Hace unos días, la noche de Cáceres quedó bañada en una luz rojiza debido a la aparición de unos destellos sobre el cielo nocturno. Eran auroras boreales desplazadas de los cielos polares, tal y como tambiñen pudo verse otras zonas de Europa Central, así en como algunas regiones de Italia, Francia, Eslovaquia, Irlanda o Polonia.
¿Por qué se han desplazado tanto de su ubicación habitual? Antes de nada, intenemos primero comprender cómo se producen las auroras boreales y por qué la tormenta solar ha intervenido en este suceso.
Estas tormentas solares o geomagnéticas son la causa de la aparición de auroras boreales en la Tierra. El Sol, situado a 150 millones de km del planeta, emite partículas de manera constante. El Astro Rey emite constantemente iones que se agrupan en el denominado viento solar. Este viento alcanza diferentes objetos dispersos por el espacio, incluida la Tierra. Las partículas viajan a gran velocidad, 300 y 1.000 km/s; por tanto, tardan unos tres días en llegar a nuestro planeta.
Cuando esas partículas cargadas se acercan a la Tierra, tienen que integrarse en el campo magnético terrestre, una especie de imán gigantesco que las lleva a las capas externas de la atmósfera y hacia los polos. En las zonas en las que se mueven, la atmósfera se encuentra llena de diferentes moléculas de oxígeno y nitrógeno, por lo que las partículas solares interaccionan con estos elementos, alcanzando estados de alta energía.
Este proceso apenas dura unas millonésimas de segundo. Después, cada partícula vuelve a su estado natural, pero en el caso de los iones, vuelven a la atmósfera en forma de fotones; es decir, las partículas que producen la luz. Dependiendo de la longitud de onda y la intensidad con la que esos fotones abandonen las moléculas, la luz será de un color u otro, y el cielo aparecerá teñido de las diferentes tonalidades.
Como decíamos, las auroras boreales suelen aparecer en los Polos. ¿Qué ha ocurrido para poder verlas en España? Se debe a una tormenta geomagnética fuerte ocurrida a finales de octubre. Durante este fenómeno, ocurren en el Sol fuertes procesos de reconexión magnética, que afectan a la organización del material solar y dan como resultado que muchas más partículas de las habituales puedan ser liberadas.
Todos esos elementos crean un viento solar más denso que el normal, capaz de interactuar más fuerte con el campo magnético, alterando su velocidad habitual. Las partículas insertadas en el viento pueden permanecer en otras zonas de la atmósfera y actuar con las moléculas de oxígeno y nitrógeno. El resultado, como se ha comprobado, es que puede haber auroras boreales en zonas alejadas de los polos.
Una tormenta geomagnética de actividad fuerte no es rara. Es normal que la actividad del Sol cambie con el paso del tiempo. Suele variar en función de unos ciclos solares que duran entre 10 y 12 años. Habitualmente, al final de cada ciclo, la actividad solar es más intensa. El ciclo solar actual tendrá su máximo en el año 2025. Por tanto, se esperan nuevos fenómenos de este tipo en los próximos dos años, hasta que el Sol empiece una nueva andadura.