Los nietos de los agricultores vuelven al pueblo: "No entienden por qué una farmacéutica prefiere trabajar con el tractor"
En España hay unos 782.000 agricultores, según la última estadística de población activa
Según los estudios del Ministerio de Agricultura, los menores de 35 años no llegan al 5%
Hablamos con Irene y Rodrigo, farmacéutica y sociólogo respectivamente, dos de estos jóvenes agricultores que están siguiendo el legado de padres y abuelos
Irene se levanta cada mañana delante de un paisaje imponente: las Bárdenas Reales, en Navarra. En lugar de ponerse su bata de farmacéutica licenciada, prefiere calzarse el mono de trabajo para seguir cultivando los almendros que una vez, en 1940, comenzó a plantar su abuelo. A Rodrigo Carrillo, quien nos deleita en su cuenta de Twitter (@AgricultorCast) con espectaculares paisajes de los campos de lavanda y lavandín que labra, le pasa algo similar: comparten el amor por un oficio que una vez llevaron a cabo sus antepasados y ahora, en plena era de la digitalización y las máquinas, quieren seguir con el legado de sus padres y abuelos en un viaje de ida y vuelta que una vez les llevó a la ciudad a estudiar y ahora, haciendo lo que realmente aman, han regresado al pueblo.
El sector agrario es una de las piezas claves de la economía de nuestro país. En 2020, con la pandemia en su máximo apogeo, la agricultura se expandió hasta el 4,7% de nuestro PIB cuando, en años anteriores, rondaba el 2,8%. En términos de empleo se sigue observando que es un sector en el que trabajan, sobre todo, mayores de 45-50 años, por eso los casos de Irene o Rodrigo, jóvenes y licenciados universitarios, llaman la atención.
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Irene Nonay, una historia ligada con los almendros de su abuelo
En mi familia siempre hemos sido agricultores y siempre iba con ellos a ayudar al campo y con mi abuelo toda mi vida. Yo soy farmacéutica, ejercí de ello, pero un día me daba mucha pena de que se perdiera todo el trabajo de mis abuelos porque si yo no seguía nadie más lo iba a hacer, así que tomé la decisión de dedicarme a ello y ampliarlo. Aparecí un día en casa y dije que quería ser agricultora.
¿Y qué te dijeron?
Mis padres y mis amigos me dijeron que hicieran lo que me gustara. La gente que me conoce sabe que lo hago porque quiero hacerlo. Mis abuelos ya no viven y no lo han podido ver, pero en mi casa es una cosa muy normal, se trata con total naturalidad porque en mi casa quien dirigía aquello era mi abuela y a mí siempre me han enseñado en casa que las mujeres y los hombres hacemos las mismas cosas, así que no fue ninguna sorpresa.
¿Y el resto de la gente?
La gente no lo ve tan natural. A mi padre le paran por la calle y le preguntan que qué hace una señorita farmacéutica en el campo, y a mi madre que qué hace la chica con el tractor. Y a mí me dicen que no entienden por qué una farmacéutica prefiere trabajar con el tractor, en el campo. Hay que reírse un poco y tomárselo con filosofía. Tampoco me sientan mal, pero cuando abrí mi cuenta de Twitter y de Instagram era para visibilizar que había jóvenes que nos dedicamos a esto y lo hemos decidido nosotros.
Cómo ha cambiado ese planteamiento respecto a antes
Ahora los jóvenes que nos dedicamos a esto es porque queremos. Sabemos hacer otras cosas, pero hemos elegido esto.
De dónde sacaste el conocimiento
Yo tengo unos almendros nuevos que planté en febrero de 2020 cuando vi que me quería dedicar a esto, pero tengo también unos de mi abuelo que tienen más de 40 años y mi abuelo me enseñó a conservarlos, de ir al campo con él al final aprendí a cuidarlos. A mí ahora me dices que me ponga a hacer tomates y no tengo ni idea, porque cada uno nos especializamos en una cosa.
Por qué decidiste volver al pueblo
Nos han impuesto un discurso de que cuanto más lejos estás de casa, mejor. Pero si uno se queda en casa porque quiere tampoco está tan mal. Uno tiene que decidir lo que le gusta. Yo he viajado, he vivido fuera, hablo inglés perfectamente, pero hay un momento en el que hay que decidir lo que le gusta. Es absurdo vivir lejos solo porque la sociedad piense que es mejor. Yo estoy muy orgullosa de mí misma de sacar este proyecto adelante. Tampoco quiero convencer a nadie de que tenga que hacer lo mismo que yo.
Rodrigo Carrillo, 140 hectáreas dedicadas a la lavanda y el lavandín
Me vine al pueblo hace unos 9 años y nos vinimos mi hermano y yo a intentar meternos en el negocio de la lavanda. Ante la falta de expectativas de Madrid decidimos venirnos aquí. Contábamos con una explotación familiar y las raíces que tenemos aquí de toda la vida y nos lanzamos a la agricultura. Sin tener ni puta idea, pero teniendo la experiencia de subirnos a los tractores de pequeños. Y hasta aquí. Hemos tenido éxito con lo que hemos ido haciendo y hemos podido sobrevivir a la hecatombe de la agricultura.
¿Madrid, de alguna forma "os expulsó"?
A mi Madrid siempre me ha gustado aunque ahora ya no tanto, con tanta rapidez. Supongo que esto lo vivo ahora que tengo una vida diferente. Hoy en día no me planteo no ver un atardecer porque estoy en un piso. Yo creo que fuimos al pueblo a buscar una alternativa. A toda mi generación, que estudiamos en la universidad, sí que les expulsó, porque no encontraron trabajo por ningún lado y se tuvieron que ir.
¿Tuvo algo que ver lo que estudiaste con lo que haces ahora?
Yo estudié sociología y al final decidí que la sociología me iba a servir para llevarme bien con la gente del pueblo. En realidad creo que habría que empezar a reivindicar que un chaval no haya tenido más alternativa que meterse en la universidad y que se hayan dejado de lado los oficios, la formación profesional. ¿Por qué no se ha fomentado esto? Hoy en día se ve en los pueblos, que falta gente que sepa de oficios. Aquí en el pueblo no hay herreros, por ejemplo, y son muy necesarios. No soy una persona expulsada por el sistema universitario, pero sí que me hubiera gustado ser una persona animada por el sistema de formación profesional.
Qué te dijeron cuándo anunciaste que te ibas a dedicar a esto
No fue algo de la noche a la mañana. Fue una sucesión de decisiones, diciendo que íbamos a montar una empresa, que íbamos a trabajar nosotros y generar empleo... A medida que íbamos ampliando la extensión se vio que era algo progresivo, y siempre con la idea de que era lo correcto. Hemos tenido mucha suerte porque nos hemos metido en ayudas, créditos e historias y ahora podemos decir que estamos saliendo bien de todo ello.
¿Te encuentras con alguna dificultad intergeneracional?
No, porque una de las cosas que siempre tuve claro es que al pueblo se viene a aprender. Yo soy una persona de ciudad, he tenido mucho contacto con el pueblo y la agricultura pero cada día se aprende algo distinto. Un año no es igual que el anterior, en ningún aspecto. Aquí vine a aprender. Otra cosa es que hubiera venido a imponer. Imagínate que un crío de 24 años viene aquí a decirle a los mayores cómo hacer las cosas, me hubieran colgado del cerro más alto.
No son los únicos, también están Cristina, Ismael, Lucía...
Además de las historias de Irene y Rodrigo, por redes sociales también se puede seguir la actividad de otros jóvenes agricultores que siguen los pasos de sus padres y abuelos. Cristina, por ejemplo, cultiva en los campos de Soria, desde donde "alimenta al mundo"
Lucía Velasco, desde Asturias, es ganadera, nombrada Reguerana 2017, Premio joven Ganadera 2018, Premio Nacional a la excelencia 2018 Mujer Rural del Ministerio de Agricultura y Vaqueira de honor 2019. Con este currículum, en redes sociales demuestra cómo es su amor por los animales y la forma en la que convive con ellos.
O Ismael, desde Valencia, que esta semana se hace viral con un tuit en el que denunciaba la injusticia de que su cooperativa no le comprara las naranjas que había cultivado con tanto esmero por falta de salida comercial. Ante los grandes problemas, grandes soluciones: Ismael decidió venderlas a través de redes sociales y de manera directa, con una acogida tal que, según explicaba en Twitter, le ha tenido cogiendo el teléfono y preparando envíos unas cuantas horas.