Grandes riadas en Benicàssim, inundaciones en Toledo, incendios de sexta generación en Málaga y una ola de calor que batió el récord de temperatura máxima en Montoro (Córdoba), con 47,4 grados. El cambio climático ya está aquí. Ya no es algo que ocurrirá en el futuro. Lo estamos viviendo y, cada vez con más frecuencia, estos episodios se irán repitiendo. Nuestros bolsillos, además, no son inmunes a esta modificación del clima.
Un análisis de la Fundación Canal estimó que los desastres naturales habían costado, en 2018, 155 billones de dólares, y el 69% de todas estas pérdidas no estaban cubiertas por ninguna póliza de seguros, por lo que quien tenía que hacerse cargo de todo el coste eran los ciudadanos que las habían sufrido, en primera instancia, y los gobiernos a través de ayudas y subvenciones, en segunda.
Pero, más allá de estos hechos puntuales, cada año ya sufrimos otro tipo de cambios. Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), el verano es la estación más cambiada por la crisis climática. Desde 1980, el verano ha crecido unos 9 días de media por década, así que que el verano actual abarca prácticamente 5 semanas más que a comienzos de los años 80. ¿Qué consecuencias prácticas tiene esto?
El efecto más visible y que más nos toca el bolsillo es que, al haber más días de calor, toca luchar más días contra él. Así de sencillo. Un estudio de Raisin, plataforma de depósitos Europeos, ha conseguido determinar cuál es el gasto adicional que esto supone.
"Atendiendo al precio medio del kWh (0,1638€/hora) y al consumo medio de un aparato de aire acondicionado (2 kWh/hora) un hogar español se gasta, de media, unos 2,60€ al día, suponiendo que se use alrededor de unas 8 horas al día. Esas cinco semanas adicionales de consumo eléctrico aumentan la factura en 91,7€ tan sólo en climatización durante los meses más cálidos lo que suma un total de casi 250€ al año solo en aire acondicionado", explican.
Estos 91,7€ por hogar suman casi 2.000 millones de euros si consideramos la totalidad de hogares españoles. Pero además, si tenemos en cuenta la tendencia ascendente que hemos experimentado en los últimos años con respecto a los días de verano (9 días de media por década), esta cifra seguirá aumentando. Para 2050 podríamos estar hablando de otra subida de 70,74€, y sin tener en cuenta la inflación de la factura eléctrica, cuyos precios en el mercado mayoritario no dejan de subir.
"Este incremento en la demanda eléctrica se suma también al aumento del precio de la factura en los últimos años, lo que resulta en un gasto adicional anual que está afectando cada vez más a los ahorros de los españoles", comenta Mónica Pina Alzugaray, country manager de Raisin España. "En el año 2020 el sueldo medio en España era de 26.934€ al año, mientras que el año anterior fue de 27.537€, lo que significa que aunque el consumo aumenta, los ingresos no lo hacen acorde", dice.
El cambio climático también se encuentra en la cesta de la compra. ¿Cuesta lo mismo una cebolla que viene de Perú que otra que se cultiva en Galicia? Aunque tengan el mismo precio, no. Los más de 9.000 kilómetros que hay entre el país latinoamericano y el nuestro dejan una huella de CO2 imborrable en nuestro planeta. Por eso, cada vez más, los españoles estamos cambiando nuestros hábitos de consumo para adaptarlos al cambio climático.
Desde el Observatorio de Consumo y Sostenibilidad de Jealsa, compañía de fabricación y distribución de conservas de pescado y mariscos, se ha llevado a cabo el estudio 'Radiografía del consumidor responsable 2021', que refleja que la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente influye al menos en un 60% en la decisión de compra de los españoles a la hora de adquirir algún producto o servicio.
Para el 13% de la población encuestada, ambos factores influyen al 100%; para un 45% de los encuestados entre un 60 y un 80%; para el 26% entre un 30 y un 50% y solamente para un 16% influye menos de un 20%.
Según el citado estudio, el 78% de los encuestados ha dejado de comprar algún producto por falta de transparencia en su envase como pueden ser la ausencia de información nutricional o el origen de sus ingredientes.
Y es que cuando hablamos de alimentación, los españoles tienen muy en cuenta la procedencia de la materia prima. De esta forma, el 52% de los encuestados estaría dispuesto a consumir únicamente productos que certifiquen la procedencia sostenible de las materias primas empleadas.