Es alta, morena, guapa, sexy. Una italiana carismática con una amplia carrera en la producción de cine. Y la mujer de Colin Firth. Livia Giuggioli podía haberse limitado a ser la esposa del famoso actor (“Bridget Jones”, “El paciente inglés”, “Love Actually”), pero, desganada por tanto evento o tal vez asombrada por los excesos vistos en muchas alfombras rojas, decidió que había que hacer algo.
Y lo hizo. Primero creó la campaña ‘Al menos tres veces’; con ella, quiso que las mujeres con agendas top no se obsesionaran con estrenar modelo cada vez que iban a un sarao. Le parecía asombroso que un diseño de alta costura en el que han intervenido costureros, artesanos y productores de materias primas exquisitas quedara obsoleto en lo que dura un pase VIP y empezó a pedir que esos maravillosos estilismos fueran vestidos al menos tres veces. Sin saberlo, plantó la semilla de lo que hoy es la Slow Fashion.
La campaña ‘Al menos tres veces’ contó con el apoyo de mujeres influyentes como Annie Lennox. Aquello impulsó a Livia a ir un poco más allá. Ya no solo abogaba por ponerse un traje bonito unas cuantas veces, sino que empezó a recuperar modelos de los 60 y 70 que encontraba en el armario de su propia madre, una elegante italiana de Umbria, donde los Firth se casaron y donde aún hoy poseen una casa.
Entre vestidos de alta gama (que al menos se ha puesto tres veces) y ‘tesoros’ descubiertos en el armario materno, Livia seguía siendo muy activa en Instagram. El paso al activismo real era cuestión de tiempo. En la red social, con casi un millón de seguidores, Livia ha puesto en marcha Ecoage, una consultora cuyo objetivo es incentivar y dar a conocer todas las tendencias y movimientos que favorecen la sostenibilidad en el negocio de la moda. Su claim es revelador: “Estética con ética”. Entre sus principales logros, Ecoage es la responsable de los Green Carpet Awards, los Oscar de la moda sostenible, un evento con alfombra verde (¿podía ser de otra manera?) que tiene lugar durante la Semana de la Moda en Milán. En él participan todas las grandes marcas del negocio, algunas de gran lujo, como Chopard, la maison de joyería cuya página web abre con un manifiesto sobre compras responsables y la calidad de su oro, al que califican de ‘ético’.
La carrera de Livia en el ecoactivismo sigue imparable. Su último objetivo es dar a conocer la situación de las plantas de producción situadas en países del Tercer Mundo, con trabajadores cercanos a la esclavitud. Para muestra, esta publicación de su cuenta en IG: “un estudio revela que el salario de 26 dólares mensuales para los trabajadores que trabajan en las fábricas de tejido de Etiopía es el más bajo del mundo. La fábrica trabaja para Guess, H&M, Calvin Klein y Tommy Hilfiger, entre otras marcas”. A Livia no le asusta incomodar a posibles sponsors o anunciantes.
Si creíamos que su matrimonio con Colin Firth garantizaba su estabilidad sentimental, Livia vuelve a sorprender. Primero confirmó que era ella la que manejaba su fama, y no al revés, para lo que estimara oportuno: “¿que si me aprovecho de la fama de mi marido? ¡Por supuesto!”, afirmó recientemente en una entrevista. Con este principio claro, se ha atrevido con un tema más peliagudo: el amor y sus demonios. “¿Cómo podemos creer que una persona solo tiene un gran amor en su vida? Yo he tenido y tengo muchos”, explica en IG. No sabemos si el periodista italiano Marco Brancaccia ha sido uno de sus grandes amores, pero sí ha sido un quebradero de cabeza. Tras una breve relación, el paparazzo comenzó a acosarla cuando ella quiso dejarlo. El asunto llegó a los tribunales y hoy es un episodio amargo en la vida de esta pareja, plenamente reconciliada. Tras una nota conjunta del matrimonio para zanjar la rumorología, Livia no ha hecho más declaraciones, pero sí ha dejado en IG la siguiente reflexión: “no avanzaremos mansamente hacia un futuro estúpido”. Nada que añadir.
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