Con las elecciones municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina, una de las cuestiones más candentes es descifrar la influencia que puede tener la inteligencia artificial (IA) en la intención de voto del ciudadano. De hecho, diversos estudios ya han demostrado que esta tecnología puede predecir con precisión a quién votaría una persona. Y aún más allá, puede simular con asombrosa precisión cómo responderá determinado grupo social ante mensajes políticos y, por tanto, construir mensajes personalizados para el votante.
En ese sentido, Rafael Tamames, experto en comunicación, cuenta en su blog cómo un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford hicieron un experimento para ver si la IA podría ayudar en la persuasión política. La idea era enviar mensajes personalizados a los votantes en base a su perfil de redes sociales y sus preferencias políticas. Concluyeron que estos mensajes aumentaron la probabilidad de que los votantes apoyaran al candidato que los envió en un 2,6%. Además, los mensajes fueron más efectivos en convencer a los votantes indecisos que a los que ya habían tomado una decisión.
Más allá del campo de la investigación, en varios procesos electorales a nivel mundial ya se han utilizado bots o perfiles de redes sociales controlados por algoritmos para afectar estratégicamente en las votaciones. El divulgador económico Marc Vidal, reflexiona sobre cómo influyó la tecnología, a través de la IA y el Big Data, en el voto durante los comicios de Cataluña en 2017. Se trata de "un software que tiene como función participar en debates en las redes sociales en una sola dirección". Hay de dos tipos, los que sólo replican masivamente a través de retuits y otros, más sofisticados y vinculados a un modelo de aprendizaje sintético, capaces de mantener una especie de conversación.
"Así ganó Trump, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016", afirma Vidal. Las acciones de campaña fueron encaminadas a las "personas susceptibles de cambiar de opinión o de desactivar el voto contrario". El partido republicano activó un sofisticado método de 'scrapping' o rastreo en redes sociales de quien decía o hacía algo a favor de Donald Trump y se extraían todos los elementos posibles de su perfil para "crear una campaña predictiva y personalizada". El big data y los perfiles psicográficos tuvieron mucho que ver con una victoria que no habían logrado predecir las encuestas.
Aunque antes que Trump ya la campaña presidencial de Barack Obama en 2012 fue un referente en utilizar tecnologías modernas, empleando herramientas de análisis de datos para recopilar y analizar información sobre los votantes que permitió conocerles mejor y dirigirse de manera más efectiva a grupos específicos. La IA también apareció en las campañas electorales de Emmanuel Macron, Jair Bolsonaro o Mauricio Macri, e incluso, dio forma a la creación del 'Partido Sintético' de Dinamarca. En este último caso, un chatbot llamado Leader Lars fue entrenado con los programas electorales de partidos daneses marginales para configurar una propuesta que representara al 20% de la población danesa que no acude a las urnas.
Otro de los ejemplos más avanzados en la actualidad es el caso de ChatGPT, un chatbot capaz de responder de manera coherente a casi cualquier pregunta formulada en lenguaje natural y cuya aplicación en la comunicación política aún está por explorar, pero se adivina como revolucionaria. Muchos políticos y empresas han comenzado a investigarlo, aunque llega muy justo para las próximas elecciones del 28 de mayo, incluso para las generales de este año.
Todo esto termina conduciéndonos al debate sobre si una IA contemporánea, bien entrenada y con suficientes recursos, podría gobernarnos. Lo cierto es que su capacidad de procesar datos y conocimiento para la toma de decisiones es muy superior a la de cualquier humano. Y, en principio, también estaría libre del fenómeno de la corrupción, pero no podemos obviar que, a día de hoy, los chatbots solo reaccionan, se alimentan de la información que alguien le proporciona y dan respuestas. Y detrás de la máquina están los humanos, que han podido introducir ciertos sesgos, consciente o inconscientemente, en la IA a través de los textos que han usado para entrenarla.
En definitiva, la respuesta a la pregunta de si esta tecnología es buena o mala forma parte de la discusión ética y de transparencia de los diferentes actores políticos. Según Tamames, la tecnificación "nos va a traer tiempos de desinformación, pero va a conseguir que la ciudadanía esté cada vez más formada y sea más exigente".