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Andrea Quintero, sobre su padre: "Llevaba al Loco de la colina siempre consigo, no era un alter ego"

  • En un concurrido acto público y en la compañía de Jordi Évole se presentó el libro que trae de vuelta a Jesús Quintero, un año de su partida

  • 'Memoria del silencio' recoge algunas de sus más significativas entrevistas y es prologado por la periodista Joana Bonet, quien fuera su pareja durante unos años

  • El 'Loco de la colina' es recordado por la mayor de sus hijas, también comunicadora, quien junto a su hermana Lola amadrinó la presentación

Andrea Quintero recuerda un día en que su padre le habló del olor de las naranjas. Algo tan simple. Parece mentira. Volvían, cuenta, a casa, cuando al pasar por un jardín, uno de esos jardines andaluces, el Loco comenzó a 'recitar las maravillas' de las naranjas que perfumaban el ambiente, totalmente lleno de vida y entusiasmo. "Me contagió toda esa felicidad y esa dicha de estar vivo -dice Andrea-. Cuando pasaban estas cosas te dabas cuenta de que estabas ante una persona excepcional".

Jesús Rodríguez Quintero (San Juan del Puerto, Huelva, 1940) fallecía hace un año dejando un rastro de conversaciones como legado. Periodista, letraherido, comunicador, creador en suma, Quintero, el Loco de la colina, es recordado por sus magníficas entrevistas televisivas rebosantes de algo cada vez más difícil de encontrar en el periodismo: algunos lo llamarían personalidad, él mismo lo llamaba estilo. Y estaba orgulloso de eso. El 'estilo' en el Loco de la colina no era otra cosa que una manera de estar en el mundo. O de entregarse a él. Impuso su marca en su forma de interrogar, en las inflexiones de su voz, en su manera de vestir. Y vaya que logró hacerse reconocible: todos recordamos al menos una entrevista de Quintero, todos visualizamos su pañuelo y su melena.

Un espectáculo para pensar

Eso es lo que consideraba Quintero que debía ser una entrevista. Las suyas lo fueron muchas veces. Y 'Memoria del silencio' (Temas de hoy), organizado en una serie de bloques sobre temas -literatura, amor, Andalucía, etc- , contiene ejemplos de diverso pelaje: allí están Borges hablando del juicio final o Belén Esteban hablando de cómo se apaña una exclusiva. O la Jurado, un clásico, o Paulo Cohelo o Chavela Vargas o Marujita Díaz. El denominador común era siempre él, claro.

¿De dónde venía ese talento para traspasar al interlocutor para llegar a la audiencia? Tal vez la clave la de su amigo y colaborador Raúl del Pozo, en una palabras que sirven de puerta de entrada al libro: "escuchaba con devoción a sus entrevistados". Rosa Ponce, editora del libro, dice por su parte que 'a Jesús Quintero no le bastaba con preguntar al invitado lo que quería saber de él, Jesús Quintero preguntaba lo que él quería saber sobre la vida para ver qué opinaba el invitado'. Y esa curiosidad casi vampírica, esa devoción, por la existencia misma era parte del ser humano, no solo del periodista. Lo explica mejor su hija Andrea.

"Ha sido como tenerlo cerca cada día"

¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de tu padre?

La primera vez que viaje sola para ir a verle, algo que llevo haciendo desde los seis años, con el típico cartelito que le ponían a los niños. Lo recuerdo a él esperándome en la puerta del avión con un teléfono con carcasa de Mickey Mouse que me había comprado. La idea era que pudiésemos hablar directamente siempre que quisiéramos. Después era muy difícil hablar con él, pero la intención nunca faltaba.

¿Y el último?

Cuando nos despedimos en Ubrique, en el Centro donde estaba ingresado porque había empeorado mucho de salud, aunque en ese momento parecía que remontaba. Fue una semana antes de que falleciese. Estámos en un jardín precioso mi hermana Lola, él y yo, los tres solos. Creo que Lola y yo no éramos muy conscientes de que nos estábamos despidiendo. Era una tarde de agosto pero estábamos a la sombrita, aquello era un vergel... Y él se quedó mirando alrededor y diciendo "qué fortuna ¿no?"

¿Siempre te has llevado bien con tu hermana?

MI padre amaba muy profundamente, de una manera muy libre, muy ácrata, pero con muchísima verdad. Mi relación con Lola ha sido excepcional desde pequeñas. Mi padre siempre procuraba que pasáramos tiempo juntas, que cuando una fuera a verlo estuviese también la otra. Yo recuerdo comidas familiares con mi madre y su pareja, la madre de mi hermana y su pareja, mi padre, Lola, yo... Y eso a mi me parece suerte y una maravilla.

¿Os habéis implicado mucho en la elaboración de 'Memoria del silencio'?

Por suerte desde el primer momento estuvimos implicadas, tanto a la hora de elegir qué temas iban a servirnos de guía, como al escoger qué entrevistas. Ha sido un trabajo largo de buscar entre manuscritos, papeles a máquina desde los 80 y por supuesto todas las entrevistas digitalizadas; pero también ha sido como estar encerrada en una biblioteca maravillosa, como tenerlo cerca cada día.

Tú eres periodista también ¿cómo te sientes como profesional en relación con tu padre?

Me siento muy chiquitita. Y muy orgullosa de los valores periodísticos que él me ha inculcado. Pero yo me he dedicado más a la comunicación desde otra perspectiva, haber intentado seguir su estela hubiese sido abrumador.

Él mismo se definió muchas veces como un 'padre imperfecto' ¿Cómo viviste esa 'imperfección'?

Creo que eso depende mucho de como definas a un padre. ¿Hablamos de un padre al uso, 360º? Por supuesto que era imperfecto. Ahora ¿como maestro? El mejor que podría haber soñado. Y un padre no deja de ser eso, también. No fue el padre que nos venía a buscar al colegio o nos ayudaba con los deberes, que son cosas que sí que te hacen falta cuando eres pequeña... Pero conforme vas creciendo te vas dando cuenta que ese tiempo sacrificado ha servido para algo importante, y sobre todo, que todo ese tiempo que el sacrificó es todo lo que nos queda para recordarlo siempre.

¿Era muy distinto el padre de el Loco?

MI padre llevaba al Loco de la colina siempre consigo. No era aún alter ego, formaba parte de él. Por supuesto que para el día a día tenía una versión más sosegada... pero no... es que él era como aparecía en televisión. Por eso verle ahora sigue siendo como conversar con él. Era muy coherente con sus ideas, todo lo que reflejaba en sus entrevistas era lo que hablaba con nosotras como padre.

¿Y os 'entrevistaba' mucho?

Totalmente. Recuerdo mucho de adolescente cuando me preguntaba si tenía novio, esa mirada tan suya que te lanzaba para sacarlo. Cuando yo iba a Sevilla a verle el no me preguntaba cualquier cosa, me preguntaba "¿eres feliz?". No conocía la superficialidad en ningún aspecto de la vida. Tenía esa intensidad en todo.

¿Te has sentido alguna vez también como un perro verde?

Muchísimas veces, he llegado a empatizar con mi padre de manera muy intensa. En momentos de cuestionármelo todo, de sentirme abajo y luego arriba... Ha sido una suerte tener su experiencia como guia.

¿Cuál es la herencia que te deja?

La manera de interpretar el mundo, de ser consciente de estar en él, la enseñanza de ser fiel a los propios valores por encima de todo. Y sobre todo un patrimonio que no sentimos solo nuestro, que es de todos, y que es su legado profesional.

No siempre fue fácil

En lo sendos Epílogos del libro que firman tanto Andrea como su hermana pequeña, Lola, dice esta última: "Ser hija del Loco no siempre ha sido un camino fácil. Crecí viendo como se entregaba a los demás. Su tiempo, su energía, y su atención se volcaba a sus entrevistados, con sus espectadores, con el público. Y para una niña que solo quería a su padre para ella, que anhelaba su presencia constante y su atención exclusiva, esa realidad podía ser cruel y confusa". La joven cuenta allí cómo en su imaginario infantil su padre era una especie de Willy Wonka, y la radio su fábrica de chocolates misteriosa. No, no debe haber sido fácil, pero el amor encuentra siempre el camino, o eso dicen. "Lo siento y lo presiento en su obra: en cada entrevista que condujo, en cada risa que provocó, en cada lágrima que derramó. Porque en las historias que nos contaba nos iba dejando pedazos de sí mismo y, con ello, una porción de inmortalidad".

Lola es hija de la periodista Joana Bonet, que fuera compañera de Quintero durante cinco años, y firma un excelente prólogo a 'Memoria del silencio', un anecdotario sensible que repasa algunos de los hitos de la vida de Quintero. Bonet explica da allí un detalle que resulta esclarecedor: "fue un niño perspicaz, con la piel fina, a quien le afectaban los pequeños gestos inadvertidos por la mayoría. Me contó que le llamaban el Sentío porque, porque tanto una mala palabra como una pequeña injusticia le calaban el ánimo". El Sentío que se convirtió en el Loco.