Con el estallido de la pandemia del coronavirus, muchas empresas optaron por implementar el teletrabajo para poder seguir produciendo sin poner en riesgo la salud de los empleados.
Este auge del teletrabajo, que aún ahora se mantiene en modelos híbridos que combinan el trabajo de oficina con el trabajo desde casa, aumentó el tiempo que pasábamos frente a las pantallas y convirtió a las videollamadas en una herramienta más del mundo laboral, en sustitución de las reuniones en persona que, hasta entonces, muchos mantenían de manera habitual con sus compañeros, socios y clientes.
La proliferación de las videollamadas, que durante la pandemia también se utilizaron para conectarnos con familiares y amigos que se encontraban en la otra punta del país, no pasó desapercibida para los ciberdelincuentes, y durante la pandemia se vio un repunte en los hackeos de las cámaras que llevan incorporadas los ordenadores, móviles y dispositivos electrónicos.
Esta práctica se conoce con el término inglés “camfecting”, y consiste en piratear la cámara web de un usuario para activarla sin su permiso e invadir su privacidad, con las graves consecuencias que esto puede tener para la salud mental de las víctimas.
Tal y como señala la compañía de software especializada ESET, para hackear las cámaras de los ordenadores, móviles o tablets de sus víctimas los ciberatacantes suelen utilizar troyanos de acceso remoto (RATs, según sus siglas en inglés) con los que pueden controlar sus dispositivos para encender la cámara o robar archivos sin que el usuario sea consciente de ello.
Estos virus pueden infectar los dispositivos mediante técnicas de phishing, cuando un usuario accede a un enlace malicioso o se descarga una aplicación móvil o archivo adjunto infectados. Además, y tal y como señalan desde ESET, los ciberatacantes que practican estos delitos también suelen aprovechar las filtraciones de información para enviar a sus víctimas un correo con una de sus contraseñas antiguas para que crean que les ha infectado, a fin de engañarles para que les envíen criptomonedas bajo la amenaza de que, si no cumplen con sus peticiones, enviarán imágenes y vídeos comprometedores a sus contactos.
Estas amenazas, por norma general, suelen ser falsas, por lo que no debemos caer en estos intentos de extorsión. No obstante, para comprobar si realmente han accedido a nuestros dispositivos y, efectivamente, nos están grabando, desde la ESET han compartido varios aspectos en los que debemos fijarnos.
El método más sencillo para saber si alguien nos está grabando es comprobar la luz de la cámara, ya que, si está encendida y nosotros no la estamos utilizando, significa que alguien nos está espiando.
Algunos ciberdelincuentes, no obstante, pueden acceder a nuestra cámara sin encender la luz, por lo que debemos fijarnos en otros detalles. Uno de ellos es la presencia de archivos extraños y aplicaciones inusuales en nuestros dispositivos. Si un ciberdelincuente ha hackeado nuestra cámara, es probable que haya dejado algún archivo malicioso en nuestro dispositivo, por lo que es recomendable que revisemos nuestro disco duro para buscar algún archivo o carpeta extraño. Además, también es recomendable que analicemos nuestro dispositivo con un antivirus y que revisemos las posibles alertas sobre algún software extraño.
Los archivos maliciosos, asimismo, suelen interferir con las funciones del sistema de seguridad que tenemos instalado, por lo que es recomendable que comprobemos que todas sus funciones siguen operando de manera correcta, ya que, de lo contrario, es posible que hayamos sido víctimas de un hackeo.
A la hora de reducir el riesgo de ser víctimas de este tipo de delitos, desde el ESET también recomiendan que tengamos instalados un sistema antimalware y que nuestros dispositivos siempre estén actualizados con las últimas versiones del software. Asimismo, debemos utilizar contraseñas fuertes y seguras y evitar entrar en los enlaces que nos envíen sin que nosotros mismos lo hayamos solicitado.