Antoni Bolinches es psicólogo y propietario de un cerebro de 72 años que se siente estupendamente. Cualquier neurólogo le diría que, dada su agenda, podría prescindir de sudokus y crucigramas para mantener su mente activa. "Imparto conferencias, escribo, reviso la reedición de mis libros o me dedico a divulgar mi método psicológico Terapia Vital. Mis jornadas no pueden ser más fértiles. En febrero publicaré un nuevo libro que hablará de las dificultades amorosas de las mujeres de éxito y esta misma semana sale al mercado una nueva edición de 'El cambio psicológico', escrito en 1988", dice. A pesar de su inagotable ocupación, saca un tiempo para recibir a Uppers.
Nos cuenta que para él los años son solo un número y se considera dichoso por pertenecer a ese 15% de la población que se siente realizada en el trabajo. En España, a punto de superar a Japón como el país más longevo del mundo, la edad de jubilación es un dilema, sobre todo porque el sistema de pensiones hace tiempo que flaquea. ¿Convendría adecuar el momento de la retirada a la mayor esperanza de vida? Teniendo en cuenta que se ha duplicado en poco más de un siglo y que la ciencia no ceja en su empeño por frenar el envejecimiento, quizás deberíamos plantearnos una carrera laboral más larga.
Ahora bien, ¿cuánto puede resistir el cerebro una jubilación tardía? Trasladamos la pregunta al neurólogo Félix Bermejo-Pareja, un buen exponente de hombre al que le queda mucho por hacer más allá de la edad de jubilación. “Si no hay enfermedad, un cerebro a los 65 responde perfectamente. Esta catalogación de los 65 años es antigua y de origen social. La jubilación en modo alguno es biológica”, asegura.
Bermejo-Pareja entró en el Servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre en 1976, cuando este estrenaba sus primeras camas, y desde entonces no ha dejado de trabajar. Hoy sigue dedicando sus días principalmente a la investigación neuroepidemiológica en el Instituto de Investigación de este centro y dirige una cátedra de Alzheimer en la Universidad Complutense de Madrid.
Igual que Bolinches, mantenerse activo después de los 65 le está permitiendo aumentar su reserva cognitiva y mantener en forma su salud mental. “No me cabe la menor duda -insiste- que es mejor seguir trabajando. La actividad intelectual y física prolonga la vida e incrementa la satisfacción. Obviamente, hay personas que llegada la jubilación se dedican a otras actividades que nunca tuvieron tiempo para hacer”.
Uno y otro hacen suyas las palabras del neurocientífico Francisco Mora: “La vida del hombre dura tanto como su emoción para reaccionar con ilusión ante el mundo”. El trabajo es para ellos un gran aliciente, por eso no ven que deban dejar de trabajar cuando aún tiene por delante varias décadas de vida. “¿Por qué voy a dejar de hacer algo tan gratificante? El ser humano sigue siendo joven si tiene un futuro y unos proyectos vitales. Y si no los tiene, debe construirlos, recuperando, por ejemplo, aquello que se quedó aplazado o creando unos nuevos, pero que sean realmente tuyos. No valen ocupaciones ficticias”, explica Bolinches.
Bermejo-Pareja recuerda que las neuronas se reponen incluso cuando envejecemos. Nuestro cerebro añoso tiene la capacidad de regenerarse y rejuvenecer si mantenemos actividad física y mental. “Salvo el tiempo de reacción que se ralentizan desde la veintena, muy pocas se deterioran. Seguir utilizando las capacidades físicas y mentales ayuda a su conservación”, añade Bermejo-Pareja. Tan simple como “Úsalo o lo perderás”.
En general, a los 65 una persona se mantiene ágil, sana y con motivación para emprender nuevos retos y seguir trabajando. A partir de ahí, no existe un ritmo concreto de envejecimiento, pero los científicos están descubriendo que la evolución de nuestro cerebro depende en buena parte del uso que le hayamos dado y estemos dispuestos a darle en el futuro. David Bartrés-Faz, investigador del Institut de Neurociències de la Universitat de Barcelona, menciona la nutrición, la actividad física y cognitiva, el sueño y la actitud positiva ante la vida como hábitos decisivos para la salud cerebral y reducir un 30% el riesgo de sufrir demencia. “Se desconocen, sin embargo, cuáles son exactamente esos patrones que debería adoptar cada individuo en función de su predisposición genética o características”, matiza.
Tenemos el ejemplo de Rod Stewart, una leyenda del rock que está celebrando sus 50 años como solista con un nuevo álbum en el que da fe de su inalterable fuerza. O el de Pedro Calama, ese cura salmantino que con 90 años sigue al frente de su parroquia en El Cerro, en plena lucidez y con ganas de seguir batallando. Es evidente que la humanidad envejece. La ONU estima que en 2050 habrá unos 400 millones de personas mayores de 80 años en el mundo, pero la vida moderna ha difuminado los límites de lo que se considera ancianidad.
Richard Gere, por ejemplo, ha sido padre de nuevo con 70 años. El estadounidense más rico es Warren Buffet, nacido en 1930, y sigue siendo uno de los inversores más significativos de todos los tiempos. El intelectual Noam Chomsky, nacido en 1928, mantiene en pie su activismo contra la globalización. E Isabel II de Inglaterra, con 94 años, no da ni un leve signo de ceder su corona. Ninguno muestra cansancio y es evidente que trabajar les sienta muy bien.
Incluso en la pasarela, en una profesión que arroja a la jubilación a los treintañeros, el modelo chino Deshun Wang desfila sus más de 80 años. Todos ellos derriban tópicos y acaban con las excusas. “Está claro que, llegada una edad, si no te has muerto te conviertes en un clásico”, concluye Bolinches con ironía.
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