Rituales de paso: ese momento en el que estás en la ducha, intentas leer la etiqueta del champú, y te das cuenta de que ya no puedes. O ese en el que descubres que aquello de levantarte de la silla tenía su complicación. O ese otro, cuando descubres que estar en casa un sábado a las 11 de la noche realmente puede estar muy bien. Ese mismo tipo de 'revelación' ocurre la primera vez que tienes sacar a tu adolescente de su ostracismo virtual y preguntarle cómo diablos se comparte esto, cómo hago para que solo lo vean mis amigos o cómo se hace más grande este tipo de letra. Bienvenido al primer día del resto de tu vida.
Los de la Generación X nacimos analógicos y despertamos digitales. Un día escribíamos a máquina un trabajo escolar, y al otro probábamos con desconfianza aquello del Chat GPT; un día dejábamos cartas en el buzón de correos, y al otro teníamos 3.961 mensajes no leídos en el mail; un día nos pasabamos horas intercambiando miradas en un bar antes de atrevernos a hablar con alguien que nos gustaba, y al otro hacíamos 'swipe' a la izquierda en Tinder a cuarenta personas antes de hacer 'match' con alguna. Conclusión: no se nos puede culpar de nada. Somos la generación bisagra y nos hemos adaptado. De hecho, nos hemos seguido adaptando mientras veíamos como nuestros hijos nos adelantaban por la derecha en el carril tecnológico sacándonos el dedo por la ventanilla.
¿No era que cargaban con nuestros dioses y nuestra lengua? ¿No era que les bastaba con nuestros cuentos? Pero llega un momento, es ley de vida, en que los hijos se vuelven nuestros maestros. Entonces descubrimos una verdad de la que hasta hace nada no teníamos ni idea: los adolescentes son los peores profesores del mundo. Impacientes, egoístas, sádicos. Ríete tú de la tabla del nueve. De los pronombres. De los picos más altos de España. Todo eso que intentabas que memorice sin que tú mismo supieras bien para qué, es un pozo de rencor en sus ojos inyectados. Y quieren venganza.
Normal: para los nativos digitales -según un estudio realizado por UNICEF España, la edad promedio a la que acceden a internet es de 10,9 años- es del todo incomprensible que no sepas cómo grabar una conversación con la dos cámaras o como configurar las fotos como archivos temporales para que no se te llene la memoria o cómo ponerle música a una storie. Te ocurre lo mismo que les pasa a ellos cuando les enseñas un casete o un teléfono pegado a la pared con un cable: no saben qué hacer con todo aquello.
Como sea, para tí la sensación siempre es la misma: te has convertido en el padre que es carne de meme, aquel que le pide ayuda a su hijo por wasap con un cartelito escrito a mano porque ha configurado el idioma en coreano y no sabe cómo cambiarlo. Ese eres tú. Y tienes que pedir ayuda. Es entonces y no antes, que esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par te miran desde una superioridad moral que ni la izquierda inclusiva, desde una altura intelectual inalcanzable, desde el poder, y no te queda otra que agachar la cabeza y claudicar: "¿Cómo hago para utilizar ese audio que escucha todo el mundo en un video?". Y más te vale prestar atención, hacer las preguntas adecuadas, tomar notas.
Venga, no todo es tan terrible. "¿Cómo se hace para compartir una historia de Tik Tok en Instagram?" Si estás dispuesto a ser un alumno atento, en el mejor de los casos les diviertes, y hasta puede que les enternezcas. Así que lo primero es mantener el optimismo. Esto es relevo generacional, luchas intestinas por el poder, juego de tronos. Así que tienes que jugar bien tus cartas. Recuerda que hasta hace poco tu obsesión era mantenerlos alejados de las pantallas, eras el komissar de tu pequeño soviet. Y vale, ahora tienes que levantar la mano para hablarles mientras te explican por enésima vez qué significa 'scroll', pero no entres dócilmente en esa noche callada. Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Y si eso no sirve de nada, recuérdales que todavía eres tú quien pagas los datos ilimitados gracias a tu plan familiar. Tú los trajiste a este mundo (digital) y tu los puedes sacar de él.