Tan importante en el éxito popular del cine quinqui fueron las peripecias pegadas a la calle que se contaban en aquellas películas como la música que las acompañaba. Hoy no podemos disociar lo quinqui de las rumbas canallas de los Chichos, los Chunguitos, los Chorbos o los Marismeños, pero lo cierto es que no siempre fue así. El crítico musical José Manuel Gómez Gufi recorre en el vídeo de esta nueva entrega de 'Salseo Quinqui' la evolución de la banda sonora del género y cómo terminó encontrando su identidad.
En los inicios del movimiento no había una música que se identificara con lo quinqui, y la que había era "muy mala", en palabras de Gufi. La banda sonora de 'Perros callejeros' estaba formada por instrumentales en clave funk que trataban de seguir la estela del 'blaixpolotation' estadounidense setentero de películas como 'Las noches rojas de Harlem (Shaft)'. Definitivamente no parecía la clase de música que escucharían el Torete y sus compinches del barrio.
José Antonio de la Loma, el director referencial del género, se dio cuenta de esta incoherencia y para la segunda parte de 'Perros Callejeros' escribió la letra de la canción 'Soy un perro callejero'. La jugada maestra la terminó de redondear llamando para que la interpretase a los Chunguitos, prototipo de grupo nacido en las chabolas del barrio y poetas de la marginación. Desde ese momento, la rumba, el 'Caño Roto' y lo calorro en general sería referencia ineludible de lo quinqui, con sus letras de amor, desamor, atracos y drogas.
En Madrid, Eloy de la Iglesia, el otro director clave del género, maneja otras referencias musicales en su cine. O, según nos desvela Gufi en el vídeo, más bien lo hacía Antonio Flores. Quique San Francisco contaba que al director de 'Navajeros' y 'El Pico' la música no le interesaba para nada y fue el malogrado hijo de Lola Flores quien le asesoraba y le indicaba qué música había que incluir porque sonaba en el ambiente.
El rock urbano era lo que más pegaba en los jóvenes de la capital que provenían de familias humildes y obreras, así que era lógico que esta música fuese introducida en el cine quinqui. Por eso aparecen Burning, omnipresentes prácticamente en cada rincón de 'Navajeros'. En realidad, esa era la música que escuchaban los protagonistas de esas películas, y la que hacía por entonces el propio Antonio Flores, que en aquellos años versionó por esos derroteros el 'Pongamos que hablo de Madrid' de Joaquín Sabina.