"Cuando llega la guerra la primera víctima es la verdad". Esta frase atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, sigue más vigente que nunca más de cien años después. La propaganda y las noticias falsas son un arma más que se utiliza en cualquier conflicto bélico para generar una opinión pública favorable a unos intereses determinados, y el que ha estallado estos días en Oriente Medio entre israelíes y palestinos no es una excepción. Es más, en la era de las redes sociales las fake news, bulos y contenidos falsos se propagan como la pólvora y cada vez es más complicado dirimir qué es verdad y qué no. Saber defendernos de esta masiva oleada de desinformación se antoja fundamental para alcanzar una comprensión lo más rigurosa posible de los grandes eventos globales.
Imágenes antiguas compartidas como actuales, vídeos descontextualizados, escenas de videojuegos que se hacen pasar por reales, manipulaciones burdas...la cantidad de mentiras y exageraciones que circulan en las plataformas digitales ha encendido todas las alarmas. La más simbólica, la presunta decapitación de cuarenta bebés en un kibutz por parte de Hamás que en realidad nadie vio. Pero el largo y enquistado conflicto entre Israel y Palestina además posee una dimensión más compleja que le diferencia de otros y que favorece aún más el flujo de desinformación. "Es un tema que polariza mucho, que admite muchos puntos de vista, muchos de ellos contrapuestos y difíciles de consensuar. La desinformación empieza con las distintas narrativas para ganarse a la opinión pública, a favor de unas y en contra de otras", nos explica el profesor Alexandre López Borrull, experto en desinformación.
Ante lo preocupante de la situación situación, Bruselas ya ha llamado la atención a Meta y X. La legislación comunitaria obliga a los gigantes tecnológicos a garantizar la máxima transparencia para los usuarios y eliminar el contenido ilegal, aunque la realidad es otra. Especialmente, en la red de un Elon Musk que no se muestra demasiado comprometido con la lucha contra la desinformación.
"X es el ágora política más habitual en el que la gente se informa. Es, por tanto, lógico que sea la red donde hay más desinformación y más intentos de influir en la opinión pública", subraya el experto en fake news. Pero desde que Musk se hizo con el control de Twitter en 2022, el magnate ha relajado la moderación de contenidos, suavizado las normas de publicación y dado voz a perfiles extremistas. Eliminó el anterior sistema de verificación, que se otorgaba a periodistas y figuras públicas, e introdujo la marca azul que cualquiera puede pagar, otorgando a sus mensajes una falsa sensación veracidad.
El plan de Musk para "volver a hacer indispensable a Twitter" pasa por recompensar lo viral, potenciar unos algoritmos mucho más en la línea de TikTok que secuestren la atención del usuario "para que permanezca el mayor tiempo posible" en la aplicación, aunque sea con mentiras, dado que eso se traducirá en mayores ingresos. Los expertos en verificación de información aseguran que la avalancha de falsedades nunca había sido igual. "Cuando puso en suspenso el código de buenas prácticas de la UE sobre la desinformación ya se vio que lo que quería era ponerse de perfil en este tema", indica López Borrull.
"Nuestra política se basa en que todo sea de código abierto y transparente, un enfoque que la UE apoya", replicó Musk al toque de atención de Bruselas. Su apuesta de moderación son las denominadas Notas de la Comunidad, unos comentarios escritos y valorados por un grupo de usuarios que se encargan de contextualizar los mensajes falsos que proliferan en la red. Este método colaborativo no es suficiente para atajar la desinformación, según nuestro experto. "Es algo que tiene utilidad, pero es como la Wikipedia. Cuando son cuestiones delicadas y hay puntos de vista distintos, alguien tiene que hacerse responsable. A veces puede hacerse una nota de la comunidad falsa porque hay un posicionamiento ideológico detrás. Está bien que existan porque ayudan a dar contexto, pero en temas tan polarizados y complejos, resulta demasiado simple".
Entonces, ¿qué deberían hacer X para controlar mejor la desinformación? "Básicamente, lo que hacen otras redes: emplear tiempo, dinero y recursos para reportar fácilmente, favorecer que la gente pueda reportar contenidos y perfiles falsos, fomentar centros, entradas y enlaces que suministren información de calidad sobre lo que está ocurriendo. Y también reducir los algoritmos que favorecen la polarización jugando con los sesgos de confirmación, es decir, esa información que te reafirma en lo que tú ya crees y que impide empatizar con puntos de vista distintos", enumera el profesor de Ciencias de la Información y de la Comunicación en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
En ese sentido, Meta, la empresa propietaria de Whatsapp, Facebook e Instagram, parece haber tomado más conciencia y ha anunciado la eliminación de casi 800.000 publicaciones que violaban sus políticas de usuario. Además, asegura estar trabajando con verificadores de datos que hablan hebreo y árabe, bloqueando hashtags y tomando medidas más estrictas para intentar frenar la propagación de contenidos dañinos. Bienvenidas sean esas decisiones. "Hay que persistir, no se va a eliminar todo, pero cuanto menos haya, el terreno de juego político y social será mejor. Es parte de la responsabilidad de las plataformas", indica nuestro experto.
Pero otra parte de la responsabilidad recae en la propia sociedad. Se precisa un esfuerzo colectivo que requiere vigilancia, educación y prudencia por parte de los usuarios de las redes sociales. "Lo que tenemos que entender es que en conflictos tan polarizados seguro que hay un intento de influir / impactar / manipular la opinión pública, apelando básicamente a nuestras emociones", advierte López Borrull. La desinformación suele presentarse de manera sensacionalista, buscando el morbo con imágenes escabrosas o extremadamente dramáticas. Seamos escépticos, pues, frente a este tipo de contenidos.
"Multiplicidad de fuentes de información, verificar al máximo dentro de nuestras capacidades antes de compartir, estar atentos a a aquellos medios y cuentas que sean de nuestra confianza y poner siempre en cuarentena determinados contenidos. El problema es que la desinformación corre más rápido y llega mucho más lejos que la verdad", receta nuestro experto. Es importante "pensar antes de retuitear" y "no ayudar a viralizar contenidos que puedan ser sensibles". Compartamos información verificada y precisa siempre que sea posible. Y no olvidemos informar y denunciar siempre que nos topemos con contenidos que generan desinformación. Así contribuiremos a crear un entorno de información más preciso y veraz.