Tardaba en llegar. Al día 38 de erupción en La Palma apareció un Bruce Willis patrio para dar la solución definitiva para desviar las coladas del volcán en Cumbre Vieja: bombardearlo con aviones militares. Ni más ni menos. El autor de la idea, el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo: "¿No hay un avión que vuela y que pueda hacer caer? Permitiría orientar la lava en una dirección. Hay un cono volcánico principal; después van apareciendo otros y las lavas no siguen la dirección de uno, sino que en función de por donde sale uno y en función de la inclinación..." Y se preguntó si no habría "métodos para abrir bocas en la dirección que se quiera de un volcán que emergen o que aparecen". Aunque luego matizó sus palabras, en Uppers hemos querido acudir a la ciencia para ver si tal cuestionamiento tendría algo de sentido en las circunstancias actuales.
Stavros Meletlidis, del Instituto Geográfico Nacional, nos explica sobre el terreno de La Palma que una pregunta que ha habido desde el primer momento es si se podría hacer algo como en Hawái durante la II Guerra Mundial con el volcán Mauna Loa, bombardeado para detener las coladas antes de que llegaran a la ciudad de Hilo. "Aquí hay que tener en cuenta que para hacer todo eso necesitas tener un espacio más grande, porque La Palma es una isla pequeña, y no es lo mismo un recorrido de 40 kilómetros de colada como en Hawái que cinco como tenemos aquí", nos cuenta. Hándicap número 1.
El segundo problema que ve Stavros a esta idea es la consecuente pérdida de control sobre las coladas. Actualmente es imposible tenerlo, pero el problema se vería agravado si, además, se bombardeara el entorno. "Hay que tener en cuenta el volumen de magma que está implicado. Si nosotros hacemos alguna actuación, cualquiera, igual no sirve y puede perjudicar. Ya tenemos bastantes flujos de lava y habría que ver cómo se hace algo parecido sobre los nuevos recorridos, porque el espacio entre el cono y la afectación de la colada aquí es mínimo".
Por su parte, María José Blanco, jefa del Centro Geofísico en Canarias del Instituto Geográfico Nacional y acompañante de Stavros en la conversación, también quiso apuntar otro problema adicional que tendría el plan del bombardeo del volcán: "Hay que tener en cuenta la topografía y los sistema de alimentación. Bombardearlo implicaría despresurizar todo lo que hay debajo, de tal modo que tienes un problema mayor. Si lo despresurizas y le quitas toda la carga de roca que tiene encima no sabemos cómo se comportaría".
Además, explica, el volcán "ha empezado con profundidades de más de 10 kilómetros, por lo que cualquier cosa que hagamos sería muy superficial. En ese momento del bombardeo puedes abrir otros puntos o puedes desviarlo, pero no sabes si ese desvío es el tuyo. Hablo de bombardeo como de hacer un canal con una pala mecánica, o en el frente, que puedo poner 30 bombas de agua enfriando la colada, pero se acumularía un volumen mayor detrás. Tampoco parece muy probable que un avión pudiera volar cerca en las circunstancias actuales", remata.
Al final, de lo que se trata es de la dicotomía de siempre: el ser humano intentando domar la naturaleza. "Siempre hay ideas, pero hay que valorar mucho, sobre todo con conocimiento científico, si nos causaría más problemas que soluciones", concluye Stavros.
En Hawái, en 1935 entró en erupción el volcán Mauna Loa, el más grande de la Tierra. Las coladas comenzaron a avanzar a una velocidad de 1,6 kilómetros por día hacia la ciudad de Hilo, por lo que a Thomas Jaggar, director del Observatorio Hawaiano del Volcán, se le ocurrió bombardear los tubos volcánicos para enfriar la colada.
El plan tuvo un éxito relativo, porque si bien cuando eran bombardeados se enfriaba su interior al entrar rápidamente aire frío, al poco se volvían a recargar con nuevo magma. Sin embargo, al poco de ejecutar el plan, el volcán detuvo la erupción, por lo que la ciudad se salvó.
En Sicilia, durante las erupciones del Etna de 1983 y 1991-1993, se utilizó esta técnica cuando la lava amenazó algunos centros habitados situados en las laderas del volcán. Sin embargo, los explosivos no se lanzaron desde aviones militares, fueron colocados desde tierra de forma precisa para modificar la morfología del terreno y desviar la lava.
En 1973, en Islandia, utilizaron la técnica de enfriamiento del frente de la colada. La lava del volcán Eldfell amenazaba al pueblo de Vestmannaeyjar y al puerto, así que durante cinco meses estuvieron echando agua al frente para ralentizar su avance. Aunque la colada destruyó numerosas casas, pudieron salvar el puerto.
Más recientemente, también en Islandia, los ingenieros crearon grandes diques de arena para evitar que las coladas del nuevo volcán aparecido en la península de Reyjkanes llegara hasta el mar y cortara una de sus principales vías de acceso y de fibra óptica. Al final, como en el resto de actuaciones llevadas a cabo en la historia, el plan funcionó porque dejó de emitir lava.