Altman vuelve a ser el jefe de OpenAI tras su despido fulminante: cinco puntos para entender este lío

  • Sam Altman vuelve como CEO a la empresa creadora de ChatGPT solo cinco días después de haber sido despedido

  • Las presiones de inversores, empleados y Microsoft terminan propiciando el regreso triunfante de su cofundador

  • OpenAI reorganiza su consejo de administración incluyendo a figuras como Bret Taylor, Larry Summers y Adam D’Angelo

Cinco días han pasado desde que Sam Altman fuese despedido fulminantemente y sin previo aviso como director ejecutivo de OpenAI, la firma de inteligencia artificial que él mismo ayudó a fundar. Hoy está de vuelta como consejero delegado y más poder del que tenía antes. Marcha atrás, borrón y cuenta nueva y todo el mundo contento. Steve Jobs tardó 12 años en regresar triunfante a Apple. Altman no ha tardado ni una semana. Pero ¿por qué la empresa de tecnología responsable de herramientas tan revolucionarias como ChatGPT o DALL.E. se ha visto envuelta en un culebrón con más giros argumentales que una serie de Netflix? Te lo explicamos en cinco claves.

Idealismo vs negocio

OpenAI nació como una organización sin ánimo de lucro dedicada a promover el desarrollo de la inteligencia artificial en pro del beneficio de toda la humanidad, pero en 2019 se estableció una nueva rama de la compañía que sí buscaba obtener beneficios. Ambas estaban obligadas a coexistir, pero el consejo de administración estaba controlado por la facción idealista. Y los proyectos comerciales que estaba manejando Altman de cara al futuro, entre ellos GPT-4 Turbochatbots personalizados y hasta una App Store, suponían una dirección bastante diferente.

La junta directiva, compuesta por tres fundadores (el propio Altman, el presidente Greg Brockman y el director de investigación Ilya Sutskever) y tres miembros externos (Adam D’Angelo, Tasha McCauley y Helen Toner), tomó la decisión de cesar al que hasta entonces era su CEO y rostro mediático debido a que, según esgrimieron, había dejado de ser sincero en sus comunicaciones y ya no tenía su confianza. En realidad, fue un golpe de estado de Sutskever contra los dos fundadores con el apoyo de los votos externos, pero no midió bien las consecuencias.

Un golpe de estado mal calculado

Puede que el consejo de administración tuviese sus motivos, pero despedir a Altman era una maniobra de alto riesgo. No se puede ignorar que si OpenAI ha llegado donde ha llegado ha sido gracias a él. No puedes deshacerte de un líder nato, del nivel de Steve Jobs o Bill Gates, y no esperar graves consecuencias. Para empezar, la oposición de los inversores, que saben mejor que nadie que el joven ejecutivo es responsable directo de que la empresa valga 86.000 millones de dólares. Y tampoco se contó con que los 700 trabajadores e ingenieros, contratados muchos de ellos directamente por Altman, se declararían en rebeldía y exigirían la cabeza de la junta. Brockman echaba más leña al fuego presentando su dimisión en solidaridad con Altman y lamentaba la forma de actuar del consejo.

Microsoft entra en juego

Al poco tiempo de conocerse el despido de Altman, Satya Nadella, CEO de Microsoft, comunicaba que tanto Sam como Brockman, junto a otros miembros de OpenAI, se iban a unir a Microsoft para liderar un nuevo departamento de investigación de IA. Hay que recordar que Microsoft es un socio preferente de la startup, con muchos proyectos en común y mucho dinero de por medio, en gran parte gracias a los acuerdos alcanzados por el propio Altman. Y Microsoft no iba a arriesgarse a que este se llevara la tecnología que está cambiando el mundo a otra parte. Mientras esto ocurría, el desconcierto aumentaba en OpenAI. Se anunciaba que el elegido para tomar las riendas era Emmett Shear, exdirector ejecutivo de Twitch, pero al mismo tiempo se empezaba a especular con la posibilidad de readmitir a Altman tras la amenaza real de que casi todos sus miembros abandonan el barco.

Vuelta a casa, pero con condiciones

El culebrón parecía llegar a su fin este martes por la noche, con la confirmación de OpenAI de que finalmente Altman vuelve al puesto de consejero delegado. La vuelta del empresario no sale gratis y provoca la restructuración del consejo de Gobierno de la compañía. En la nueva junta está Bret Taylor, uno de los consejeros delegados de Salesforce y amigo cercano de Altman; el economista Larry Summers, ex secretario del Tesoro en la Administración Clinton, y Adam D’Angelo, el único que permanece en el puesto después de jornadas de tensión. La empresa ha admitido que hay un acuerdo pero todavía están aclarando los detalles. La maniobra cuenta con el visto bueno de Microsoft, satisfecha con la resolución. “Nos sentimos muy motivados por los cambios en el consejo de la compañía”, escribió Nadella en X tras saltar la noticia.

Qué pasará ahora con la inteligencia artificial

"Me encanta OpenAI, y todo lo que he hecho en los últimos días ha sido para mantener unido a este equipo y su misión. Cuando decidí unirme a Microsoft el domingo por la tarde, estaba claro que era el mejor camino para mí y para el equipo. Con la nueva junta y el apoyo de Satya, estoy deseando volver a OpenAI, y construir sobre nuestra sólida asociación con Microsoft", escribía Altman tras saberse ganador de este pulso. Básicamente, el futuro de ChatGPT vuelve a estar en sus manos y OpenAI deja atrás su guerra civil.

En el largo plazo (o no tan largo) queda el objetivo de seguir avanzando hacia la inteligencia artificial general (AGI), una tecnología con el potencial de cambiarlo absolutamente todo: empleos, dinero, educación, etc. Una revolución en ciernes que aún nadie sabe si interpretar como una oportunidad o una amenaza. Y puede estar más cerca de lo que creemos. En un discurso reciente, el propio Altman afirmaba que lo que vendría el próximo año haría que el actual bot ChatGPT pareciera como "un familiar extravagante".