Dicen los lugareños que nunca deberías visitar Alaska siendo muy joven porque la belleza de 'lo salvaje' puede hacer que el resto del mundo deje de parecerte interesante. Dicho de otra manera, hay cosas que ocurren en Alaska que no podrían ocurrir en ningún otro lugar. Y si no que se lo pregunten a Jodie Foster. Sin embargo, el amplísimo territorio -su nombre significaría tanto 'tierra grande' como 'el objeto contra el que la acción del mar es dirigida'- que fue comprado por el gobierno norteamericano a los rusos a finales del s. XIX, es hoy noticia no por las maravillas que esconde, sino por un fenómeno que se vuelto alarmante en las últimas décadas: muchos de sus ríos están dejando de ser azules para adquirir un tono naranja o cobrizo.
Es un hecho concreto: en los últimos años, diverso equipos científicos han observado arroyos y ríos que han adquirido un color naranja vibrante en toda la región ártica de Alaska. Según reporta el Servicio de Parques Nacionales, el reciente cambio de color de ríos como el Salmón, que transcurre desde siempre por el Parque Nacional del Valle de Kobuk, es motivo de especial preocupación. Los datos mostraron que el agua del río, que era de un azul claro casi transparente antes de 2019, pero que en años recientes se han vuelto de un color verdoso anaranjado.
Tampoco es un fenómeno aislado. Ya en 2018 investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, la Universidad de Pittsburgh y la Universidad Estatal de Colorado, analizaban aproximadamente 15,9 millones de imágenes satelitales tomadas durante un período de más de tres décadas, y constaban que de los más de 108.000 kilómetros de ríos del país norteamericano cuyo ancho es mayor de al menos 60 metros, el 56% se veía predominantemente amarillo y el 38% predominantemente verde. Su conclusión fue que al menos un tercio de los ríos había experimentado "cambios de color significativos" en los últimos 30 años.
¿Qué está ocurriendo en Alaska? Aparentemente se trata de un proceso similar al que ocurre en las cuencas ubicadas cerca de las minas, cuando los metales desprendidos como producto de la explotación entran en contacto con el agua de los ríos. Sin embargo, en este caso, es el cambio climático el que está haciendo que se derrita el permafrost -es decir partes del terreno que han permanecido congelados durante siglos- lo que hace que se liberen minerales y ácidos que van a parar a las aguas.
Un equipo del Servicio de Parques Nacionales, el Servicio Geológico de EEUU, la Universidad de California en David ha estudiado y tomado muestras de las aguas de 75 ubicaciones en el norte de Alaska y ha llegado a la conclusión de que “la descongelación del permafrost puede fomentar la intemperie química de los minerales, la reducción microbiana del hierro del suelo y el transporte de aguas subterráneas de los metales a los arroyos”, aseguran en un estudio publicado en la revista 'Communications Earth & Environment'.