El Imperio Romano conquistó casi la totalidad del mundo conocido, siendo escasas las zonas que se resistieron a sus envites. Entre los secretos de este ejército está, por supuesto, sus tácticas y su tecnología, pero también jugó un papel fundamental la alimentación de los soldados. La dieta de las legiones romanas, desplegadas en tres continentes y bajo diferentes climas, jugó un papel crucial en sus conquistas y en la protección del vasto Imperio Romano. No solo era vital para mantener su fortaleza física, sino también para asegurar la moral y la eficiencia en el campo de batalla.
La alimentación de los soldados romanos, clave en sus conquistas, era notablemente sencilla pero nutritiva, reflejando la eficiencia y practicidad del ejército romano. El consumo diario de los soldados romanos alcanzaba las 3.000 calorías, y la base de su dieta estaba compuesta principalmente de granos, como trigo, cebada y avena. Además, los soldados consumían carne, queso, verduras, frutas y bebían vino o una mezcla de vinagre y agua. Utilizaban aceite, manteca, sal y especias para dar sabor a sus comidas, y el coste de estos alimentos se deducía de su salario.
En ocasiones, en ausencia de alimentos adecuados, los soldados cazaban animales salvajes como zorros, ciervos, liebres, tejones, bueyes salvajes, topos, ratones de campo, castores y otros. También consumían aves como patos, pollos, cuervos y gansos. El ajo era frecuentemente consumido, siendo muy apreciado por los romanos por su sabor y efectos beneficiosos para la salud.
Las fuentes históricas como las tablillas de Vindolanda, halladas cerca del Muro de Adriano, proveen una visión detallada de los requerimientos dietéticos del ejército romano. Estas tablillas incluyen listas de compras que indican alimentos probablemente destinados a alimentar a la guarnición, tales como habas machacadas, pollos, manzanas, huevos, salsa de pescado, aceitunas, entre otros. Además, se sabe que cada grupo de ocho soldados contaba con una sartén plegable en su equipo, lo que les permitía preparar alimentos incluso en plena campaña. Los soldados también comían gachas y guisos que incluían carne y verduras
En cuanto a las fuentes literarias, el Código Teodosiano, que data del año 360, establece que las tropas en movimiento debían recibir galletas de pan duro (buccellatum), pan, vino ordinario y ácido, carne de cerdo y cordero salados. Vegetius señala que los soldados debían tener siempre "trigo, vino, vinagre y sal". El emperador Adriano, que vivió como un soldado regular durante un tiempo, disfrutaba de "larido, caseo et posca", es decir, grasa de tocino, queso y vino ácido. Estas fuentes revelan que la dieta de los soldados en marcha era bastante austera, basada en alimentos duraderos como galletas de pan duro y tocino
La logística del suministro de alimentos en el ejército romano era una operación compleja y bien organizada. Los alimentos básicos como el trigo, la cebada y la avena se almacenaban en grandes cantidades en graneros militares y se distribuían regularmente a las tropas. La presencia de panaderías militares en los campamentos, como las encontradas en el Fuerte Legionario de Caerleon, indica la importancia del pan en la dieta diaria de los soldados. Los sellos de pan encontrados, como el del 'Siglo de Quintinio Aquila', sugieren que cada siglo de soldados horneaba y consumía su propio pan.
Los soldados también recibían raciones de carne, que variaban según la disponibilidad. La carne se conservaba mediante salazón o ahumado para garantizar su durabilidad durante las campañas. La caza local complementaba estas raciones.
El ejército romano mostró una notable capacidad de adaptación en términos de su dieta. La incorporación de alimentos locales y el uso de técnicas de conservación como la salazón y el ahumado reflejan la flexibilidad y la innovación en la gestión de los recursos alimentarios. Esta adaptabilidad no solo mejoraba la moral de las tropas al proporcionarles una dieta variada, sino que también reducía la dependencia de las líneas de suministro.
En definitiva, la dieta de los soldados romanos era un aspecto fundamental de su éxito en el campo de batalla. A través de una combinación de planificación logística, elección cuidadosa de alimentos y adaptabilidad, el ejército romano pudo mantener a sus tropas bien alimentadas y listas para enfrentar los desafíos de las prolongadas campañas militares. Esta eficiencia alimentaria no solo sostenía la capacidad física de los soldados, sino que también era un componente clave de la maquinaria militar que permitió a Roma expandir y mantener su vasto imperio.