Inge y José Luis llevan viviendo en La Palma 10 años. En 2011, ella, alemana de nacimiento y 'española de corazón', se mudó allí tras una excedencia para no perder la plaza su funcionaria. Ahora está a punto de jubilarse. Él hizo las maletas dos años después, cuando se jubiló: terminó de empaquetar su antigua vida en Cantabria como funcionario para empezar a disfrutar de una idílica jubilación isleña. La pareja no tiene hijos y aseguran que estar allí es todo lo que pueden pedir. "Es tan maravilloso como parece. La jubilación No cambiaríamos esto por nada, ya nos hemos vuelto palmeros", nos cuentan al teléfono. Aunque esta vida de película se ha visto truncada en el último mes por una serie de desastres naturales. Un incendio, varios terremotos y la erupción del volcán han roto la paz. ¿Cómo es tener miles de metros cúbicos de lava avanzando hacia tu casa?
El primer gran susto del matrimonio fue el incendio del pasado 17 de agosto, que calcinó 300 hectáreas. Y fue muy duro, con mucha incertidumbre. Las llamas alcanzaron su jardín en poco más de tres horas, sin previo aviso. "Hacía mucho viento y estaba todo muy seco, era una mala mezcla que pensamos que no pasaría nunca. Empezamos a ver el fuego Avanzaba muy rápido, afectó a parte de nuestro terreno y llegó a la puerta de casa, pero pudieron contenerlo a tiempo. Tuvimos mucha suerte porque justo llegó un camión de bomberos y lo controlaron antes de que se extendiese más".
De haber llegado los equipos de rescate diez minutos después, hubiese sido una verdadera desgracia. José Luis nos cuenta que detrás de su casa comienza una arboleda y un vecindario que se hubiese visto totalmente arrasado por las llamas. "Las consecuencias hubiesen sido mucho mayores", insiste. Ellos tuvieron suerte, pero muchos de sus vecinos cercanos no.
Apenas un mes después, comenzaron los terremotos. Pese a que la pareja asegura que los temblores no se han notado en exceso, reconocen que el domingo empezaron a ser más y más fuertes. Inge se despertó con uno a las siete de la mañana, pero José Luis sintió más el de las ocho y el de las once. "La silla se empezó a mover, pensaba que alguien me estaba empujando. Fue corto pero fuerte, como si hubiesen dado un golpe en el suelo. Por suerte, no era suficientemente potente como para derribar casas, tuvo una magnitud 4,2", nos explica.
Cuando el humo volvió a cubrir el cielo La Palma, ninguno de los dos pensó que se trataba del volcán. Solo veían el cielo gris e Inge, al teléfono con una amiga, le preguntó si había otro incendio. "El 17 de agosto se me vino a la mente, no podía creer que fuese a pasar de nuevo. Pero ella me dijo que no, que era lava y yo empecé a gritar 'lava, lava' y, José Luis, como yo estaba en la cocina, pensó que el ruido era el lavavajillas que se había estropeado, el volcán no pasó ni por su mente", relata en un tono cómico, intentando destensar la situación.
Sin embargo, cuando empezaron a ver el magma, entendieron que se aproximaba la tragedia. Nadie sabía dónde iba a suceder y al final ha sido a unos 5 kilómetros de su casa. "Por suerte no lo tenemos muy cerca, pero lo vemos perfectamente con prismáticos y notamos mucho el olor y el humo; esperamos que aquí no llegue", nos cuenta aliviados. Desde ayer, mirar por la ventana y comentar lo que ocurre con amigos es su gran preocupación. Vuelve a ser muy dura esa sensación de incertidumbre. Al fin y al cabo está en juego tu casa y, para mucha gente, los terrenos de los que llevan años viviendo.
"Es increíble cómo la lava se lleva las casas, como si fueran de papel. Todo por donde pasa termina arrasándolo. El terreno queda inservible, los hogares convertidos en piedra dura, esa gente lo ha perdido todo. Una amiga siempre nos dice que estamos locos, que vivimos encima de un volcán en medio del océano y es verdad". Aunque la preocupación resuena en cada palabra que nos dice José Luis, también hay cierta sensación de alivio. Alivio por no estar en el paso de la lengua de fuego, por saber que sus amigos están bien, que su vida no corre peligro y que, junto a su perro, podrán seguir disfrutando de su retiro.
Reconoce que en la isla nadie se esperaba que esto pasase. Después de 50 años y sin que el otro dejase excesivos daños materiales, los isleños vivían tranquilos. "No nos dábamos cuenta de que la población ha crecido mucho desde entonces, que hay muchas más viviendas y que este volcán está mucho más lejos del mar, por lo que las consecuencias serían mucho más devastadoras".
Ante este dramático fenómeno natural, José Luis reconoce tener sentimientos encontrados. "Por un lado, lo ves como espectáculo muy bello, muy fantástico, de noche es algo alucinante, no puedes parar de mirar, es hipnótico. Pero por otro, te das cuenta de lo terrible que es, de que la gente está perdiendo su vida entera. Por la noche parecía un cuadro de Bosco: las llamas disparadas, la luz… es horrible lo que están pasando", relata.
Pese a esta situación, ni Inge ni José Luis se plantean marcharse de la isla, reconocen estar más felices que nunca desde que habitan allí y han encontrado en La Palma el ritmo de vida ideal para pasar esta etapa de su vida. "Aquí se vive muy bien, la mentalidad canaria nos encanta, todo es muy reposado. La isla es preciosa, el clima estupendo, y, bueno, parece que esto es para compensar algo tan paradisiaco. Algo malo tenía que tener", comentan resignados.