Desde el verano de 2021, esa “plaza digital del pueblo” que es Twitter —así la calificó su nuevo dueño, Elon Musk— acoge numerosos corrillos en los que la gente no se reúne para opinar en 280 caracteres (para tuitear, vaya), sino para conversar de viva voz. Esos verborreicos corrillos se llaman Spaces (Espacios) y no son otra cosa que animadas tertulias sobre cualquier tema que cualquiera, en cualquier momento, puede organizar y en las que cualquiera puede participar.
El resultado recuerda a esos programas de radio en los que el locutor abre el micrófono a sus oyentes; si el tema de debate te atrae, es posible que los encuentres vibrantes, estimulantes y hasta adictivos. Algunos duran más de tres horas y no se hacen aburridos.
Al equivalente del locutor de radio tradicional aquí se le llama “anfitrión”. Es la persona que abre el espacio, elige el tema de debate y va dando paso a los contertulios (“hablantes”) por el sencillo método de activar la petición de estos de tomar la palabra. Hay gente que jamás interviene y se contenta con escuchar. Hay hablantes que cobran tanto protagonismo como el anfitrión.
Pero el verdadero encanto de esta tecnología basada en el social audio es su universalidad. Vale, The New York Times organiza espacios a los que concurren miles de tuiteros; son espacios sesudos con invitados expertos. Pero unas pocas docenas de personas conversando en tono informal sobre aquello que les interesa (“Tanques en pelis” fue el título de un espacio que este periodista no logra borrar de su memoria) no me digas que no tiene su aquel.
Dado que un nada desdeñable 27% de los usuarios de Twitter en España tiene entre 46 y 65 años, no es difícil toparse —sí, toparse, porque los espacios no pueden buscarse; uno solo se los encuentra cuando alguien a quien sigue está participando en alguno— con espacios administrados por uppers. ¿Cómo son estos intrépidos anfitriones que dedican parte de su tiempo a esta actividad? Para conocerlos mejor, hemos elegido a tres que abordan temáticas completamente diferentes: uno bastante serio, otro de importante calado social y el tercero… El tercero, a veces polémico y dado a la disputa, pero muy divertido, es puro Twitter. Por cierto, el 13 de diciembre se celebra un maratón solidario de Twitter Spaces.
Javier López (46) tiene mucho que aportar acerca de los espacios de Twitter porque, aparte de crearlos —puede llegar a congregar a setecientos tuiteros—, es experto en nuevas tecnologías. Además de anfitrión de Spaces desde Santander, elabora podcasts en otras plataformas (TecnoAp21) y escribe en medios digitales. En la red social del pajarito ha dedicado cónclaves a debatir sobre Metaverso o a elucubrar acerca del futuro de Twitter en manos de Elon Musk.
Aunque se considera autodidacta, sus espacios son muy profesionales: los prepara con meses de antelación, elige tres o cuatro entendidos en la materia (“personas muy doctas”) para que compartan “tribuna” con él, y solo al final abre el micrófono a los “hablantes”. “Siempre elaboro un guion —explica— con la introducción, las preguntas contextualizadas que voy a hacer a los ponentes y un desarrollo muy estructurado”.
“Me gusta mucho comunicar”, añade Javier (@jotalopmar). Tras cuatro años haciendo podcasts, resolvió que se había soltado lo suficiente, y “cuando entró el social audio en enero de 2021, trasladé la experiencia del podcasting al directo”. Es esa posibilidad de transmitir en directo lo que marca la diferencia de los Spaces, los cuales, explica, son una evolución de lo que la aplicación ClubHouse inició en 2020. “La idea que planteó era muy buena: introducir la comunicación en directo por audio, que no existía. Sí que existe el directo en vídeo: en Twitch, YouTube o Instagram. Pero ahí la interacción es muy limitada. El social audio es un híbrido entre el podcast y la radio tradicional, solo que utiliza las nuevas tecnologías, las nuevas redes sociales”.
Opina que hay dos cosas muy buenas y distintivas de Twitter Spaces: “Una es la posibilidad de congregar a muchísima gente, cientos o miles de personas, en torno a una conversación que es dinámica porque permite que cualquiera pueda interactuar. La otra es que en Twitter está todo el mundo: políticos, analistas…, gente muy interesante que tiene cosas valiosas que contar. El hecho de poder crear sinergias con esas personas, involucrarlas en torno a un debate, y que puedan dar un punto de vista valioso para el resto, a mí me parece que es auténtico oro. La confluencia de ambos factores posibilita que hoy en día una persona de la calle, normal y corriente, pueda crear una conversación interesante con gente muy potente de cualquier ámbito y abrirla a todo el mundo. Si se hace bien, es un formato brillante”.
De momento, los espacios de Twitter no se pueden monetizar, pero esto podría cambiar pronto. “Se hicieron pruebas para crear espacios de pago —dice—, a los que se pudiera acceder pagando una entrada”. Como quien paga por asistir a una conferencia. Y pone un ejemplo: “Puedes imaginarte a alguna primera figura de la comunicación que quiera hacer una entrevista a Rosalía en directo, y que eso a sus fans les interese lo suficiente como para pagar una entrada”.
Otra vía para ganar dinero con los Spaces es la colaboración con empresas, “de modo que la persona que organiza el espacio realice una pequeña campaña publicitaria con una marca”. En cualquier caso, sostiene que los espacios son ya “una de las funciones estrella que tiene ahora mismo Twitter”.
En los espacios de Maite Padilla (51) no hay expertos, ni siquiera opiniones. Nadie, por tanto, va de listo, ni intenta imponer su punto de vista; tampoco se juzga a los demás. Las personas que en ellos se reúnen simplemente cuentan cómo se sienten… con la enfermedad. Todos los miércoles —si su dolencia se lo permite; tras el descanso estival se ha visto obligada a esperar a noviembre para recuperar el formato—, Maite habla y deja hablar del dolor crónico en general y de la fibromialgia en particular.
Maite (@danzando_mp), bilbaína afincada en Alicante, lleva 20 años sufriendo dolor crónico, “cada día, cada minuto, cada segundo”, dice. “Mi hija tiene 21 años y no me ha conocido de otra manera”. Ha trabajado en diferentes sectores: fue comercial, tuvo en negocio y estuvo limpiando casas. Siempre ha enfocado su afección en positivo: “Si le echo valor para ir a trabajar, también se lo echo para irme de vacaciones. Mi obsesión desde el primer día ha sido normalizar”, explica. Hace unos cinco años, unos amigos la animaron a crear un blog; su pareja, a que intensificase su actividad en redes sociales. Comenzó subiendo contenido relacionado con el dolor crónico a Periscope (funcionalidad de Twitter ya extinta), YouTube, Facebook… En 2021 publicó el libro Fibromialgia, mi compañera.
Se unió a Twitter en marzo de 2018 y a día de hoy tiene 5.000 seguidores en esa red social. “Cuando aparecieron los espacios pensé: ‘Pues esto tiene que estar chulo”. Al principio entraba en otras “salas” y se ceñía a escuchar. En abril se atrevió a abrir su propio espacio. “Estuvimos ocho personas. Nos reímos, lo pasamos bien, y dije: ‘¿Y si repetimos la semana que viene?”. Actualmente a cada uno de sus Spaces se conectan alrededor de cien tuiteros.
Cuesta pensar que pueda existir otro tipo de foro en el que tal cantidad de pacientes con una misma enfermedad puedan congregarse para compartir experiencias y sentimientos. Cada testimonio de un hablante sirve a los demás para saber que no está solo, para levantar su ánimo, para generar consuelo en estas personas, en su mayoría mujeres, a las que el dolor impide realizar vida normal y confina del sillón a la cama y de la cama al sillón.
Espontáneamente, surgen frases poderosas como eslóganes: “No hay que compararse con nadie, cada cuerpo es diferente”, “Como sé que el dolor va a venir, prefiero que me pille en una terraza al sol tomando un vermú”, “Va a doler igual encerrada en casa que en un viaje a París”… El tono de Maite (“cálido” es la palabra para definirlo) invita a sentirse comprendida y escuchada.
“Siempre he querido hacer cosas para los pacientes, porque creo que la idea de que el paciente debe estar en el centro es muy bonita, pero no real”, dice. Afirma que, después de veinte años, conoce su dolor a la perfección (“mejor que mi médico”), y que ese conocimiento, y el que cada paciente tiene del suyo, puede aportar información y alivio al colectivo. La única norma que impone es la prohibición de hablar de medicamentos, “porque luego surgen muchos problemas con el ‘a mí me funciona”, aclara.
Su mayor satisfacción, “el aportar algo a las personas que asisten, el lograr por lo menos que durante hora y media se olviden del dolor, que estemos distraídas hablando, riñéndonos cariñosamente y contando nuestras cosas. Llegamos a ser como una gran familia. Si dices: ‘Estoy mal, necesito ayuda’, al instante hay quince personas preguntando: ‘¿En qué puedo ayudarte?”.
Los espacios consagrados al fútbol han crecido exponencialmente en los últimos meses. No solo en número, sino también en frecuencia. Si durante la pasada temporada solo se organizaban al término de los partidos, hoy se celebran casi a diario; incluso es posible que en un mismo día coincidan varios dedicados al mismo equipo, y que hasta se solapen. Y si el equipo en cuestión atraviesa una racha delicada, la actividad en Twitter Spaces se vuelve frenética. Las opiniones se embarullan, surgen los desacuerdos, se alza la voz. En ocasiones se llega a la descalificación. Lo cual no deja de ser llamativo entre personas unidas por el afecto a unos mismos colores.
Francisco Fernández (58) vive cerca de Limoges (Francia) y es agente intermediario de jugadores, además de comercial de un laboratorio de medicamentos y vitaminas para caballos de competición (también posee una academia de futbolistas). Actualmente forma parte de Bendita Afición (@Bendita_Afición), una radio que difunde noticias sobre el Atlético de Madrid en las plataformas digitales. Francisco (a quien en el mundillo llaman “Franco”; @francoferd2) es el encargado de articular los espacios de Twitter sobre el equipo de sus amores, del que fue jugador infantil.
“Crean un vínculo muy bonito entre gente que admira al Atlético de Madrid”, dice. Intenta enriquecerlos con la participación de expertos (como el exjugador internacional francés Luis Fernández, un psicólogo deportivo o una periodista especializada) a quienes los oyentes pueden hacer preguntas. “Ese es el formato ideal”, comenta. Cuando Franco ha venido a España a asistir a algún partido ha tenido ocasión de conocer personalmente a asiduos de sus veladas tuiteras.
Los espacios de fútbol merecerían un estudio sociológico. Varios de sus contertulios, algunos de los cuales organizan sus propios espacios, han llegado a convertirse, por su asiduidad o vehemencia, en personajes queridos u odiados en la comunidad rojiblanca en Twitter. Cada uno adopta un rol bien definido, como los colaboradores de Sálvame: el venerable sabio, el provocador, el sabihondo… Entre ellos se mencionan por su nick de Twitter: Manuelo, Numeritos, Loco, La Barra, Tony, Calam, Correa, Rodri… Su rivalidad excede lo meramente futbolístico, y alguno ha llegado a crear espacios solo para arremeter contra otro.
Cuando saltan chispas, Franco trata de contemporizar. Aunque él tiene su propia opinión sobre la actualidad de su equipo, que aporta sin ambages cuando se suma como “hablante” a un espacio ajeno, como moderador se esfuerza por apelar al respeto. “Es muy difícil mantener los ánimos templados”, reconoce. “Cuando se enfrentan dos personas, no tienes más remedio que expulsarlas. Pero es algo que no puedes evitar. A mí la polémica no me interesa. Intento siempre apaciguar”.
Dice además Franco que las posturas exaltadas son contraproducentes. Como profesional que tiene hilo directo con personas importantes en el club —en su calidad de insider, Franco ha dado varias primicias, como el arreglo del contrato de Antoine Griezmann o el fichaje de Reinildo—, sabe que cualquier crítica descabellada hacia la institución o sus dirigentes puede perjudicarle. “No puedo estar de acuerdo con los más radicales. A todos los espacios siempre se conecta alguien del club, y hay que tener cuidado con lo que se dice”.
Así son los espacios de Twitter y algunas de las personas que los organizan, gente de a pie que no se ha resistido al impulso de crear lugares de encuentro sobre los temas que les apasionan donde se escucha, se habla, se aprende y (como no podía ser de otro modo en esta red social) se discute.