El CEO de Apple, Tim Cook, puede que no despierte las idolatrías que generaba Steve Jobs, pero cuando habla todo el mundo quiere oír lo que tiene que decir. No por nada cuando tomó su relevo al frente de la compañía esta se hizo más grande que nunca. Sin embargo, doce años después de la muerte de su predecesor, Cook sigue admirando aquel estilo de liderazgo único que puso al gigante tecnológico por delante de todos sus competidores.
En una entrevista en la revista GQ, el ingeniero informático recuerda cómo fue el difícil momento de sustituir al cofundador de Apple cuando falleció en 2011 a consecuencia del cáncer de páncreas que se le diagnosticó en 2004. “Al principio de la vida sin Steve, unas seis semanas después de que surgiera lo de director general, me sentí totalmente abatido, vacío…sabía que no podía ser Steve. No creo que nadie pudiera ser Steve. Para mi era uno de esos individuos que aparecen cada 100 años. Era único, original en todos los sentidos. Así que lo que tenía que hacer era ser la mejor versión de mí mismo”.
Cook se convirtió en la mano derecha de Jobs y finalmente en su sucesor al frente de Apple, pero no siempre estuvo ligado a la compañía tecnológica. Antes estuvo doce años en IBM y también pasó por Intelligent Electronics y Compaq. Durante un tiempo tuvo reticencias para entrar a trabajar a la multinacional y el propio Jobs necesitó de varias reuniones para convencerlo. Finalmente lo consiguió cuando le habló de un ordenador que sería diferente a cualquier otro que hubiera entonces en el mercado, el iMac G3.
Desde que llegó a Apple, Cook no dejó de subir peldaños en la pirámide jerárquica. Se ganó la confianza de Jobs hasta el punto de reemplazarle en varias ocasiones cuando se sometía a tratamientos médicos. Antes de morir le designó personalmente como su sucesor. Pero reemplazar a un líder tan carismático fue todo un desafío para él. "Pensaba que la atención pública sobre Apple se debía a Steve. Y esa era mi mentalidad al asumir el papel de CEO, sobre todo sin él, después de su muerte, pensé que la fijación y demás desaparecerían. Y no fue así".
Hoy el actual director ejecutivo de Apple confiesa que cada vez se siente más cómodo con la dimensión pública de su trabajo. Y recuerda las lecciones que aprendió de Jobs. "Una de las cosas que más me gustaban de él es que no esperaba a que la innovación y la creatividad llegasen solo de un grupo o equipo, sino que exigía lo propio en toda la compañía", comenta en dicha entrevista.
Muchos creían que que Cook, que era más administrador que desarrollador, no sería un buen "hombre producto" y no sabría jugar el papel que interpretaba Jobs. El tiempo le ha terminado dando la razón. Desde que asumió las riendas de la compañía adoptando un perfil más discreto y reservado, en las antípodas de las excentricidades de otros magnates, esta se ha convertido en multibillonaria. Bajo su supervisión se han lanzado Airpods, Apple Watch, el procesador M1 o AppleTV+ y ha cuadriplicado el valor de la marca.
Una de las costumbres que heredó de Jobs y que nunca ha perdido es la de mantener reuniones todos los lunes a las 9 de la mañana, aunque no lo hace por nostalgia. "En realidad no miramos mucho atrás en nuestra historia. Siempre nos centramos en el futuro, e intentamos sentir que estamos en una especie de línea de salida, desde la cual podemos soñar a lo grande y tener ideas que no estén restringidas por el pasado en cierto sentido", asegura.