Ya es oficial: internet mató a la estrella del papel. La información de cualquier tipo no se imprime en papel, sino que se consulta mayoritariamente a través de una pantalla de móvil o de ordenador. La objeción es que no todos los ciudadanos pueden acceder a ella.
Carlos Boyero en El País es la última figura pública que muestra este gap. "Ya no dispongo de la cartelera. La han quitado de los periódicos de papel porque les resultará más económico. Solo puedes acceder a ella a través de Internet o recorrer la ciudad yendo a los propios cines para ver lo que ponen. Sorprendentemente, no hay protestas contra medida tan injusta por parte de la sufrida y despreciada ancianidad que sigue enganchada al papel, como tampoco existen revueltas contra la salvaje imposición de los bancos imponiendo a la maltratada clientela que recurra exclusivamente a máquinas si pretende averiguar el estado de salud de su dinero".
Podría pensarse que las empresas que están detrás de cines, teatros o entidades bancarias son en su mayoría de propiedad privada, y, por tanto, con el derecho a organizar sus propias reglas de juego.
La cuestión se complica cuando el acceso a algunos servicios públicos tiene que hacerse a través de internet. Las citas médicas y administrativas y la petición de algunos servicios, como la Renta Mínima de Inserción, por poner un solo ejemplo, se agendan por teléfono (preparémonos para estar un buen rato al dictado de una máquina) o de manera online, presuponiendo que todo el mundo dispone de un smartphone, de un ordenador, de un acceso a internet y de una alfabetización digital. Pero nada más lejos de la realidad.
La pandemia volvió a poner el foco en las personas mayores. Los confinamientos mostraron la soledad y vulnerabilidad de muchos hombres y mujeres de más de 65 años, pero también su enorme capacidad de adaptación. Han sido capaces de organizarse para solicitar una revalorización de sus pensiones. Y también de sus derechos: Carlos San Juan, un urólogo jubilado impulsó la campaña ‘Soy mayor, no idiota’ con la que recogió más de 650.000 firmas para que los bancos se replantean sus estrategias de digitales.
No obstante, es cierto que en los últimos años las personas mayores se han ido sumando progresivamente al uso de las nuevas tecnologías. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), un 74 % de los hombres y un 72 % de las mujeres de entre 65 y 74 años usaron internet en los últimos tres meses de 2021. Entre los más jóvenes –de 16 a 24 años–, este porcentaje supera el 99%. Son los famosos nativos digitales.
¿Y a partir de los 74 años? La esperanza de vida en España está en torno a los 85 años en hombres y mujeres. Existe un limbo en el tramo que va de los 74 a los 85, y cierto silencio informativo respecto a las personas que se acercan y superan los 90. No están bien representados en las encuestas. Pero hay 'vida digital'. El Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI), institución dependiente de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, puso el foco en esta población en el informe Uso de Tecnología en los Hogares Españoles. El dato más significativo es que el 27% de los que han superado los 74 años ha utilizado regularmente internet.
El informe establece que la mayoría utiliza internet para acciones de mensajería instantánea (26%), para telefonear o hacer videollamadas (20,2 %), leer noticias (20,2 %), buscar información sobre temas de salud (16,7%), recibir o enviar correos (16,7%), buscar información sobre bienes o servicios (14,8%), realizar gestiones de banca por internet (13%), participar en redes sociales (10,3%), concertar una cita médica (9,8%), utilizar material de aprendizaje (4,2%) y emitir opiniones sobre asuntos de tipo cívico y político (3,1%). Son porcentajes sensiblemente inferiores a los de la población más joven, pero ahí están.
Según el informe, la digitalización es directamente proporcional con el grado de formación. Entre los que tienen mayor formación, el uso de internet es casi universal independientemente de la edad. Lo utilizan regularmente el 93% de los que poseen un doctorado y el 80% de los licenciados universitarios, máster o equivalente. Entre las personas sin estudios o con educación primaria, estos porcentajes descienden considerablemente hasta un 6% y un 19%, respectivamente.
El nivel de renta es otro factor importante. Al margen de la edad, el 55% de las personas de ingresos altos (en torno a 3.000 euros mensuales) usa internet diariamente. El porcentaje baja al 14% en los hogares con ingresos inferiores a 900 euros. Las cifras son elocuentes. Las empresas parecen dirigirse a las personas de mayores recursos económicos. En cuanto a los servicios públicos que se ofertan de manera online, ¿no son precisamente los de menor renta los que más necesitan conocerlos para acceder a ellos? La pregunta es cómo van a hacerlo si solo un 14% accede a la red.