¿Por qué ha sido tan importante lo quinqui para una generación?

Lo quinqui nunca parece pasar de moda. Periódicamente el imaginario colectivo recupera las andanzas del Vaquilla, el Torete y el Jaro, las rumbas de Los Chichos y Los Chunguitos y la estética de extrarradio propia de un género tan denostado en su momento por la alta cultura como abrazado con fervor por las clases populares. Y su influencia no deja de filtrarse en las nuevas generaciones, de Rosalía a C.Tangana, que siguen revisitando el fenómeno aunque no lo vivieran de primera mano.

De la mano del crítico musical José Manuel Gómez Gufi, iniciamos la serie ‘Salseo Quinqui’, en la que cada semana abordaremos las historias, anécdotas, hitos y protagonistas que nutrieron toda una mitología callejera, desde la evolución de las bandas sonoras de este tipo de cine al legendario concierto de los Chichos en la cárcel de Ocaña, pasando por las peripecias de los quinquis más célebres, el fenómeno que supuso el ‘Me quedo contigo’ o la intrahistoria detrás de éxitos como los de las Grecas y fracasos como el de Remedios Amaya en Eurovisión.

Héroes y villanos de clase obrera

Lo quinqui surge a finales de los 70, en una España que está naciendo a la democracia, un país que abandona progresivamente los pueblos para hacinarse en las barriadas de hormigón y ladrillo de las grandes ciudades. Como nos explica Gufi en el vídeo de esta semana, este nuevo género trae a “unos tipos que hablan de la calle de la manera en que hablaba la gente de la calle, que se meten lo mismo que se metía la gente de la calle y les ocurre las mismas cosas que le ocurría a la gente de la calle”.

Son películas como ‘Navajeros’, ‘Miedo a salir de noche’, ‘Colegas’ o ‘Perros callejeros’, y cineastas como Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma quienes ponen en foco en los quinquis, héroes y villanos de la clase obrera, macarras sin oficio ni beneficio en una tierra quemada, carne de cañón que se entrega a una espiral autodestructiva de picos y palos, tirones y asaltos.

Canciones que sonaban en todas partes

Esos personajes costumbristas y carismáticos, que traspasaban con frecuencia los límites que separan la realidad de la ficción, pasaron de ser delincuentes de poca monta con paradas frecuentes en las cárceles y reformatorios a estrellas de cine fugaces, y posteriormente trágicas víctimas de un sistema diabólico y feroz que no aprobaba los finales felices. (Casi) todos ellos murieron por sobredosis o a causa del sida.

Y al mismo tiempo que el cine quinqui llenaba los cines de barrio con unos jóvenes que veían en la pantalla un reflejo de sí mismos, también nos dejaba unas canciones formidables en sus bandas sonoras (y fuera de ellas), una música que se escuchaba “en los cuarteles ,en las cárceles, en los puticlubs y en los coches de choque”, pero que, como lamenta Gufi, “no fue ni estimada, ni protegida, ni referenciada” en los medios de comunicación, quizás por pertenecer a géneros ‘poco nobles’ pero que ilustró como ninguna otra el camino que va desde el final de la dictadura y la Transición al principio de la democracia.