La docencia es un apostolado. Al menos lo es para quienes tienen la genuina vocación de la enseñanza. Ahora, si es por las frases del ex profesor (y hoy corrector de textos y tan a gusto) Ánjel María Fernández (Arnedo, 1973), la docencia también puede ser un martirologio. No es para todos, está claro. Y lo es menos cuando se ejerce en un entorno como el nuestro, en el que el propio sistema educativo está precarizado por los sucesivos cambios en las leyes, sesgos ideológicos, metodología devaluada y falta de preparación en general.
Fernández lo llevaba mal, y decidió escribir un diario sobre su experiencia de maestro frustrado. El resultado, publicado por Pepitas Ed. con el título de "Había del verbo a ver" -el título da cuenta del tono sarcástico del libro-, no puede ser más lapidario. Y aunque la experiencia de un profesor no es extrapolable a todos los docentes del país, sería absurdo negar que las señales de la crisis educativo están allí y son muy claras. Te dejamos aquí algunas de las frases más duras del ex maestro:
"Veo estupidez allá donde mire. Ya no comprendo ni soporto nada de lo que hacen. No soporto tanta ignorancia. Casi cada uno de ellos simboliza la imbecilidad"
"Descubrimos que un alumno compraba vibradores en internet y los vendía en el pueblo, que otro llevaba y traía hachís al aula, que un tercero quería suicidarse. A las carencias académicas de unos, sumamos las materiales: el hambre, el frío en casa..."
"Me he encontrado con alumnos a los que les han dado un navajazo en las escalinatas del instituto... Es extraño para la opinión pública pero quien conoce un instituto no se extrañará de las cosas que cuento" (en Onda Cero)
"Lo que más dolor me ha producido tiene que ver con el modo en que yo he respondido: estuve bastante cerca de agarrar a un alumno y agredirlo" (en El Mundo)
"Uno de los que salen en el libro se puso a mirar un mapa de Europa y no lo entendía porque lo estaba mirando al revés. Otro ni siquiera sabía lo que significaba la palabra mapamundi" (en El Mundo)
"Casi al instante advertí que cuanto más desgraciado fuera en mi trabajo, mejor sería el libro"
"Los sábados no podía dejar de pensar en lo que odio a mis alumnos"
“No puede ser que nos vean como enemigos y al instituto como una cárcel”
"Por un instante, ese fue el límite, me vi capaz de recular hasta un trabajo en hostelería. Sopesé regresar a la precariedad económica con tal de evitar la precariedad emocional"
"Tenía una sensación física de ansiedad y desagrado, miedo a lo que me iba a encontrar mezclado con inseguridad, que se incrementaba a medida que veía que el desempeño de los alumnos no me devolvía lo que esperaba por su poco interés, su mala formación académica y un nivel tan bajo que no podía impartir la materia". (en El Mundo)
Hoy, además de dedicarse a la corrección de textos, Fernández organiza el Festival Literario Aquiteleo, además de escribir ensayos y novelas. Su libro no se puede resumir en una frases, desde luego. Son experiencias personas contadas desde un lugar que se sabe vulnerable: hay referencias a la ansiedad, el estrés y en general a la propia salud mental. También hay un esfuerzo por empatizar con los alumnos a lo que llegó a 'odiar', por entender sus circunstancias, y quizá más importante que todo, una crítica demoledora al sistema, no a los individuos. Por lo demás, las situaciones que narra son, por decir lo menos, desesperantes. Tanto que al final nos reimos (por no llorar).