Leo Bassi: "Yo provoco caiga quien caiga. Si me llevan a la cárcel, pues a la cárcel"

  • El bufón, que lleva provocando sobre las tablas desde hace más de 50 años, reconoce que disfruta ahora más que nunca

  • Su único objetivo es utilizar el humor contra los poderosos, honrando así a cinco generaciones de clowns en su familia

  • Actúa mensualmente en el Teatro del Barrio con su show '70+', en el que hace un repaso completo a su vida

Leo Bassi (Nueva York, 1952) acaba de cumplir 72 años, pero cada semana demuestra estar más en forma que nunca en su capilla de la Iglesia Patólica y, mes a mes, sobre las tablas del escenario del Teatro del Barrio, donde representa '70+', un monólogo en el que repasa su vida completa al más puro estilo Bassi, con la provocación por bandera y con un payaso en las entrañas.

“Todo lo que cuento en el espectáculo es cierto. Quizá he salido así porque cuando era muy pequeño me llevaban a ver ensayos de explosiones de bombas atómicas en Las Vegas. Medían la potencia de las bombas en ‘Iroshimas’, e íbamos a verlo como si fueran fuegos artificiales. Yo sólo tenía 11 meses y no me acuerdo de nada, pero lo he ido recuperando en álbumes familiares y en películas de 8mm que guardaba mi padre”, comenta el bufón.

Leo Bassi tiene claro cuál es su papel y lo va a defender mientras pueda. “Siempre he tenido una misión dentro de mí, que es mantener la libertad absoluta en nombre de las clases inferiores, de los pobres. Por eso, alguna vez me he visto en la obligación de tirar una mierda sobre un ventilador en un plató llenó de público que era gente poderosa”.

Lo que cuenta es literal, nada de metáforas. “Siento que tengo que hacer mis provocaciones caiga quien caiga. Me echan, pues me echan. Me denuncian, pues me denuncian. Me llevan a la cárcel, pues a la cárcel. Nunca he tenido la idea de hacerme popular con mis provocaciones sino mantener a nivel ético la función del bufón, que tiene que luchar contra los poderosos y contra la gente que se cree importante”.

Por exceso y por defecto

Cierto es que da muchas vueltas a todo lo que se le ocurre, pero no siempre por exceso sino por defecto. “Alguna vez hay momentos de dudas o contradicciones cuando pienso alguna provocación. Cuando veo que el público está disgustado puedo llegar a pensar que he ido demasiado lejos, pero siempre estoy atento de no molestar a niños y cosas así. El resto no me importa. Siempre estoy atento de no pasar mis propios límites, no los de la sociedad. Me da más vergüenza no llegar lo suficientemente lejos, no ofender lo suficiente, que pasarme. Si me quedo demasiado tranquilo por ser muy conservador, malo”, explica. 

Alguna vez hay momentos de dudas o contradicciones cuando pienso alguna provocación

Sus provocaciones ni mucho menos buscan lo escatológico o la burla fácil. Sirva como prueba una anécdota que Leo nos cuenta con un aire de nostalgia juguetona en su tono de voz: “A finales de los 80 estuve en Uzbekistán una semana haciéndome pasar por un Ministro europeo. Me llevaron a ver al jefe del estado, a los militares… Era un festival de humor y me desafiaron a hacer esto. Me arriesgué a ir a la cárcel por hacerlo. Era peligroso y estaba seguro de que iba a tener que huir del país”, rememora.

“Después de una semana, anuncié que todo había formado parte del festival de humor, que yo no era un Ministro y digamos que no se lo tomaron muy bien. El gobierno no había asociado mi presencia con este festival, pero todos vinieron a verme actuar y alucinaron porque hice cosas bastante escandalosas”, continúa. 

Pero no acaba ahí la narración: “Al terminar el espectáculo tenía bastante miedo de que me arrestaran porque vinieron a mi camerino varios militares y me dijeron que tenía muchísima suerte de ser de un país occidental y haber viajado desde Europa porque ellos no querían ningún conflicto internacional. Si no, me habrían metido en la cárcel”, concluye. 

Eso sí, aún tiene dudas de lo que hubiera pasado si tensa un poco más la cuerda. “De todas formas, al día siguiente cogí el primer tren para salir del país por si acaso. Todavía tenía el miedo en el cuerpo”, reconoce.

Con la vida solucionada

Leo Bassi lleva más de 50 años sobre los escenarios, pero no esconde que ahora está en su mejor momento. “Con más de 70 estoy disfrutando muchísimo con mi trabajo. A nivel económico tengo la vida solucionada y eso es un respiro. Cuando era joven llegaba a pensar en las responsabilidades, en los niños… Ahora estoy tranquilo económicamente y con las mismas ganas de divertirme”, explica.

Cuando era joven llegaba a pensar en las responsabilidades, en los niños… Ahora estoy tranquilo económicamente y con las mismas ganas de divertirme

Además, ahora cuenta con una ventaja. “Con 40 me cancelaban más que con 70 porque he creado un respeto alrededor de mi figura. Son 50 años de provocaciones y la gente lo valora. Con la constancia y la coherencia de mi visión me he ganado el respeto”, reflexiona un Leo Bassi, que, sin embargo, le pegas a esta situación.

“Quizás ahora es demasiado fácil provocar para mí. Me gustaría un poco menos de tranquilidad, vivir un poco más al límite y tener un poco más de miedo a lo que se me ocurre. Darío Fo, que era amigo mío, cuando ganó el Premio Nobel me dijo: ‘Es una mierda este premio porque ahora todo el mundo me respeta y nadie se pone en mi contra. Ahora estoy demasiado tranquilo’. A mí no me han dado el Nobel pero la gente me respeta demasiado y eso me da miedo”, desgrana.

En una época en la que los límites del humor están constantemente sobre la mesa, Leo Bassi apela a su visión de la escena. “El humor tiene que ir contra el poder, nunca contra los débiles o los pobres. Yo, como bufón, tengo esa misión igual que la tuvo mi padre o mi abuelo. La cultura de la cancelación, que ha generado una sociedad en la que no se puede hacer chistes sobre gays o enanos, me lleva a pensar que prefiero vivir en una cultura que respeta a todo el mundo y que me obliga a buscar otro tipo de chistes”.

Cabe recordar que Leo Bassi estuvo años apareciendo en televisión cada semana, con provocaciones que rozaban el ‘despido procedente’. Él lo recuerda con cariño y como pequeñas batallas que fue ganando día a día: “Cuando trabajaba en televisión me censuraban cada semana y yo siempre me veía tomando la decisión de hacer lo que había pensado o no. Siempre me centré en las pequeñas batallas para llevar a cabo mis provocaciones aunque fuera poco a poco, con astucia”.

Aquello no se le ha olvidado y sigue ganando batallas sobre las tablas. “Estuve en Alemania hace un mes y me dijeron que no podía decir nada sobre Palestina o sobre Gaza, ya que me podían denunciar porque es ilegal allí. Yo subí al escenario, hice mi show y a la mitad dije: “Ahora os voy a hablar de Gaza”. La gente alucinaba. Pero yo hice cinco minutos de show mudo, sólo moviendo los labios y sin decir ni una palabra. El director del teatro se enfadó muchísimo, pero no podía hacer nada contra mí porque yo no había dicho nada. Había denunciado una situación sin decir ni una palabra”.

Y si Bassi no duda en reconocer lo que está disfrutando en esta etapa de su vida, tampoco le tiembla el pulso al asegurar dónde se lo pasa mejor. “En los teatros pequeños, con el público delante, o en la calle, es donde más disfruto. En la tele estuve para llegar a más público, era una estrategia para darme a conocer más”, dice.

Y si hay algún escenario donde se sienta como pez en el agua, es tras el altar de su particular iglesia. “En la Iglesia Patólica estoy disfrutando a tope, tenemos muchísimo éxito, viene gente de todo el mundo a conocer nuestra capilla dedicada a los patitos de goma”.

“Hay gente que no lleva muy bien lo de la Iglesia Patólica. Tan mal lo llevan que me quemaron la capilla hace seis años. Tiraron la puerta, la llenaron de gasolina y la prendieron fuego. Menos mal que los bomberos llegaron a tiempo y la salvaron”, recuerda con tristeza pero sin un ápice de ganas de rendirse.

Hay gente que no lleva muy bien lo de la Iglesia Patólica. Tan mal lo llevan que me quemaron la capilla hace seis años. Tiraron la puerta, la llenaron de gasolina y la prendieron fuego

“Del otro lado, en sólo unos meses tenemos más de 23.000 seguidores en Instagram, la capilla está llena siempre, viene gente de todo el mundo. El otro día vinieron desde México y desde Emiratos sólo para visitar ‘El Paticano’”, concluye este bufón que continúa la larga tradición de los Bassi, una familia dedicada a hacer reír al mundo.