El giro histórico en la postura de España sobre el conflicto del Sáhara podría cerrar la crisis diplomática con Marruecos, pero a cambio supone tensar las relaciones entre nuestro país y Argelia, uno de los grandes proveedores de gas natural. La ruptura con nuestra tradicional neutralidad entre Rabat y el Frente Polisario para abogar por el plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental como la "base más seria y realista" para la solución al conflicto en la excolonia africana podría tener consecuencias en política energética y amenazar el suministro de gas que proviene de Argelia. ¿O quizás no?
El movimiento del Gobierno español pretende garantizar la colaboración marroquí para frenar el problema de los flujos de inmigración hacia nuestro país. Pero acercarse a Marruecos supone tomar distancia, en lo que se refiere al conflicto saharaui, de Argelia, hasta hace muy poco el mayor exportador de gas natural a España, y en un momento en el que la reducción de la dependencia de Rusia en esta materia está en el centro del debate internacional. Quizás ahí reside la clave: España es ahora mucho menos dependiente del gas argelino que hace cinco meses, concretamente desde que a finales de octubre se cerró el gasoducto Magreb-Europa (GME).
La reacción oficial de Argelia ante el giro de España es de enfado e indignación, hablando de "segunda traición histórica a los saharauis" y "deriva inaceptable". Argelia está alineada con el Frente Polisario, que exige la autodeterminación del Sáhara, no la autonomía limitada ofrecida por Marruecos. La complicada relación entre las partes ha llegado al ámbito energético. De hecho, Argelia cortó el GME en octubre para evitar que Rabat se pudiese beneficiar de los derechos de paso y parte de su gas.
El país argelino ha mantenido el suministro a España gracias a la conducción que enlaza ambas costas y buques, pero en febrero, último mes disponible, ya solo nos envió un 23,2% del gas y fue ampliamente superado por EEUU, que proporcionó casi el 33% a través de metaneros que descargan el gas licuado (GNL) y después es regasificado en las seis plantas que hay en nuestro país. El gas argelino llega a través del MedGaz, el único gasoducto aún abierto, y a un precio inferior que el del mercado porque el contrato se firmó hace años.
Fuentes diplomáticas consultadas por 'Vozpopuli' descartan sin embargo que Argel pueda cerrar el grifo y no renovar los contratos gasísticos con España. De hecho, hace solo unas semanas, Pedro Sánchez llamó al presidente argelino, Abdelmajid Tebboune, para asegurarse de que seguiría abasteciendo a nuestro país en buenas condiciones. Conviene no olvidar que, a día de hoy, más del 90% de los ingresos de Argelia son gas y crudo. Hasta ahora Argel se ha negado a los requerimientos internacionales de reabrir el gasoducto Magreb-Europa pero, en un momento en el que puede verse beneficiada económicamente por el rechazo a Moscú, esa postura podría revisarse.
España, en cualquier caso, debe prepararse para que la relación con Argelia sea turbulenta durante un tiempo, aunque tratará de suavizar la situación. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, explicaba tras el cambio de postura sobre el Sáhara que Argelia es "un socio fiable" y garantizó que la relación estratégica con el país "está llamada a perdurar en el tiempo". Pero si la tensión se prolonga, Argel podría otorgar en los próximos meses prioridad en materia energética a Italia, a la que le unen dos gasoductos.
En la recámara queda el proyecto de gaseoducto de alta capacidad franco-Español, el Midcat, un intento de crear un hub de gas europeo en nuestro país que lleva varios años paralizado por una serie de problemas económicos y reguladores. Europa ha empezado a ver con otros ojos el gaseoducto por el Mediterráneo ante la autonomía energética que aportaría respecto a Rusia. El Gobierno español ha condicionado la recuperación del proyecto a su viabilidad futura y a que sea financiado por la UE.