Un globo, cuatro cámaras Sony Alpha 7 con las lentes más ligeras posibles, un paracaídas, diversos dispositivos de seguimiento y muchísimas horas de trabajo, de cálculos y de ilusiones despegarán en algún momento antes del 22 de marzo del lago Inari (Finlandia) para tratar de conseguir lo que no ha conseguido nadie: grabar auroras boreales desde la estratosfera.
Y decimos que lo harán en un momento antes del 22 de marzo porque ni el propio equipo de ‘Into de aurora II’, formado en su núcleo duro por cuatro españoles -el científico Javier Cacho, el experto en lanzamiento de globos atmosféricos Fernando Ortuño, el productor audiovisual Chedey Reyes y el director de fotografía Carlos Calato-, sabe exactamente ni cuándo ni desde dónde lanzarán el globo. El motivo es sencillo, lo harán en el momento que consideren más oportuno para inmortalizar unas auroras del todo impredecibles y desde el punto que entiendan idóneo para recuperar el material grabado.
Javier Cacho, científico, físico, escritor y comunicador (a él no le convence mucho lo de divulgador) nos explica los entresijos de una expedición que aspira a mostrarnos uno de los espectáculos más impresionantes que nos brinda la naturaleza como nunca antes lo hemos visto.
Para empezar nos da luz sobre por qué no se ha hecho este experimento nunca hasta ahora, aunque la afirmación no es del todo cierta. Ellos mismos lo intentaron en 2017, pero en aquella ocasión no lograron rescatar el material cuando cayó así que la decepción fue absoluta. “Este proyecto es algo que no ha hecho nadie porque es muy complicado. Nosotros lo intentamos una vez pero no pudimos recuperar el material. En el fondo es una gran producción, se graba con cuatro cámaras y creemos que el resultado, si las auroras se dejan, puede ser espectacular, pero el riesgo es importante. Desde que lo intentamos hace siete años, ha habido sólo unos canadienses que han hecho algo parecido pero mucho menos ambicioso”.
Sigamos con el proyecto en sí: “Se trata de grabar las auroras en 360º, con cámaras 4K y evitando tanto las nubes como la contaminación lumínica, el vapor de agua y los aerosoles, es decir, en las mejores condiciones posibles. Por eso utilizamos un globo que subirá unos 30 kilómetros, para evitar a los grandes enemigos del avistamiento de auroras”.
Javier Cacho, de 71 años, además de una eminencia en el mundo de la ciencia, es todo un explorador, con lo que la expedición le viene como anillo al dedo. No en vano, en 1986 fue miembro de la primera expedición científica española a la Antártida, lugar que terminó convirtiéndose poco menos en su casa, ya que participó en varias campañas de investigación como jefe de la Base Antártica Juan Carlos I.
Tanto es así que tiene una isla antártica con su nombre. Sí, con su nombre. La Cacho Island. “Tener una isla es una satisfacción personal inmensa. Allí me dejaron desembarcar el primero cuando llegamos y por eso la isla lleva mi nombre. Es grandilocuente, pero la sensación de que un pedazo de la Antártida va a llevar mi nombre para siempre es muy bonita. Es un orgullo. De algún modo, soy inmortal”.
Cacho, así pues, es voz autorizada para hablar de auroras boreales. Ha visto cientos. Aunque él no se considera cazador de auroras, lo será durante los días que dura el proyecto. Y lo hará encantado porque está enamorado de este fenómeno: “La aurora boreal es uno de los espectáculos más grandiosos de la naturaleza. Hay muchos, pero a algunos estamos tan acostumbrados que no los valoramos. Los noruegos, por ejemplo, están ‘hartos’ de ver auroras”, explica.
Pocos mejor que él pueden explicar qué es lo que sucede para que el cielo se tiña de verde, de rojo o de morado en un espectáculo que encandila a todo el que lo vive. “El sol es como una cazuela hirviendo de la que salen pequeñas partículas que te queman si pasas la mano por encima. El sol continuamente lanza partículas en todas las direcciones, pero cuando llegan a la tierra no penetran en la atmósfera porque existe un campo magnético que nos protege como un escudo”.
Javier continúa: “Sólo pueden entrar por la zona de los polos y, una vez penetran en la atmósfera, chocan contra los átomos de oxígeno y nitrógeno y provocan un desplazamiento de los electrones, de modo que les cambian el nivel energético, pero lo hacen de un modo inestable. Sube y vuelve a caer. Y ese momento de caída, multiplicado por millones de veces a la vez, es el fogonazo que vemos en las auroras”.
Hasta ahí, la formación. Pero, ¿Y los colores? ¿Y las formas? No hay dos auroras boreales iguales. “Dependiendo de qué átomos estemos excitando las auroras son de color verde, rojo o más violeta. Por su parte, las formas las determina el caos con el que se mueven las partículas que llegan procedentes del sol. Lo que llega no es un frente de ondas perfectamente definido como las ondas que se pueden formar en un lago al tirar una piedra sino más bien lo que se genera cuando una ola choca contra las rocas”.
“Las auroras son constantes, existen siempre, pero nosotros no somos capaces de verlas. Entonces, cuando logras verlas, es algo mágico procedente del negro más profundo que es el cielo. El cerebro no está preparado para asumir eso y por eso nos sorprende tanto. Es algo caótico pero bellísimo”, concluye.
Estas son las auroras boreales que se pueden observar desde el Círculo Polar, pero gracias al proyecto ‘Into the Aurora II’ podremos, si todo va bien, verlas como jamás se han visto: desde dentro. Ellos han puesto todo de su parte calculando hasta el más mínimo detalle.
Por un lado, la localización, el lago Inari, situado al norte de Finlandia, 300 kilómetros por encima del Círculo Polar Ártico, en las proximidades de la frontera con Rusia, tiene una extensión de más de 1000 kilómetros cuadrados, lo que, al estar congelado de noviembre a junio, lo convierte en una diana idónea para cuando caiga el material.
Eso no puede fallar. Hay que recuperar el material esta vez como sea. “Cuando lo intentamos la primera vez estábamos a 400 metros de la carga útil pero no fuimos capaces de llegar hasta ella. Puede ser que todo siga ahí pero nadie ha podido alcanzarlo. Es posible que se hundiera en el lago con el deshielo”, recuerda Javier.
Además del lugar, el momento del lanzamiento está calculado minuciosamente. “Dudamos entre llevar a cabo la expedición este año o el que viene porque probablemente haya otro pico en este ciclo solar (estos ciclos de máxima actividad solar se producen cada 11 años), pero nos decidimos por este. Hemos esperado pacientemente, no ha sido algo al azar”, argumenta Cacho.
La explicación, en cualquier caso, es más precisa: “En este periodo, en el solsticio, es cuando hay más posibilidades de que entren auroras a la atmósfera ya que, debido a la posición del eje de giro del planeta, se produce una mayor penetración de viento solar en la magnetosfera terrestre. De todos modos, son fenómenos tan puntuales que puedes estar en el mejor lugar, en el mejor periodo del año, en el mejor año… pero no sabes a ciencia cierta si las encontrarás. Las auroras aparecen y desaparecen a su antojo, pero confiamos en que haya, que se puedan ver y que se mantengan en actividad durante las dos horas que dura el vuelo”.
Por último, y cruzando los dedos, Javier nos detalla cómo será el lanzamiento del globo atmosférico así como el vuelo: “Fernando Ortuño ha dedicado toda su vida al lanzamiento de globos y ha estudiado esto al milímetro para saber dónde lanzar y dónde caerá el material. Calcula que el globo estallará tras unas dos horas y a 30 kilómetros de altura y será entonces cuando se abra el paracaídas para devolver el material a tierra. No nos importa dónde lanzar sino que el lugar de recogida sea óptimo. Estaremos en un territorio lleno de bosques cubiertos de nieve así que si no sabemos exactamente dónde queremos que caiga puede ser imposible que recuperemos el material”.
Así pues, y si el proyecto de Javier Cacho, Fernando Ortuño, Chedey Reyes y Carlos Calato llega a buen puerto, pronto tendremos a nuestra disposición las imágenes de auroras boreales más impactantes que hayamos visto jamás. Entre ellos no hay un pacto sobre quién será el primero en verlas: “No hemos hablado de ello. Estaremos aterrorizados por saber qué se ha podido grabar, aunque muy felices seguro. Los primeros tienen que ser los técnicos y nosotros debemos esperar simplemente a que nos digan que lo tenemos”.