a la vida y a los platos. Mi cocina intenta que lo que hagamos te haga feliz".
Ahora ha puesto en marcha, junto a Paco Roncero, el proyecto 'Cuatro manos', un servicio de delivery cuya máxima es seguir siendo fiel al "compromiso" para con el público que supone para él el tener dos estrellas Michelin. "Estamos preparados para asumir este cambio de mentalidad. Lo pensamos en septiembre de 2019, prepandemia", confiesa. "Nos avanzamos. Pensábamos que el público quería comer algo de calidad en sus casas. Y no con un take away, sino con un delivery, que en 30 minutos lo tienes". Cree que la diferencia entre ir a un restaurante a comer o cenar y pedir la comida en casa es grande: "Son dos experiencias completamente distintas, pero pueden convivir y conviven".
A sus 49 años, Ramón es consciente de su evolución vital: "He madurado, pero sigo siendo ese niño travieso, inconformista, luchador. Me gusta hacer travesuras. Ahora lo pienso todo dos veces, pero tiro para adelante". Y sigue teniendo metas por alcanzar. "Sueño con seguir trabajando y hacer feliz a la gente. Hace años que ya sueño en dulce. Me gustaría cerrar el círculo gastronómico con la pastelería", ha reconocido.